Sindy Takanashi (Venezuela, 30 años) ha vivido muy deprisa. Emigró desde Venezuela en brazos de su madre siendo solo un bebé y antes de alcanzar la mayoría de edad se vio expuesta a distintos tipos de violencia sexual. Con 22 años abrió su primer negocio y al poco tiempo se convirtió en divulgadora feminista. Antes de cumplir 25 A3Media le hizo una oferta y a los 30 ya ha tenido dos hijos. ¿Agotada? Sigue leyendo.

Sindy ha emergido como una figura sumamente controvertida y célebre en el ámbito del activismo en España, acumulando una audiencia de 334.000 seguidores en Instagram y transitando por diversas fases en el terreno de la creación de contenido.

En la actualidad, ostenta siete temporadas del programa «Las Uñas» (A3media) en Flooxer y lidera el podcast de entrevistas «Queridas Hermanas» (Podimo). Además, junto a su pareja Darío Eme Hache, comparte otro espacio denominado «Utameda», donde abordan temas relacionados con «la vida misma».

Sindy llegó a España en sus primeros años de vida. Reveló en múltiples ocasiones que, poco antes de alcanzar la mayoría de edad, se vio expuesta a distintos tipos de violencia sexual, algo que ha marcado su contexto y le ha proporcionado una perspectiva única sobre las dificultades y complicaciones a las que enfrentan las mujeres en situaciones similares.

Tras cinco años en esa situación, logró establecer su propio salón de belleza, Nailz Boo, en Malasaña, Madrid. Utilizando las redes sociales para promocionar sus creaciones, el salón se convirtió en uno de los más destacados, atrayendo a influencers como Dulceida y Laura Escanes, quienes contribuyeron a elevar su reconocimiento. Fue en este punto que Sindy inició su incursión en el activismo en redes sociales.

Al decidir vender su salón, aceptó la oferta para participar en «Las Uñas», marcando un cambio significativo en su trayectoria. A través del programa, empezó a exponer con mayor claridad las repercusiones de su pasado, ampliando su discurso feminista y consolidando su posición como una figura influyente en la escena del activismo en España.

Sindy Takanashi retratada en los estudios de A3Media.

¿Crees que los temas que abordas en tus plataformas de divulgación disparan tus cifras por la polémica que traen consigo?

No pienso que mis cifras se deban a la polémica en absoluto. El motivo de la audiencia y los números que tengo se deben a la labor de comunicación que realizo tratando asuntos de la agenda feminista en un lenguaje entendible para cualquier persona. Al final, es un trabajo de poner palabras a los pensamientos de muchas mujeres. 

Mis seguidoras saben que hay cosas que les incomodan de sus vidas (que previamente fueron molestas también para sus madres y abuelas) y tampoco pueden definir exactamente qué es lo que está mal porque la violencia que sufrimos está tan normalizada que nos cuesta ponerle nombre. Yo me rompo mucho la cabeza para que en mis podcast se traten y se saquen a la luz estas dinámicas y como recompensa recibo muchos mensajes de chicas que me dicen “Dios, Sindy, con este tema algo me ha hecho click” o “me ha petado la cabeza”.

¿Crees que es necesario entonces, polemizar el contenido para que el ruido sea mayor y por lo tanto el impacto aumente? 

Lógicamente, y por desgracia, cuando un contenido es polémico tiene más alcance, pero aún así no creo que sea necesario buscar la polémica, hay temas muy complejos que ya suficiente problemática traen consigo. Al abordar asuntos como la explotación reproductiva, es prácticamente imposible que unos padres que han pagado por un bebé quieran replantearse si quiera si lo que han hecho está bien o mal, ya que hacerlo supondría que se les quiebre la vida y todo lo que tienen construido y, como es lógico, no quieren que esto ocurra y no soportan que sea un tema sobre el que se debata. Considero que toco temas muy troncales de la vida de las personas que invitan a problematizar las bases y pilares de nuestra existencia y eso, incomoda. Esto es lo que genera la polémica

Una cosa de la que me estoy dando cuenta últimamente es que hay temas que hace años generaban un boom de odio y sin embargo hoy van obteniendo aprobación social, temas como el abolicionismo o el mito de la libre elección de las mujeres. Lo que sí que es cierto es que yo he sido siempre muy consciente de que los aspectos que trato en mis canales son problemáticos, pero he preferido hablar de ellos a callarme, me gusta ser fiel a mis principios.

¿Consideras que eres de las divulgadoras pioneras en introducir términos como violencia obstétrica o explotación reproductiva? 

De violencia obstétrica se lleva hablando décadas. Hay activistas que llevan reivindicando los derechos de las mujeres, niños y niñas en el ámbito del nacimiento mucho tiempo. Sin embargo, sí que creo que soy precursora en llevar este discurso no sólo a mujeres madres, si no también a chicas jóvenes que se han replanteado sus propios nacimientos y el cómo lo han pasado sus propias madres. Para mi hay una cosa imprescindible en mi activismo y divulgación y es que se entienda, que no hay ninguna violencia que recibimos las mujeres que nos sea ajena, independientemente de que no la estemos sufriendo nosotras mismas. 

Por ejemplo, con la violencia obstétrica, he sido de las primeras en poner en valor que esto no es solo cosa de madres. Esto también afecta a más mujeres. Es necesario que se conozca este tipo de violencia en el ámbito sanitario. Hablar de todo ello y transmitirle este mensaje a chicas que no son madres y ni se lo plantean, creo que ha sido uno de mis mayores logros y de los que me siento además, muy orgullosa. 

Respecto a la explotación reproductiva, vivimos en una sociedad que nos ha vendido un discurso dulcificado de lo que es pagar por un bebé. Además, siempre se ha disfrazado esto de una práctica progresista porque daba la posibilidad a hombres homosexuales a tener hijos de su propia sangre. Yo he intentado mostrar la otra cara aunque tú ni si quiera te hayas planteado comprar un bebé o no seas del colectivo LGTB. No son temas de los que yo haya hablado la primera, pero sí que he sido una precursora en poder llevarlo a lo mainstream y no solo dejarlo en el ámbito del activismo. 

Resumir en 30 segundos temas complejos, el trabajo de edición, el tono de voz… Hoy en día es complicado que el usuario no siga haciendo scroll. ¿Cuál es tu herramienta secreta para lograr que el mensaje cale?

La problematización es la clave. Muchas veces tenemos discursos que suenan buenistas pero no lo son. Por eso parece que busco controversia. La realidad es que es polémico problematizar algo que está bien. Un ejemplo claro es el de los gustos en la cama. Muchos dirán: “¿Quién es esta chica para opinar sobre los gustos de cada persona?”. Jamás he juzgado las decisiones individuales de las mujeres, yo simplemente quiero rebuscar y analizar aquella razón que nos impulsa a todas las mujeres a tomar ciertas decisiones. Por ello, creo que mi técnica secreta a la hora de divulgar es invitar a las personas a problematizar. Analizar el origen de los hábitos y las dinámicas más cotidianos

¿Qué es lo más importante que has aprendido acerca de las mujeres en tus años de trayectoria profesional?

Sin lugar a dudas, que no somos nuestras propias enemigas. Desde el colegio aprendemos a rivalizarnos con las pequeñas traiciones que nos hacemos las unas a las otras, pero también en la edad adulta en espacios de trabajo, por ejemplo. Yo tenía muy arraigado eso, que el enemigo de una mujer es siempre la propia mujer. De pequeña tenía mucha envidia a los chicos y cómo se relacionaban entre ellos. Los hombres, al menos en el colegio, peleaban y, o bien hacían como que no pasaba nada o bien lo arreglaban con un “no pasa nada tío”. 

Eso me hacía pensar que somos unas histéricas y dramáticas. Cuando he ido creciendo he aprendido de las mujeres que esa intensidad se traduce en una gestión de las emociones más eficaz y sana que la que llevan a cabo los hombres. En definitiva, he pasado de sentir envidia de la gestión emocional que tienen los hombres a valorar muchísimo a todas las mujeres que tengo en mi vida. Algo que he aprendido que considero muy importante es a tener cuidado con los juicios que emito sobre la vida de otras mujeres

 ¿Por qué decidiste embarcarte en el mundo empresarial?

Ahora ya puedo decir que gano más dinero de mi empresa que de Instagram. He dejado de hacer publicidades prácticamente. Lo que me hizo convertirme en empresaria fue las ganas que tenía de profesionalizar mi trabajo. Quería tener la capacidad de decidir si en un futuro me gustaría estar en el foco público. Ahora mismo no tengo presión por los números. Me dan completamente igual. Yo sé que mi podcast va como un tiro y la gente lo ve. Lo bueno de eso es que yo ya no necesito subir contenido más allá de los podcast que hago. Ser empresaria me ha ayudado a que tener 1.000 o 30.000 likes ya no me preocupe. Ya no tengo que demostrarle a ninguna marca mi valía por los me gusta de mis publicaciones. Todo el activismo que hago en redes es altruista. 

¿Has tenido las mismas piedras en el camino siendo empresaria que tu pareja?

Darío (Eme Hache, creador de contenidos) y yo hemos ido siempre a la par. No obstante, he tenido más piedras en el camino que él, principalmente porque he sido madre de dos hijos. A los 15 días de tener a mi hijo pequeño ya estaba en una reunión de trabajo. No trato de romantizar la vuelta al trabajo tras una baja de maternidad, pero siento que he tenido más dificultades porque no he podido tener una baja de maternidad que me permitiera parar de verdad. En el mundo audiovisual un embarazo te condena muchísimo. He tenido mucha suerte con A3Media porque me han permitido parar cuando lo he necesitado. Sin embargo, me consta que en este sector se castiga mucho a las mujeres embarazadas. Por ejemplo, si conduces un programa que funciona a temporada por año, muchas mujeres no se pueden permitir parar por un embarazo. 

¿Qué relación ves que hay entre el mundo empresarial y la gestación subrogada?

Si ponemos el foco en algo más pequeño, en la venta de óvulos también hay empresa. De hecho, en España es ilegal comprar óvulos. Se supone que te pagan por los problemas que te pueda ocasionar el tratamiento de la extracción de los óvulos: el que tengas que someterte a medicinas etc… Sin  embargo, si no te sometes a la intervención, no te pagan. ¿Qué significa esto? Que la realidad es que te pagan por los óvulos. 

Con la explotación reproductiva se dice exactamente lo mismo. Se argumenta que se paga por las molestias que puede tener mujer tiene al ceder la capacidad de gestar, sin embargo, la mirada empresarial que tiene la explotación reproductiva se ve muy fácilmente en el hecho de que se supone que las mujeres podemos ceder nuestra capacidad de gestar. Como si un embarazo no ocupara todo tu cuerpo, desde este pelo de la cabeza hasta la ultima uña de tus pies. Es decir, como si una mujer pudiera decir: “Voy a alquilar mi útero durante 9 meses. Es un dinero que voy a adquirir exclusivamente por esta transacción”. Cuando realmente un embarazo pone en riesgo una vida, porque existen los riesgos médicos, el cerebro cambia de forma de manera permanente y el cuerpo también. Esta mirada viene de la cosificación absoluta de la mujer. No podemos ofrecer durante 9 meses de nuestra vida como si fueramos empresarias de nuestro cuerpo. Ahí es donde está la empresa. 

Sindy Takanashi lidera el programa Las Uñas en (A3Media) en Flooxer.

¿Qué entrevista consideras que ha sido la más complicada de tu carrera y por qué? 

Mi entrevista más compleja es la de Asunción Casasola. Espero que los lectores se interesen del mayor error judicial que ha tenido España en términos de violencia de género, ya que es un asesinato que no termina siendo condenado como tal. Es muy duro ver a una madre que ha perdido a su hija. Yo en su lugar probablemente no estaría aquí. Tuve que prepararme con mi psicóloga para enfrentarme a ella, así como canalizar la represión del llanto. Nunca he hecho una pregunta tan dura como la de preguntarle a una madre cómo ha podido seguir respirando después de que hayan asesinado a tu hija. Creo que nadie está preparado para que asesinen a tu hijo o hija. De las cosas más terribles a las que se puede enfrentar un ser humano. 

¿Qué consejo le darías a las mujeres de hoy en día teniendo en cuenta el contexto actual, no sólo en España, si no en el mundo?

Creo que es básico que nos pongamos en el centro de nuestras propias vidas. Se nos ha educado para ser cuidadoras y personas entregadas. Esto nos llevara de una forma directa a cambiar nuestra forma de relacionarnos con los hombres. Tenemos una responsabilidad en esto. 

Una frase que me dijo Ana de Miguel, filósofa, me marcó mucho al empezar el podcast de Queridas Hermanas: “Para los hombres, las mujeres somos un complemento de sus vidas. Sin embargo para nosotras, ellos son el centro de nuestras vidas”. El hecho de dejar de relacionarnos de esa forma con los hombres hará que mujeres, niñas o ancianas sepan que nunca es tarde para cambiar las cosas.