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Encuentros en Forbes House | Paco López: “El problema más importante de la música en España es que somos muy malos exportándola”

Jesús Rodríguez, periodista y presentador de la actividad, y Paco López, presidente la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo (ARTE). FOTO: Jaime Partearroyo

Forbes House va a celebrar en su auditorio encuentros periódicos exclusivos para los miembros del club con representantes cualificados del mundo de las industrias culturales españolas. La primera visita tuvo lugar el pasado 23 de enero y tuvo como protagonista a Paco López, el presidente la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo (ARTE), la “patronal” de los managers de música en España. Se trata de un representante artístico con más de treinta años de trayectoria profesional, al frente de su empresa Attraction Management, la agencia de representación artística de Leiva, Efecto Mariposa o Reincidentes, entre otros artistas. Y nos ofreció su visión de los principales problemas que impiden el posible crecimiento exponencial de la relevancia de la música española en el mundo.

Mucha gente no está familiarizada con la labor de un representante artístico. ¿Puedes resumir brevemente en qué consiste tu trabajo?

Un representante artístico, apoderado o manager, que son sinónimos, es nada más y nada menos que la persona que lidera y coordina todos los equipos de trabajo alrededor de la faceta profesional de un artista, en este caso un músico. Hay muchas tipologías, la figura del apoderado español o europeo es bastante diferente de la estructura anglosajona, tanto de Estados Unidos como del Reino Unido. Allí es más normal que el artista no tenga un manager, sino un abogado, y el resto de las funciones de manager están repartidas. Por un lado, alguien se encarga de la contratación del artista para espectáculos, alguien de la gestión de derechos, etcétera, mientras que en España, y en casi toda Europa, el manager es una figura integral que se encarga de dirigir a todos los equipos: el legal, el de propiedad intelectual, el de contratación, las relaciones con las discográficas y otro tipo de gestiones.

Además de presidente de la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo (ARTE), eres es el dueño de la agencia de representación artística Attraction Management. ¿A qué artistas representas actualmente y cuáles son los más importantes que han pasado por tu empresa en estos más de treinta años de trayectoria?

Ahora mismo represento es Leiva, que es uno de los artistas más importantes de este país; también represento a Sidecars, Efecto Mariposa o grupos de rock duro como pueden ser Boikot o Reincidentes. Y estoy ahora desarrollando el proyecto musical del actor Asier Etxeandía. Pero a lo largo de mi carrera he llevado a infinidad de grupos.

Empecé hace ya treinta años. Mi primer grupo fue Los Enemigos y luego llegaron Las Ruedas o The Refrescos, que tuvieron un gran éxito con “Aquí no hay playa”. Viví la explosión del indie pop con Los Planetas, El Niño Gusano, Nosotrash, Mercromina, Chucho y a más grupos de otro estilo, como Siniestro Total, Porretas, Dover, Lagartija Nick o Def Con Dos.  He llevado artistas más masivos, como Nena Daconte, a cantautores como Javier Álvarez, artistas más extravagantes como Tonino Carotone…  He llevado artistas de todo tipo, algunos de los que ahora mismo, a bote pronto, no me acuerdo.

Y ahora eres presidente de ARTE, que es, para entendernos, la patronal española de los managers. ¿Con qué objetivos se fundó la Asociación?

ARTE es la organización profesional más antigua de la industria de la música. Se fundó en 1983 y en ARTE están, prácticamente, todos los managers de este país y el 98% de todos los artistas. Somos unas trescientas empresas, las que organizamos los espectáculos en directo en España. En ARTE están desde los más grandes a los más pequeños y todos los responsables de la organización de las fiestas populares, que son muy importantes en la estructura de España. Ten en cuenta que España cuenta con más de 8.000 municipios y en todos ellos se hacen fiestas patronales y, a veces, dos o tres. Y la Semana de la Juventud y los carnavales; y la Cabalgata de Reyes… Todo eso lo organizamos nosotros.

En ARTE están también los promotores de conciertos, desde las grandes empresas como Live Nation o Doctor Music, hasta promotores más pequeños. Y los directores de recintos, como el Movistar Arena o La Cubierta de Vista Alegre y los directores de los principales festivales… En el país hay otras asociaciones, pero son más específicas o territoriales. 

Nuestros principales objetivos son, para empezar, estar unidos para defender los intereses de nuestro sector y defender a los artistas, que, al fin y al cabo, son la parte más importante de todo esto. El espectáculo en directo es una cadena de valor muy grande, en la que entran un montón de empresas que desarrollan trabajos muy diferentes. Pero si no hay artista, no hay espectáculo y no hay trabajo.

“Hemos sido colonizados por la música anglosajona desde los años ochenta”

¿Y cuáles son los principales problemas a los que ahora mismo se enfrenta el sector?

Estamos viviendo un momento en el que la música en directo –y más aún después de la pandemia– ha empezado a tomar conciencia de sí misma. Aunque la asociación se fundó hace 42 años, el fenómeno de asociarnos no ha empezado a generalizarse hasta hace unos quince. Y se han creado grandes estructuras que aglutinan a todo el sector de la música. Entre las más recientes, la Federación de la Música o la Academia de la Música de España. 

Pero los problemas del sector los tenemos que afrontar de forma colectiva. Antes, nuestro negocio o nuestra profesión se realizaba de una forma bastante anárquica; no había ninguna estructura de enseñanza reglada, de forma que no podías ir a la universidad y que te dieran un máster de manager. Ahora ya empieza a haber, en varias universidades privadas, grados de producción artística o de programación musical, etcétera y, por supuesto, de propiedad intelectual. La mayoría de los managers o de los promotores musicales en este país se han formado a sí mismos desde abajo, con la experiencia del día a día, empezando a trabajar en un puesto menor y ascendiendo. Yo soy un ejemplo: empecé conduciendo una furgoneta, luego empecé a ocuparme del backline [gestionar los instrumentos y el equipo de sonorización e iluminación] de un grupo y, a partir de ahí, me “sacaron” de la carretera y me pusieron a trabajar en la oficina. Y, finalmente, me hice manager. Aprendí un poco de Derecho, un poco de Propiedad Intelectual, porque lo que yo había estudiado realmente es Historia del Arte: soy historiador. 

Somos una profesión muy individualista y nos ha costado mucho asociarnos. Ahora estamos asociados, hemos tomado conciencia de lo que representamos y nos hemos dado cuenta de que somos una parte muy importante del sector de la música, en cuanto a lo que representamos en el Producto Interior Bruto y en puestos de trabajo. Ahora sí somos capaces de identificar los problemas, porque antes no lo éramos: antes cada uno tenía sus problemas y se los comía él solo. 

El problema más importante de la música en España es que somos muy malos exportándola. Ese es el gran reto que tenemos por delante. Somos un país que tiene algo que no tiene el resto del mundo: el flamenco. Pero ni siquiera eso somos capaces de exportarlo bien. Y, aún haciéndolo mal, el flamenco es más conocido y valorado fuera de España que en España, lo que es un error enorme.

Hemos sido colonizados por la música anglosajona desde los años ochenta, porque toda la “movida madrileña” era, al fin y al cabo, un reflejo de la música anglosajona del momento. Y ahora, en cambio, estamos siendo colonizados por la música latina. No vendemos fuera a nuestros artistas ni estamos creando una “marca España” a través de la música. Pero sí te puedo decir que estamos en ello.

Ese es un problema que no existía antes, porque en los años setenta España sí exportaba música: todos los cantautores melódicos, como Julio Iglesias, Camilo Sesto, Raphael, José Luis Perales, etc. Incluso Rocío Dúrcal, en los ochenta, triunfaban y se recorrían América de arriba abajo. ¿Qué pasó?

Pasó una cosa muy sencilla: en los años setenta no había negocio en España. Los artistas tenían que ir fuera a trabajar: eran emigrantes. No sólo se iban nuestros abuelos a trabajar a Francia, Suiza o Alemania a trabajar en las cocinas de los restaurantes o a recoger basura. También se iban los artistas porque en España no había un circuito de negocio. Los grandes artistas melódicos encontraron su nicho en Latinoamérica. En los años setenta España estaba todavía muy anclada en la copla, que era casi un monogénero musical en este país. A partir de los ochenta, en cambio, en España hubo mucho negocio y los artistas no tenían que irse a buscar la vida fuera. A partir de los años ochenta se produjo un bum del pop-rock, gracias a la labor de Enrique Tierno Galván y los primeros ayuntamientos del PSOE, que lanzaron la consigna de que al menos el 30 o el 40% de los presupuestos de Cultura tenía que ir destinado a las nuevas músicas. Aquella canción de Tequila de “vamos a tocar un rock and roll en la plaza del pueblo” se hizo realidad en los años ochenta. En las plazas de los pueblos, como mucho, hasta entonces, había habido actuaciones de folclóricas o de orquestas de verbena y jotas, sardanas y otras músicas folclóricas, muy importantes, que también hemos abandonado y no cuidamos actualmente. 

Menos mal que ahora hay una especie de revival, con artistas como Rodrigo cuevas, Baiuca, Tanxugueiras, etc. que, a partir del folk tradicional, están haciendo música contemporánea.

España, en los años ochenta, entra en una dinámica de crecimiento al entrar en la Comunidad Económica Europea y las fiestas populares de todos los ayuntamientos se llenan de música. Los artistas españoles hacen en verano 30 o 40 galas, cobrando un caché y ya no tienen que irse a trabajar allá, a buscarse la vida. Pero lo que pasó entonces en España rompe un poco la dinámica y lo estamos pagando ahora: nos hicimos “perezosos” a la hora de exportar. ¿Por qué? Porque en España cualquier artista tenía casi asegurado su modo de trabajo, no necesitaba salir fuera. Además, en esa época se produce un despegue brutal en España y el nivel profesional del mundo del espectáculo, en todos los aspectos relacionados con la producción, crece y nos pone a la altura de los países europeos y Estados Unidos, mientras que en Latinoamérica, con todos los respetos, el nivel se estanca. Y los grupos no querían ir a trabajar, porque todo resultaba mucho más complicado, técnicamente, y ruinoso en el apartado económico, especialmente con la llegada del euro, porque pagar lo que pedíamos les resultaba imposible. Los artistas querían ir a Argentina, pero de vacaciones, no a trabajar en salas que no reunían las condiciones, con equipos de sonido lamentables.

“La competencia del dinero público era tan enorme que los conciertos dejaron de ser negocio”

Pero, por otra parte, las cosas han cambiado tanto en España que ahora los artistas ya no cobran por actuar en una sala pequeña, sino que la tienen que alquilar… ¿Cómo se ha llegado a esa situación?

Es que, por desgracia, ahora es la única forma que tiene una sala pequeña de seguir adelante. En los ochenta y noventa y principios del siglo XXI se hacían miles de conciertos en España. Todos los artistas tocaban y ganaban dinero y recorrían el país y era muy muy felices, pero todo tiene un lado un poquito oscuro: el exceso de inversión pública en la música también ocasionó la desaparición del promotor privado. Y durante esos veinte o veintitantos años, esos veinte o treinta (o tal vez más) promotores privados que ya existían en los setenta, propietarios de discotecas que pagaban a los artistas, vieron como los cachés que pagaban en los ayuntamientos les destrozaron su negocio. Viendo el interés de los ayuntamientos, los artistas empezaron a pedir el doble… ¡y se lo pagaban! Así que, obviamente, ese artista dejaba de trabajar en discotecas para trabajar en ayuntamientos. Es lógico. Lo haría cualquiera. Y lo hicimos todos. El artista decía que para qué iba a ir a la sala de Logroño para 300 personas, que podía pagar, como mucho, 2.000 euros, si podía ir a las fiestas de Logroño, para tocar gratis para el Ayuntamiento, cobrando 10.000…

Las salas sufrieron una crisis muy grande, que todavía sigue, y dejaron de tener programación, porque la competencia del dinero público era tan enorme que los conciertos dejaron de ser negocio. Incluso en Madrid, porque el artista actuaba gratis en Ciempozuelos y en Majadahonda… Las pocas salas de concierto que quedaron, sin negocio con artistas grandes, han tenido que alquilar sus locales a los grupos emergentes que todavía no resultan interesantes para una fiesta de pueblo. El promotor ha dejado de ser promotor para alquilar el espacio y que el artista se quede con el dinero de taquilla. 

Y esa circunstancia de contratación de espectáculos por parte de los ayuntamientos, ¿se da también en Europa o es algo exclusivamente nuestro?

No. España es muy, muy atípico. Hay algunas similitudes en Italia o Portugal. En Italia hay determinados conciertos gratuitos patrocinados por los ayuntamientos, pero está tan extendido como en España. Aquí no hay una fiesta de pueblo sin una actuación musical. Hasta en pedanías de ochenta habitantes. Obviamente, adecuado al presupuesto municipal, pero siempre va a haber música en directo.

FOTO: Jaime Partearroyo

En Italia hay ciertas fiestas muy asociadas a eventos agrícolas, en determinadas zonas geográficas, donde los ayuntamientos patrocinan la música, pero no es de una forma generalizada. Y lo empieza a haber ahora en Portugal. Lo he visto crecer, porque yo voy a veranear a Estoril desde hace cuarenta años. En Portugal empieza a haber fiestas en los pueblos de la costa. Solía limitarse a las fiestas patronales, con orquestas y pasacalles pero ya empieza a haber grupos de pop y rock. Y están surgiendo por la misma razón que surgieron en España: porque es un apoyo para el turismo. Es una forma de dar a conocer tu pueblo.

En España, durante sus fiestas patronales, los hosteleros de la zona hacen, a lo mejor, el 40% de su recaudación de todo el año, porque durante una semana el pueblo se llena y todos los alojamientos de la zona están completos. Las fiestas de los pueblos dinamizan la economía. Y si a eso se le une el fenómeno turístico, es obligado que cualquier ciudad de costa, con sol y playa, tenga la mejor oferta de espectáculos y la mejor oferta cultural para poder dar a la gente algo más que sol y playa. Y eso está pasando en Portugal y les falta dar el salto para empezar a incluir grupos de pop y rock. Y en Latinoamérica también está empezando a pasar. En México hay muchas municipalidades que hacen también fiestas populares.

“Ahora estamos en el momento de toda la historia en el que más música se consume, a unos niveles escalofriantes”

A principios de siglo hubo otro problema: la piratería discográfica, que hizo que las compañías discográficas entraran de lleno en el ámbito de la representación artística para sanea sus cuentas. ¿Van a ser todos los artistas absorbidos por grandes multinacionales? ¿Qué futuro le espera al representante artístico independiente?

El gran error de la industria discográfica, a nivel multinacional, que le proporcionó inicialmente unos beneficios enormes, como nunca habían tenido, pero que les provocó, más adelante, la ruina fue la invención, en los años noventa, del cedé. Me explico: antes del cedé la música se editaba en vinilo. El vinilo es imposible de copiar, porque para hacer un disco de vinilo tienes que tener una fábrica, con una maquinaria tan costosa que nadie se ocupaba de piratear un vinilo. Como mucho se grababa en una cinta de casette, con gran merma de calidad: no había ningún miedo a que el vinilo se grabara en casettes y se vendiera barato en el Rastro. Fueron las propias compañías discográficas las que desarrollaron el cedé digital, que se empezó a clonar en los ordenadores con la misma calidad que daba el cedé. Yo lo comprobé en el estudio de grabación, cuando estaba con Los Enemigos grabando su tercer álbum, “La vida mata”. El productor, Carlos Martos, nos hizo una copia sobre la marcha para que escucháramos en casa como había quedado… Y lo que teníamos en la mano era, exactamente, de la misma calidad que la grabación máster. En cuanto la tecnología se hizo asequible para toda la gente, todos los que tuvieran un ordenador estaban en disposición de clonar el máster… En pocos años todo el mundo podía duplicar un cedé y el mundo se vio inundado de cedés piratas, que se vendían a un precio ridículo. En dos años, la industria de la música se arruinó y la mayoría de las compañías independientes cerraron. Y las multinacionales, que tenían unos edificios enormes con decenas de empleados, tuvieron que fusionarse para sobrevivir, despidiendo a casi todos sus empleados. Nadie iba a El Corte Inglés a comprar un disco de 15 euros, cuando en la calle lo vendían, pirata, a uno… Y a esa debacle le siguió otra más: las plataformas digitales para compartir ficheros, antes de que llegaran las empresas de streaming, que pagaban muy poquito, pero pagaban algo…

Ahora estamos en el momento de toda la historia en el que más música se consume, a unos niveles escalofriantes, porque todo el mundo escucha música, porque la llevamos aquí, en el teléfono móvil… Pero al productor se le paga muy poquito. Con esto quiero decir que la industria discográfica se vendió a las plataformas digitales a cambio de muy poco rendimiento, pero algo, al fin y al cabo. Las discográficas tienen un catálogo enorme que ahora venden “al peso”: cobran de millones de títulos, pero reciben muy poquito dinero y al artista le llega aún menos. Solo los artistas que tienen millones y millones de reproducciones ganan algo por la reproducción. El dinero se gana en los conciertos. 

Y así llegamos a lo que se conoce como “operación 360°”, que consiste en que las compañías discográficas gestionen todos los aspectos de la proyección profesional del artista, del que antes solamente gestionaban la venta de discos y, en todo caso, el catálogo editorial. Ahora también son vuestra competencia…

Cuando la industria se viene abajo acude a nosotros, a los representantes artísticos, y nos dice que les tenemos que ceder algo de lo nuestro, porque nosotros seguimos trabajando en directo y la popularidad de los artistas seguía intacta, porque los discos se seguían vendiendo, aunque fuera con discos piratas o en plataformas digitales. Y nosotros, los managers fuimos tan ingenuos de hacer lo que nunca habíamos hecho: dejarles participar del directo. Yo fui el primer manager español que firmó el primer contrato con una multinacional cediendo el 5% de mi rendimiento. Y ya era presidente de ARTE. Pero no tuve más remedio que hacerlo; primero, porque el director de la compañía a la que se lo cedí era muy amigo mío, y, segundo, porque si no les cedía el 5% no me renovaban el contrato discográfico otros tres años… 

El artista que yo llevaba en aquellos momentos no era nadie todavía. Se llamaban Pereza y nadie los conocía. El primer disco había vendido poquísimo si les echaban de la compañía nadie más hubiera seguido apostando por ellos. Obviamente, Sony renovó a Pereza y resulta que el segundo disco funcionó y no solo funcionó, sino que el tercero los convirtió en lo que fueron y en lo Leiva es ahora. Después de Sony, Warner lo empezó a pedir también y luego Universal y ahora es una práctica absolutamente común la participación de las multinacionales en los beneficios de los conciertos. Pero lo que sucede ahora es que la compañía discográfica es la que se convierte, desde el principio, en el representante del artista: firman a cualquier artista emergente un contrato “360°”, como bien decías. Se quedan con todo: los derechos discográficos, los derechos editoriales y los derechos del directo. Y es la única forma que tienen para invertir en un artista. Así ha sucedido con todos los programas televisivos como “Operación Triunfo”, porque a todos los artistas se les aplicó lo mismo. 

Y ahora hay miles de nuevos artistas. Yo ya me he perdido: ahora veo artistas que no sé ni quiénes son, ¡y estoy en el negocio!

¿Y qué ha pasado con la figura del manager? ¿Se ha convertido en un empleado de la multinacional?

¡En absoluto! En España hay muchos artistas que no aceptan ese 360°, aparte de que haya muchos managers que llegan a otros acuerdos con las compañías. Yo tengo artistas en todas las multinacionales y con todas tengo un acuerdo. Yo les cedo una parte del directo, pero el manager soy yo y ellos lo aceptan.

La imposición por parte de las compañías se produce cuando se trata de un artista emergente. Obviamente, en ese caso sí lo obligan. Pero hay muchas otras maneras: la multinacional puede ser “el representante”, el poseedor de los derechos; pero buscan a un manager para asociarse con ellos. Y a ese manager le dan un porcentaje para que sea él, con sus conocimientos, el que trabaje la carrera del artista. Warner, en cambio, lo que ha hecho ha sido comprar Get In!, que es una de las empresas de representación artística más grandes de este país. Y también han comprado, recientemente, The Project, una de las oficinas de producción de espectáculos musicales más grandes de España. Pero el que decide, al final, es el artista, igual que sucede con los jugadores de fútbol. Si un futbolista no quiere estar en un equipo, al final se va…

“Vivimos completamente ajenos a Europa. No lo hacemos ni siquiera con Portugal, que nos entienden a la perfección”

En un mundo globalizado, ¿qué lazos o relaciones se han establecido con asociaciones profesionales similares del resto de Europa o Latinoamérica? ¿Y qué relación mantenéis en España con la Asociación de Promotores Musicales (APM) o Promusicae? 

En Latinoamérica, por ejemplo, que sería el mercado natural del artista español, están como estábamos en España en los años setenta o principios de los ochenta. Están empezando a aparecer una estructura de profesionales serios y recintos interesantes, pero lo que pasa es que la inestabilidad de todo el continente lo hace todo muy complicado. Países como Argentina, que son inmensos, están como están, pero es que llevan así veinte años… México o Colombia ya tienen una estructura profesional muy fuerte e, incluso, Perú o Chile. En Argentina hay una asociación importante de unos ochenta socios con la que hemos tenido alguna relación, pero están todavía como estábamos nosotros hace cuarenta años, en una fase de “francotiradores” y su desarrollo todavía es muy endeble.

FOTO: Jaime Partearroyo

¿Y Europa, donde Celtas Cortos o Héroes del Silencio abrieron brecha…?

Vivimos completamente ajenos a Europa. Los grupos que me citas fueron anécdotas. Y añadiría a Ska-P, que aquí en España ya no tiene recorrido, pero que en Centroeuropa mete a 50.000 y 60.000 personas para verlos en festivales. En lo musical, España está completamente de espaldas a Europa. Y a nosotros nos pasa igual con los productos europeos, salvo los de Reino Unido. Nosotros consumimos música anglosajona, de Reino Unido o Estados Unidos, pero no consumimos música francesa ni alemana, ni húngara, ni danesa (risas). No tenemos ni idea de lo que pasa en los otros países. Alguno de nosotros conoce algo… Yo conozco un poco el mercado francés y un poquito el alemán, pero ya está. No conocemos nada de ellos, ni ellos de nosotros. Los grupos españoles que cantan en inglés lo han intentado en Europa y no han funcionado: grupos como Dover, que fue un huracán en España buscaron sinergias a través de Live Nation, que es la empresa más grande del mundo del espectáculo a escala planetaria. Hicieron conciertos en Alemania y Reino Unido dos años y no calaron, y al tercer año se acabó. Eso sí, hay muchos artistas españoles que van a Europa a tocar, a Londres, a Dublín o a París, pero tocan para españoles. Yo he estado con Leiva o Sidecars varias veces y hemos tocado para españoles no solo del Erasmus, sino españoles que trabajan allí. O, incluso, españoles a los que les encanta viajar desde España, en plan turismo, para ver a un grupo español en París… Al principio te hace gracia, pero luego te das cuenta de que no estás haciendo nada de apertura de mercados: no nos estamos metiendo en el tejido industrial musical de ningún país… Pero, más aún, no lo hacemos ni siquiera con Portugal, que nos entienden a la perfección. Nosotros no les entendemos a ellos, ¡pero ellos nos entienden todo! Y tampoco vamos a Portugal ni tenemos algún tipo de sinergia cultural. Esto es algo que, en el seno de ARTE, estamos intentando remediar, tratando de fomentar un intercambio entre promotores y artistas españoles y portugueses, porque nos parece realmente un fracaso que no tengamos esa comunicación con ellos.

Aunque no sea tu ámbito te quiero hacer una última pregunta: la Academia Latina de las Artes y Ciencias de la Grabación (LARAS, por sus siglas en inglés) cuenta con muy pocos miembros españoles, por lo que perdemos capacidad de influencia para nuestros artistas. ¿Qué opinas al respecto? ¿Por qué hay tan pocos miembros de LARAS españoles? 

Esa pregunta sí tiene respuesta: yo soy miembro de LARAS y, además, soy ahora mismo el presidente del Comité de pop y rock, y me responsabilizo de la coordinación de las candidaturas de mejor disco de rock, mejor disco de pop-rock, mejor canción de rock y mejor canción de pop-rock. Ayer, precisamente, estuve hasta las 12 de la noche en una reunión telemática con Miami para preparar el nuevo plazo de inscripciones y, efectivamente, yo era el único español en una reunión de 25…

Y cuando nos juntamos físicamente en Miami somos cerca de noventa personas y españoles, a lo mejor, somos cuatro, entre ellos la productora y compositora Salomé Limón, la hermana de Javier Limón, que es la responsable de flamenco. Lo curioso es que el peso del negocio de la música en España es casi el mismo que el de toda Latinoamérica junta… Pero es que hasta los flamencos pueden quedarse sin su categoría, en la que no hay competencia de ningún lado, ¡porque no presentan candidaturas! 

El interés de los profesionales españoles por ser socios de LARAS es muy pequeño y puede que se deba, fundamentalmente, a la arrogancia. Para los latinoamericanos, que tienen tan pocas oportunidades de darse a conocer, los Grammy Latinos son su gran oportunidad. Y conseguir un Grammy les abre las puertas de toda Latinoamérica y, sobre todo, de los mercados español y estadounidense. Sin embargo, para nosotros, un Grammy es un premio más. A un artista español no le cambia la vida por un Grammy. Nos cambia la vida más ganar un Goya. ¡O un Óscar! ¡O un Grammy de los de los yanquis, de los de NARAS, no de LARAS! Pero eso no pasa.

Alguns artistas españoles vamos a los Grammy Latinos y algunos nos hacemos socios de LARAS, pero es verdad que no hay un interés real, por esa percepción de que no nos aporta nada realmente importante para el desarrollo de nuestras empresas o de nuestras carreras artísticas. 

Un ejemplo de lo contrario es Brasil, que han conseguido que LARAS se divida en música brasileña y música en castellano: los brasileños tienen sus propias candidaturas, incluidas las de mejor rock brasileño y mejor pop-rock brasileño…, porque son tantos los socios brasileños que, si no tuvieran su propia categoría, nos comerían. Se tuvo que tomar la decisión de separar Brasil del resto de Latinoamérica, porque los demás países latinoamericanos castellanoparlantes, juntos, no tendrían nada que hacer. Los socios brasileños son más que todo el censo de todo el resto de países de la comunidad latina, incluida Estados Unidos. Brasil es como un universo propio. Y lo que le pasa a España con Europa, le pasa a Brasil con Latinoamérica, que  no tiene comunicación con los países que le rodean. Brasil no consume nada de música latina; sólo consumen su propia música y música anglosajona. Es un país gigantesco, con un desarrollo enorme, pero nadie va a tocar a Brasil: no hay ningún artista español que vaya a tocar a Brasil, pero ni español, ni mexicano, ni colombiano, ni argentino. ¡Ir a tocar a Brasil es un hito para cualquier artista latino! Allí van Madonna, Taylor Swift, o Rolling Stones, pero no va Maná, ni Karol G, ni Bad Bunny… 

¿Ha cambiado en algo que en 2023 se celebrara en Sevilla la ceremonia de entrega de los Grammy Latinos?

Algo hizo, sí. De hecho, van a repetir. Me lo confirmó hace pocos días su presidente, Manuel Abud, que ha estado estos días atrás en Madrid, aunque no me supo decir en qué año. Una cosa que se debería conseguir es que la ceremonia se transmita por televisión. Las galas de los Grammy estadounidenses, de NARAS, son una pasada y cuentan con una producción excelente y, además, van todos los artistas grandes, desde Beyoncé a Taylor Swift o Miley Cyrus. Yo he estado en varias ceremonias y son shows espectaculares, con unos montajes increíbles, muy, muy potentes. Y eso tampoco se ve en televisión en España…

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