A finales de 2017, Suh Kyung-bae era la segunda persona más rica de Corea del Sur gracias al auge de los productos de K-beauty, como se conoce a la industria cosmética en Corea del Sur. Su patrimonio neto alcanzaba, por aquel entonces, los 8 billones de dólares debido a las acciones que poseía en Amorepacific Group, el imperio de cosméticos coreano.

Hoy el precio de esas acciones valen 3,6 billones de dólares, menos de la mitad. Aunque antes de que se desencadenara la pandemia las pérdidas de la compañía ya eran evidentes, la crisis provocada por la COVID-19 ha sido la gota que ha colmado el vaso.

Los primeros nueve meses de 2020, la empresa vio disminuir el valor de sus ingresos en un 23% en comparación con lo obtenido durante ese mismo período de tiempo en 2019.

Pese a que Amorepacific está cerrando algunas de sus tiendas en China, desde la compañía se muestran optimistas y creen que las ventas online “salvarán” su negocio allí en 2021. En Corea del Sur, la empresa proyecta que los ingresos en el sector online crecerán del 20% al 30% en este año.

La COVID-19, devastadora para el sector

Es innegable que nuestra forma de entender la vida, e incluso, nuestras costumbres se han visto trastocadas desde marzo de 2020. Para muchos, maquillarse ha pasado a ser una acción secundaria. Después de todo, ¿para qué vamos a perder tiempo en acicalarnos cuando nuestra vida social se ha visto mermada?

Los grandes perjudicados por estos nuevos hábitos son todos aquellos que se dedicaban al negocio de los productos de belleza coreanos, los cuales han visto como sus riquezas disminuían a medida que avanzaba la pandemia.

Atrás quedaron esos días de esplendor para el sector de belleza coreano. Entre 2010 y 2014 las empresas extranjeras gastaron más de 250 billones de dólares en Corea del Sur para adquirir productos cosméticos. De 2014 a 2019 el país se convirtió en el cuarto mayor exportador de productos de belleza del mundo, cuyas adquisiciones aumentaron a 5 billones de dólares.

Tal era el éxito que firmas como Estée Lauder compraron empresas surcoreanas, convirtiendo a sus propietarios en las personas más ricas del país asiático. La realidad de ahora es bien distinta: el distanciamiento social o el teletrabajo han provocado el cierre en masa de muchas tiendas de productos cosméticos.

Tampoco hay turistas chinos o empresarios por las calles de Corea del Sur que compren productos libres de impuestos en grandes cantidades para luego exportarlos. Por su parte, los clientes chinos cada  vez se centran más en los cosméticos fabricados en su país.