Es un punto de inflexión. El 2020 ha supuesto un acicate para todos, pero especialmente para las mentalidades más adversas al cambio. El ciudadano, de cualquier país del mundo, se despierta cada mañana con un aluvión informativo vinculado a la rebaja de su poder adquisitivo. Y si bien las últimas dos décadas sirvieron para experimentar lo que un sistema económico basado en el crecimiento interminable puede hacer al planeta y a la sostenibilidad de los bolsillos, la amenaza global de la COVID-19 ha terminado de airear los miedos al colapso de lo conocido sin tener una alternativa establecida y estructurada a la que agarrarse.
En paralelo, los criptotitulares en los medios generalistas se suceden desde hace unos meses a golpe de tuit: “El bitcóin se dispara”; “El jugador de la NFL Russell Okung convierte su salario a bitcóin”; “El CEO de Twitter transfiere 50 millones de la tesorería a bitcóin”; “Paypal permite la compra de bitcóin”, etc; En definitiva, quien más quien menos se ha visto inundado por la fiebre de esta moneda que, para los especuladores abre la posibilidad de mayores ganancias rápidas a corto plazo; mientras que para los que quieren mantener el valor de sus ahorros y/o confiar en la creación de un sistema económico más equitativo, justo y transparente, se perfila como un dinero refugiado de las decisiones político económicas, no exento de riesgos.
La llegada de un mayor flujo de inversores institucionales y el reducido tamaño de este mercado, muy sensible a las oscilaciones de la demanda, provocaban, el diciembre pasado, una revalorización anual del 283% del rey de los criptoactivos hasta nuevos máximos históricos. Lo nunca visto. La moneda y su tecnología (el bitcóin y Bitcoin), creadas por un tal Satoshi Nakamoto al que nadie puede poner cara, seguida y desarrollada por un número cada vez mayor de idealistas ciberhunks decepcionados por un sistema económico que favorecía la opacidad y la desigualdad, se convertía este 2020 en la golosina del sistema que lo denostó. Como antecesores, las grandes fortunas y los inversores cualificados hicieron multiplicarse los fondos alternativos (hedge funds) especializados en monedas sintéticas. Según constata en el último informe de la consultora PwC, de los 150 hedge funds existentes en la actualidad, dos de cada tres se crearon entre 2018 y 2019 y sus rendimientos medios en 2020 superaron el 30%.
Muestra del cambio de las reglas del juego han sido movimientos como los de BlackRock quien hace apenas unos días comunicaba a la Comisión de Bolsa y Valores de EEUU (SEC) su intención de incluir al bitcóin dentro del universo elegible de dos de sus fondos. En octubre, la gestora estadounidense Stone Ridge reveló que controla 115 millones de dólares en bitcóins, a través de su filial New York Digital Investment Group. En mayo, el multimillonario estadounidense Paul Tudor Jones (con una fortuna que supera los 5.000 millones de dólares gracias a los hedge funds) también reconocía que está destinando una parte de su cartera a comprar bitcóins, para proteger sus inversiones de la inflación que viene de la impresión de dinero de los bancos centrales.
“Pero quien realmente ha marcado un hito y abierto en grande la puerta a bitcóin ha sido Microestrategy”, explica el portavoz de eToro en España, Javier Molina. Su CEO, Michael Saylor, aprovechaba las últimas caídas de enero para hacerse con otros 10 millones de dólares de la moneda electrónica. De esta manera, la compañía especializada en programas de gestión empresarial en la nube repite el movimiento que realizó el año pasado cuando invirtió 425 millones de dólares de su tesorería, entrando así en el radar de varios fondos de inversión. La última compra tuvo un coste promedio de 31,808 dólares por cada bitcóin y se suma a las últimas compras del administrador de activos Grayscale, que también quiso beneficiarse de las bajadas mientras que otros vendían.
En Europa, más de lo mismo. Ni a los más reacios hasta la fecha se les escapa que a pesar de su loco vaivén, el joven bitcóin y la industria blockchain ha conseguido capear todas sus burbujas con éxito. “Nos llaman con interés de invertir hasta fondos de pensiones”, afirma el CEO del primer criptobanco español Bit2Me, Leif Ferreira, que insiste en que el mayor valor de bitcóin no es ni su rentabilidad a corto plazo, ni su algoritmo, sino la red internacional de desarrollo tecnológico infranqueable que lo sostiene, imposible de imitar por las criptoiniciativas de los bancos centrales. “No hay que olvidar que todo este interés por la transparencia y la adaptabilidad a los fallos (que existen) del sistema blockchain llega cuando todavía Bitcoin no ha superado la fase beta del software. Ni siquiera estamos en la versión 1.0. Estamos en la 0.21. ¿Te imaginas lo que puede suponer esto en un futuro?”.
“Aumenta la presión por comprender el funcionamiento de este nuevo sistema que apunta a la tokenización de las transacciones, no porque vayamos mañana a pagar todos en el supermercado con bitcóin, de la misma manera que no lo hacemos con un lingote de oro”, aclara el portavoz de eToro, sino porque, hasta que llegue ese momento, “bitcóin se perfila como un mejor dinero que el actual. Ahora permite diversificar la cartera y actuar como un activo refugio como lo hace el oro. De momento lo que recomiendo es tener un 5% de la cartera expuesto. No más”.
El consenso de analistas converge en estimar el potencial alcista del bitcóin, pero la disparidad de las previsiones concuerda con la volatilidad de la moneda. Según estos, durante este 2021 podríamos estar viendo a la principal criptodivisa navegar entre los 50.000 dólares que augura Bloomberg hasta los 300.000 dólares estimados por Citibank, pasando por los 146.000 dólares que pronostica ahora JP Morgan, después de recelar de la moneda binaria desde su nacimiento. Con semejante panorama muchos inversores tienen prisa por no dejar escapar la oportunidad.
¿Cómo entrar al mundo cripto?
Formar parte del criptomundo sin morir en el intento es una cuestión que se plantean, no solo los particulares que se ven dirigidos únicamente a la compraventa mientras esquivan las estafas que circulan por la web, sino también los gestores que tratan de satisfacer la demanda de los inversores diseñando vehículos acordes a sus estrategias y perfiles de riesgo, en medio de una incertidumbre legal global. El resultado es la escasez de productos regulados sumergidos en una vasta amalgama de vehículos entre los que discernir. De hecho, Cryto Fund Resarch ha pasado, en un par de años, de contabilizar apenas un centenar de ellos a 800 diferentes tipologías de cripto y activos digitales en el mundo.
“Muchos inversores están buscando la forma de tener exposición directa a las criptomonedas, pero no es fácil”, afirma Eneko Knörr, cofundador de Onyze e impulsor en 2017 del primer intento frustrado de crear un fondo de inversión de estas características en España con Pheidon. “Ahora pueden comprar bitcóin ellos mismos y asumir el riesgo de custodiarlos sin perder la contraseña o acudir a una plataforma de custodia. Pero los inversores, en general, quieren un fondo que replique el precio. Quieren un ETF (Exchange Traded Fund o fondo cotizado en bolsa), por comodidad y también porque muchas entidades de inversión, por estatutos, no pueden invertir de otra manera que no sean fondos regulados”, aclara.
En EE UU, la oferta es muy limitada. Aunque la presión es cada vez mayor y el nuevo presidente de la SEC podría terminar abriendo la puerta a la iniciativa, no existe un ETF de criptomoneda de momento. Lo que hay son sustitutos. Es el caso de Grayscale, cuyo BitcoinTrust constituye la mayor parte del total de activos gestionados con una valoración cercana a los 20.000 millones dólares, casi el 3% del total de activos gestionados. “Pero es un TRUST,” explica el experto de eToro, Javier Molina, “un vehículo legal que puedes comprar desde España, pero como es una cosa rara que ni es un fondo ni es un ETF, el diferencial que pagas respecto al precio o prima es muy alto. Es de los que más se utiliza, pero porque no existe otro. En el momento que exista un ETF, Grayscale caerá”, concluye.
En Europa hay más opciones. No en España, dónde a pesar de las actuales negociaciones la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) todavía lo impide, pero la mayor receptividad regulatoria de países como Suecia, Suiza o Alemania han permitido la creación de varios vehículos de inversión ETPs (Exchange Traded Product o producto cotizado en bolsa), que tratan de emular las características de los ETFs. Es decir, también operan en mercados organizados ofreciendo la accesibilidad y menores comisiones que ofrecen los ETFs, pero mantienen diferencias a considerar. Son los ETNs (Exchage Traded Notes) y ETCs (Exchange Traded Commodity). Los últimos en llegar han sido el CS Physical (BITC), lanzado hace a penas unos días, y el Bitcoin Exchanged Traded Crypto (BTCE) que, creado a mediados de 2020 acumula una rentabilidad semestral del 145%.