Victoria Alonso (Buenos Aires, 1965) no creció entre cómics de superhéroes: pasó su infancia en La Plata leyendo las viñetas de Mafalda, heroína sin superpoderes. Acabar convertida en una de las mujeres más poderosas de Hollywood no era su horizonte, ni siquiera un sueño imposible.
Victoria Alonso quería ser actriz. Estudió primero psicología y después teatro en Seattle, y ya en EEUU su sueño fue cambiando de forma, aunque no de lugar: contaría historias, pero detrás de las cámaras. Empezó como asistente de producción audiovisual y acabó especializándose en efectos visuales en grandes compañías como Sony, Paramount Fox y DreamWorks. Cuando en 2005 recibió la llamada de Marvel, no lo dudó.
Por entonces, la franquicia estaba muy lejos de las cotas de superpoder actuales. En 1996 se había declarado en bancarrota tras el colapso de la burbuja de los cómics y cuando Victoria Alonso aterrizó allí, Marvel empezaba su plan de relanzamiento. Ella fue un activo capital en esa estratosférica recuperación, que les llevó a resurgir de sus cenizas aprovechando los derechos de los personajes que poseían para llevarlos de la tinta al cine. Victoria Alonso coprodujo Iron Man, primera película del Universo Cinematográfico de Marvel que acabaría, con los años, convertido en un auténtico imperio audiovisual valorado en más de 5.000 millones de dólares.
Después de esa cinta inicial, la argentina produjo las siguientes 23 películas del estudio, que recaudaron más de 22,6 billones de dólares en apenas diez años y cambiaron la industria del cine para siempre. Hoy es vicepresidenta ejecutiva de Marvel Studios, parte esencial del triunvirato que completan el presidente Kevin Feige y el copresidente Louis D’Esposito.
«No sé si tuve algún impedimento para llegar dónde estoy, y si lo tuve no lo vi, lo ignoré o no me enfadó», dice Alonso.
La revista especializada Hollywood Reporter la ha nombrado durante dos años consecutivos como una de las mujeres más poderosas de Hollywood, alguien que ha abierto camino para las mujeres y las latinas en una industria históricamente dominada por hombres anglosajones. «No sé si tuve algún impedimento para llegar dónde estoy, y si lo tuve no lo vi, lo ignoré o no me enfadó», dice ella. Más que sacar pecho, Alonso acostumbra utilizar sus experiencias como gasolina fílmica, y no esconde que ella está detrás del esfuerzo inclusivo de Marvel, que en los últimos tiempos fomenta personajes y tramas con mayor representatividad social. Ni Capitana Marvel, ni Black Panther se entienden sin Victoria Alonso.
Según cuenta, no borra su argentinismo en la meca del cine, e insiste en hablar en español a sus compañeros en los estudios. También a su hija, Olivia, que adoptó junto a su mujer, la actriz Imelda Corcoran. «Nada relacionado a la carrera vale la vida. Se accede con buena onda, con la determinación de llegar, aunque no me invitaran, a un lugar al que muy pocas mujeres llegaron», responde, cuando le preguntan cómo se llega hasta allá arriba.
Cuando le entregaron el prestigioso premio Harold Lloyd de The Advanced Imaging Society lo agradeció, pero dejó un recado: «Es un placer, pero espero no ser la única mujer en recibirlo, solo la primera». Aunque de momento no ha vuelto a ocurrir, Alonso conserva la esperanza de verlo: dice que aún está a mitad de su carrera, porque no piensa morirse hasta los 108 años.
«Es un placer, pero espero no ser la única mujer en recibirlo, solo la primera», dijo al recibir el prestigioso premio Harold Lloyd de The Advanced Imaging Society
A los 56 años, sigue prefiriendo a Mafalda por encima de Thor, Spiderman o cualquiera de Los Vengadores con los que trabaja de 16 a 18 horas al día. Ella misma ha convertido esa ironía en su carta de presentación: «Soy una mujer en un mundo masculino. Soy extranjera en Hollywood, soy gay, soy madre, pero más importante que nada soy argentina. Y para que sepan porqué trabajo tantas horas si a mí no me gustan los superhéroes, es para que cuando vea a un nene que quiere ir a la escuela por haber visto nuestras películas, nos demos cuenta de que a veces los superhéroes existen». Y las superheroínas sin superpoderes, también.