Hace tres años, el reloj Code 11.59 by Audemars Piguet Starwheel asombró al mundo por su interpretación de la hora errante, que, de todas las complicaciones relojeras existentes, es una de las más desconocidas. Ancla sus orígenes en el siglo XVII, y la firma independiente Audemars Piguet, que la dominó en tiempos pasados, la rescató del ostracismo en 1991, y hasta 2003 produjo 30 piezas de diferentes colecciones con este mecanismo. En 2022 la llevó a su línea más joven, Code 11.59 by Audemars Piguet, a un modelo carente de agujas, con la excepción de la del segundero. Combinaba la venturina azul de la esfera con el oro blanco, la cerámica negra y el caucho negro de la correa. Pues bien, en 2025, cuando la marca ha cumplido 150 años, el ejemplar ha regresado, con una versión que también presenta la carrura octogonal y la corona de cerámica negra, pero esta vez con el bisel, las asas esqueletadas y el fondo de la caja en oro rosa y venturina negra en el dial.
Como aquel, mide 41 mm de diámetro y 10,7 de grosor. Y la hora se indica en la esfera mediante los números dorados de tres discos negros opalinos de aluminio levemente abovedados que giran sobre sí mismos y sobre un rotor central que efectúa una rotación completa en tres horas, señalando con pequeñas flechas los minutos en una ventanilla con forma de arco. De ahí viene su nombre Starwheel, que hace alusión a los tres tornillos de estrella que fijan los discos de las horas sobre la gran rueda central.
Las horas bailan como planetas entre estrellas, tal es la impresión que imprime la venturina. La esfera está protegida por un cristal de zafiro de doble curvatura. La aguja, de oro y ligeramente curvada en la punta para seguir el relieve de los discos, indica los segundos como en un reloj tradicional.
El nuevo Starwheel mantiene el movimiento de carga automática con el que resurgió en 2022. El Calibre 4310 aporta horas, minutos y segundos, y se deriva del Calibre 4309, al que se le añade un mecanismo de hora errante. Proporciona una reserva de marcha de unas 70 horas y late a una frecuencia de 28.800 alternancias/hora (4 Hz). Visible a través del fondo de cristal de zafiro se halla una masa oscilante de oro rosa de 22 quilates junto con unas refinadas decoraciones. Su precio asciende a 59.900 euros, como el de su predecesor de oro blanco, que aún permanece en la colección.
La historia de la hora errante
El sistema de hora errante que apareció en el siglo XVII surgió a partir de una petición especial del papa Alejandro VII, tal y como relatan en Audemars Piguet. Aquejado de insomnio, agravado por el tictac de su reloj, el sumo pontífice encargó un “reloj de noche” silencioso y fácil de consultar en la oscuridad. Los hermanos Campani, tres relojeros asentados en Roma, se hicieron cargo del problema y le presentaron el primer instrumento con la indicación errante, en el que la hora completaba un semicírculo en una ventanilla iluminada desde el interior con los cuartos de hora. Ese fue el precursor del sistema de hora errante.
A partir de finales del siglo XVII, la complicación se incorporó a los relojes de bolsillo, donde aparecía sin retroiluminación. Aunque la ventanilla en forma de arco seguía midiendo 180 grados, la graduación de los minutos se sumaba a la de los cuartos de hora para ofrecer una mayor precisión. Durante el siglo siguiente, estos relojes constituyeron un prestigioso regalo, a menudo con la imagen de personajes ilustres.
Pero en el XIX perdieron adeptos. Entonces se caracterizaban por la presencia de un sector de 120 grados para facilitar la lectura y por la desaparición tanto de la indicación de los cuartos como de la pequeña ventana de las horas. En ese momento apareció la hora errante de 360 grados, antes de ser reemplazada paulatinamente por la hora saltante típica del periodo art déco durante la primera mitad del siglo XX.
En 1989, un relojero de Audemars Piguet redescubrió el sistema de hora errante en un artículo de la revista Journal Suisse d’Horlogerie’ y en 1991, tras 18 meses de desarrollo, se presentó el primer reloj de hora errante de la manufactura, bautizado como Starwheel, que desvelaba el misterio del funcionamiento al mostrar su mecanismo.
