La hoja de ruta hacia la economía después de la coronacrisis no seguirá una línea recta, sino que hará que experimentemos procesos de adaptación en diferentes niveles y a diferentes velocidades. Para las empresas, lo más importante es cambiar el modo de aprendizaje. Porque incluso el lento “reinicio” de la economía tendrá lugar en condiciones “anormales”. La improvisación, la búsqueda de nuevos roles y el abandono de las viejas rutinas están por lo tanto en la agenda. En medio de la crisis, esto requiere una mentalidad creativa y fomentar una cultura del “querer aprender”.
El horizonte de la economía posterior a la coronacrisis puede suponer el comienzo de un largo ciclo de renovación económica, en muchos, si no todos, de sus segmentos. Por lo tanto, las fases de la renovación serán diferentes en cada empresa. Sin embargo, todas coincidirán en parte del camino a recorrer atravesando la crisis y ya se están preparando para la economía después del Corona.
Las próximas semanas serán un momento decisivo para que todas las empresas establezcan el rumbo. ¿Se podrá dar el salto a un movimiento hacia redes nuevas, locales y adaptativas? ¿Nos estamos desarrollando como sociedad resiliente? ¿O solo hay una salida, según el viejo modelo de competencia, solo que más dura? “¡Lo que sea necesario!”. Las palabras de Mario Draghi durante la anterior Gran Recesión están teniendo eco en muchos de los gobernantes de casi todos los países: la economía debe salvarse a toda costa. Esta tiene efectos a largo plazo, porque la economía está estrechamente entrelazada con otros subsistemas: sociales y políticos, pasando por la ciencia, el derecho, la educación, el deporte e, incluso, la religión.
Por lo tanto, no es solo la economía misma la que gime y cruje los dientes por la coronacrisis: todos los subsistemas de la sociedad se arrodillan al mismo tiempo, de una manera global sin precedentes. El estado debe intervenir con una mano protectora, con el enfoque puesto en la economía, que, como motor del crecimiento y la prosperidad, juega un papel clave en la creencia colectiva en un “después”. Salvar la economía asegura la resurrección de toda la sociedad. Pero no es tan sencillo. La economía está demasiado interrelacionada con la sociedad, que está sufriendo un cambio generalizado como resultado de la pandemia. La fase del “¡Lo que sea necesario!” no va acompañada automáticamente por un “regreso”. Más bien, el Covid-19 ha hecho que de comienzo un largo proceso de renovación: nuestros años 20 no van a ser felices, pero sí serán una década que ponga a prueba nuestra resiliencia.
Pero una cosa es segura: la crisis y sus profundas transformaciones abrirán nuevas posibilidades. Por lo tanto, también es un momento del “Liquidación total, por cambio absoluto”. Los próximos meses abrirán una “ventana de oportunidad”, y el curso que se establezca tendrá un impacto duradero a lo largo de los próximos años, tanto en la sociedad y el conjunto de la economía como en cada empresa en particular.
La vida antes del Corona
¿Todavía podemos acordarnos de como era el mundo antes del coronavirus? Cuando lo vemos en las películas, estas nos resultan extrañas: la gente se mueve libremente, abrazándose y besándose. Los espacios públicos parecían ser el escenario natural de los humanos. Los restaurantes están llenos, los espectáculos de masas están llenos. Cuando alguien se refería a un “retiro a su esfera privada” parecía obedecer a una forma de esnobismo o una moda pasajera.
Antes de la pandemia, el futuro parecía lejano y, en cierta medida, predeterminado. El cambio climático, como la más urgente preocupación de las generaciones más jóvenes, nunca pareció, en realidad, lo suficientemente urgente para que se produjera de verdad un cambio radical. La naturaleza estaba en llamas –en la Amazonía, en Australia, en California–, pero la mayor parte de la economía continuaba haciendo negocios como de costumbre. La economía global se mantenía en una zona de crecimiento al ralentí, pero constante. Las promesas que nos auguraba la tecnología parecían tener el futuro firmemente cogido de la mano: inteligencia artificial, drones, vehículos autopropulsados… para cada problema, la solución futura residía en la tecnología. Las grandes plataformas digitales y las nuevas empresas innovadoras estaban destinadas a hacer eso posible. Para la mayoría de las personas, el futuro se podía intuir, pero resultaba, en gran medida, irrelevante de todos modos. Vivir en el aquí y el ahora era el credo del movimiento del mindfulness, con el yoga y la meditación, y también lo era en los negocios. Por lo demás, el entretenimiento y el consumo estaban en la agenda en un ciclo constante. Sin embargo, si acercábamos el zoom a la realidad social y económica antes del Covid-19 veíamos que una dinámica sustancial de cambio ya había comenzado a afianzarse. No en el escenario principal, sino en muchas plataformas, en cada vez más comunidades y nichos.
En la estela de la protestas del movimiento climático, principios como la “economía circular” han ido ganándose el respeto. La creciente “cultura-del-nosotros” de la sociedad ha hecho que las empresas sociales florecieran y la actitud egoísta del consumo de lujo pareciera vieja. Las empresas y organizaciones desarrollaron herramientas para la autogestión y para manejarse con la complejidad. La tecnología se desarrolló cada vez más en proyectos colaborativos, con el objetivo de beneficiar a la comunidad. La gente y las organizaciones buscaban objetivos para crear valor sostenible para todos. Las semillas sociales para una nueva y diferente comprensión del crecimiento ya estaban siendo desarrolladas…
Con la coronacrisis, nuestro mundo ahora está experimentando no solo el tan citado proceso de “desaceleración” –o, en otros casos, una parada brusca antes del choque–, sino sobre todo una gigantesca deconstrucción de la vida cotidiana con todos sus efectos económicos. Se ha vuelto más visible lo que mantiene unido al mundo y lo que no. Qué fortalezas teníamos y qué debilidades. Es esencial reconocer esto. Pero no para un futuro pensado como continuación, porque no hay vuelta atrás en este mundo. El parón mundial ha desencadenado desarrollos que no van a ser reversibles. La nostalgia puede ser un asunto privado, pero no un programa funcional para el futuro. Por lo tanto, el nuevo lema será: “Deja que se vaya” (deja que el mundo antes de la pandemia se vaya). Porque su continuación ya no es nuestro futuro.
¿No os habíais preguntado siempre por qué el futuro imaginado en las películas y novelas nunca coincidía con la realidad cuando llegaba el año que pretendía reflejar? Ni en 2012 se acabó el mundo, ni en noviembre de 2019 las ciudades descritas en Blade Runner eran así, ni mucho menos la sociedad descrita por Orwell en 1984 se asemeja todavía a la realidad…
Ni siquiera la película de Steven Soderbergh Contagio ha acertado al 100% con lo que hemos vivido o estamos viviendo todavía… Sin embargo, para tener una visión holística de qué podemos esperar del futuro inmediato y qué soluciones se deberían plantear para que salgamos lo más airosos posible de la crisis económica causada por la pandemia hemos querido pulsar la opinión de algunos de los más altos directivos de varias de las empresas españolas más importantes de todos los sectores productivos del país. Así es como auguran lo que podrá suceder: