Hay quienes construyen empresas y quienes construyen universos. Julio Bruno pertenece a los segundos. A sus sesenta años, tras cuatro décadas liderando reinvenciones en tres continentes y en 15 empresas de múltiples sectores —del retail y la tecnología a los medios y la hostelería—, hoy preside Lío Group, la marca que ha elevado el cabaret mediterráneo a la categoría de arte global. Un concepto que mezcla alta gastronomía, espectáculo y club nocturno en una experiencia sensorial única. “Lío es el negocio de la felicidad”, dice riendo. “Vendemos alegría, belleza, energía, todo el mundo bailando… una locura. Es un trabajo serio, pero de emociones.”
Después de conquistar Ibiza, Mykonos, Mallorca y Londres, el siguiente paso será Dubai y posiblemente Madrid, donde Bruno está evaluando la apertura de un nuevo Lío. “La presidenta Ayuso me dijo: ‘tienes que traerlo’, y no es mala idea. “Madrid está viviendo un boom cultural increíble, pero hay que hacerlo con cabeza”. Lío suele abrir unos pocos meses al año allí donde vaya. “Si lo haces de forma permanente, pierde magia,” reconoce. “La exclusividad es parte del encanto y hay que tener cuidado porque hoy con las redes sociales lo que está de moda cambia muy rápidamente”. Como Las Vegas, donde Bruno operó con éxito un formato pop-up de Lío durante cuatro años pero acaba de poner en pausa el plan de desembarco permanente ante una caída del 30% de la asistencia de público a la ciudad de los casinos y el entretenimiento, resultado de la política de Trump. “Volveremos,” afirma con su gran sonrisa contagiosa.
El negocio de la felicidad
Con Paul Chamorro y Joan Gracia del Grupo Tricicle como directores artísticos, Lío Group es mucho más que un dinner show. Cada noche, 30 artistas —cantantes, bailarines, acróbatas de primer nivel— se mezclan con el público en una experiencia que es a la vez teatro, restaurante y club. “La gente no quiere solo comer; quiere sentir. Vivimos hiperestimulados, así que tienes que ofrecer algo que le vuele la cabeza al espectador.”
El formato funciona: los locales de Lío superan las mil personas por noche, con tickets que rondan los 300 euros y una demanda que crece año tras año. Su expansión a Dubái y el regreso previsto a Las Vegas consolidan la marca como referencia mundial del cabaret contemporáneo. “Lo que antes era burlesque ahora es experiencia total: diseño, moda, cocina, música, arte… todo conectado.” Un concepto nuevo que refleja la profunda transformación que vive el sector del entretenimiento nocturno, un negocio en pleno crecimiento que genera entre 75.000 y 95.000 millones de dólares de ingresos a nivel mundial, y donde despuntan especialmente las experiencias híbridas y los formatos ‘instagramables’ que demanda el consumidor actual.
De Gijón al mundo: curiosidad como destino
Nacido en Gijón en una familia numerosa, hijo de un funcionario filósofo y de una maestra emprendedora, Julio Bruno aprendió pronto que el conocimiento era libertad. “Mi madre fue la única del barrio que trabajaba. Tenía su academia cuando las mujeres necesitaban el permiso del marido hasta para abrir una cuenta bancaria. Esa independencia la llevo grabada.”
A los catorce años él ya trabajaba de albañil en verano para pagarse los estudios. A los diecisiete se marchó de casa para perseguir su sueño, que era llegar a CEO y vivir en Nueva York. Tras hacer el servicio militar como voluntario paracaidista, su primera parada fue Londres, donde estudiaba por las noches en la Birkbeck University y trabajaba de día en Diageo. “Siempre fui curioso, quería aprender de todo. Por eso cambié tantas veces de país y de sector. Aprender me divierte: saber algo que ayer no sabías es una sensación maravillosa.”
Esa curiosidad, unida a su capacidad de trabajo y su determinación por integrarse en la cultura anglosajona —“tomé clases de pronunciación tanto en Londres como en NY porque quería hablar inglés perfecto; al final entendí que el acento eres tú”—lo llevaron por la senda del crecimiento, de Regus a Travelport, y de Tripadvisor a Time Out, siempre adelantándose a su tiempo y sin conocimientos previos de la industria “Fue muy bueno llegar a una empresa y no saber del sector porque me dedicaba a preguntar todo y a darle la vuelta a todo, utilizando la imaginación,” afirma Bruno.
Time Out: cuando los medios se convirtieron en experiencias
Su gran salto llegó en 2015, cuando asumió la dirección global de Time Out Group, la legendaria marca británica propiedad entonces del private equity Oakley Capital, que debía reinventarse para sobrevivir a la era digital. “Era una empresa en pérdidas, una revista gratuita que nadie quería ya. Decidí convertirla en una marca experiencial. Si hablábamos de lo mejor de la ciudad, ¿por qué no ser parte de ello?”
De esa idea nacieron los Time Out Markets, templos urbanos de gastronomía y ocio que combinaban lo mejor del periodismo cultural con el arte del hospitality. “Compramos el mercado de Lisboa y lo transformamos. Luego abrimos en Nueva York, Miami, Boston, Ciudad del Cabo, Dubái… Era un modelo nuevo: medio más experiencia.”
Bruno sacó la empresa a Bolsa en 2016, “una semana antes del Brexit”, y el proyecto fue un éxito rotundo hasta que llegó el Covid. “Tuvimos que cerrar todos los mercados y despedir a casi todo el mundo, perdimos el 80% de nuestro valor en bolsa de un día para otro. Fue durísimo. Pero en vez de rendirnos, transformamos a la marca en ‘Time In’: el mejor contenido para hacer en tu ciudad, pero desde el salón de tu casa”. Cuando Time Out volvió a beneficios en 2021, Bruno decidió dar un paso al lado. “La había puesto en beneficios dos veces. Ya era hora de dejar que otros siguieran el viaje.”
Asesor, inversor y comunicador incansable
Instalado en Londres, reparte su tiempo entre varios proyectos. Es dueño de dos restaurantes, socio de Mercato Metropolitano, mercado sostenible de referencia en la city, y fundador de BeBeMe, una importadora de vinos y enotecas con alma italiana. “Las nuevas generaciones no beben vino y eso es un problema —bromea—, porque el vino desinhibe y une, y eso también es felicidad.”
Además, invierte y asesora a startups en tecnología, salud, alimentación y hospitality. “No tienes que saber de todo, pero sí rodearte de los mejores”.
Su curiosidad lo ha llevado también a la escritura y la comunicación. Es autor del libro “Passion to Lead” y escribe una columna de política internacional en La Nueva España. “Escribir el libro fue terapéutico,” confiesa, y reconoce el orgullo de haber escrito su primer libro en inglés, en lugar de en su idioma materno. “Me gusta pensar y analizar. Aunque hable de política, en el fondo escribo sobre personas.”
España, el turismo y el futuro del ocio
Desde su posición como miembro del Consejo Nacional del Turismo, Bruno observa con lucidez los dilemas del país. “España tiene una imaginación infinita, pero también una terrible crisis de identidad”. El país “se llena de turistas, pero éstos no se sientan a la mesa.” Advierte del riesgo de la masificación y del impacto de plataformas como Airbnb: “atraen un tipo de turismo que no deja un duro y han generado una crisis de vivienda horrorosa.” En contraste, reivindica un turismo de calidad y experiencias memorables. “El turismo experiencial, ese que te cambia el ánimo o te hace sentir parte de algo, es el futuro”.
Tres lecciones de un gamechanger en serie
Si algo resume la impresionante trayectoria de Bruno es su capacidad de reinventarse sin miedo, una y otra vez. ¿Sus tres consejos para lograrlo? “Primero, conócete. Si no sabes quién eres ni qué te gusta, no llegarás a nada. Para ser brillante, tiene que gustarte lo que haces”.
“Segundo, no te mientas a ti mismo. Mírate al espejo con verdad porque es muy fácil auto-engañarnos. Ahora además ChatGPT te va a decir lo maravilloso que eres, porque está programado así”.
“Y tercero, haz lo que quieras hacer. No estés esperando a que alguien venga y te descubra. Hoy las personas estamos consumiendo información estúpida en redes, sin movernos. Eso nos ahoga a nivel personal, político y comunitario”.
Julio Bruno es, ante todo, un optimista ilustrado. Un hombre que ha hecho de la curiosidad su brújula y del cambio su hábitat natural. “Me queda al menos una reinvención más,” dice con una sonrisa cómplice. La vida, como los buenos espectáculos, merece un bis.
