Hubo un tiempo, hace no mucho, en el que la palabra sostenibilidad no regaba los dosieres de RSC de todas y cada una de las empresas de nuestro país. Un tiempo en el que casi nadie se preocupaba por el impacto de su actividad productiva. Pero también un tiempo en el que algunas empresas nacían ya con ese concepto en el ADN. Fue allá por 1946, en plena posguerra, cuando José Espona se dio cuenta de que había un nuevo tipo de cultivo que podía ayudar a España a mejorar su, por entonces, delicada situación alimentaria. Se trataba del trigo duro, un nuevo grano que permitía elaborar una mejor pasta, con un índice glucémico más bajo, que no se pasaba ni se pegaba, que no desprendía almidón durante el cocinado, además de permitir una mejor conservación. Aunque en un principio convencer a los agricultores de sus beneficios no fue tarea fácil, el trigo duro acabó convirtiéndose en uno de los cultivos estrella de la región, llevando al Grupo Gallo, la empresa fundada por Espona para elaborar y distribuir el producto, a liderar el mercado de la pasta en nuestro país.

Casi ocho décadas después, aquella aventura empresarial adquiere más valor que nunca. Y es que factores como la globalización, el cambio climático o la superpoblación hacen que cada vez esté más en entredicho el futuro de nuestro sistema alimentario. De hecho, la ONU estima que la población mundial en 2050 llegue a los 9.700 millones de habitantes, una cifra que, a los niveles actuales, requeriría de los recursos naturales de tres planetas para sobrevivir. ¿Preocupa, verdad? Parece que no lo suficiente, ya que también se calcula que un tercio de toda la producción mundial de alimentos actual se acaba desechando. El caso es que la situación puede volverse insostenible antes de lo que creemos, por lo que quizá es el momento de empezar a deshacer el camino andado y volver a los orígenes.

Referentes

En este contexto, Pastas Gallo puede ser un buen referente en el que fijarse. Desde su fundación, ha apostado por colaborar mano a mano con los agricultores para mejorar la situación en el campo español, especialmente el andaluz, al que compra el 80% del trigo que utiliza. En total, más de 2.000 familias de agricultores se benefician de ello. Una apuesta por lo local que ha permitido a la compañía tener el control absoluto de su cadena de producción, desde el campo hasta la mesa. De esta manera, se garantiza que lo que llega a la mesa de los españoles –y a las de los otros cuarenta países en los que está presente–, cumpla sus propios estándares, además de aumentar su capacidad para dedicar parte de los esfuerzos a la investigación y el desarrollo de nuevos productos y técnicas de cultivo.

Para ello, el equipo del departamento de sostenibilidad del Grupo Gallo, liderado por Noemí García, ha establecido importantes alianzas y trabaja mano a mano con la Universidad de Córdoba para avanzar hacia un modelo de agricultura más eficiente y sostenible. Una de sus prioridades es investigar prácticas que ayuden a proteger la biodiversidad y garantizar la regeneración del suelo que se utiliza para cultivar.

A través del proyecto Innocereal, la compañía apuesta por una producción de trigo duro más sostenible, con técnicas de cultivo adaptadas a la complejidad del clima peninsular, consiguiendo por el camino democratizar el consumo de pasta en nuestro país. También trabajan estrechamente con Agrovegetal, una iniciativa empresarial de las grandes cooperativas cerealistas de Andalucía en cuyos campos de ensayo se estudia el comportamiento de 400 variedades de cereal. Todo ello con el objetivo de asegurar la sostenibilidad medioambiental, social y económica del campo y de su cadena de valor, ya que, aunque el alimentario es un sector fundamental para todos, también es el responsable del 22% de todas las emisiones de gas de efecto invernadero. En este sentido, y en línea con los objetivos marcados por la Unión Europea, Gallo tiene previsto reducir su huella de carbono al mínimo de cara a 2050.

La compañía también ha implementado importantes mejoras en sus fábricas con el fin de hacer más eficientes sus procesos. De hecho, el 100% de la energía eléctrica que se consume en Grupo Gallo es de origen renovable, por lo que las emisiones en alcance dos son cero. Otro de los frentes donde pone más esfuerzo es en la lucha contra el desperdicio alimentario, trabajando con todos los agentes de la cadena de valor, clientes, proveedores y agencias con el objetivo de minimizarlo. También han logrado que sus productos se comercialicen en envases reciclables en un 80%. Y como la sostenibilidad nunca debe quedarse únicamente en la cadena de producción y distribución, la compañía también se esfuerza en materia de inclusión, igualdad y apoyo a las comunidades en las que opera, Cataluña y Andalucía.

El resultado de todo este impresionante esfuerzo es que, desde hace 77 años, en la mesa de los españoles nunca ha faltado un buen plato de pasta, posiblemente uno de los alimentos más socorridos de nuestra despensa. Un plato en el que, más allá de lo que se come, se concentra el esfuerzo de muchos trabajadores y el fruto de un campo que deberíamos empezar a cuidar cada día más y mejor.

YouTube video