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Lista Forbes | Las familias más ricas de España 2025

Las cien mayores fortunas de España alcanzan los 292.100 millones de euros, casi un 6 % más que el año pasado. La riqueza se consolida en la cúspide y el mapa patrimonial del país muestra una recomposición que premia la gestión paciente y castiga la deuda.

El dinero no duerme, pero en España sueña en familia. En 2025, los grandes apellidos del capital español suman 292.100 millones de euros, 16.600 millones más que en 2024. El avance es más pausado –un 5,72% frente al 28% del año anterior–, pero suficiente para consolidar la fortaleza estructural de la empresa familiar en un entorno económico que mezcla moderación del crecimiento, inflación persistente y un nuevo ciclo político incierto.

El mensaje es claro: los clanes empresariales no solo sobreviven, redefinen la estabilidad. Mientras la macroeconomía oscila entre tipos altos y desaceleración, los grandes patrimonios se reacomodan, priorizando caja, activos tangibles y diversificación internacional. La élite económica española, más madura y selectiva, entra en un ciclo de riqueza silenciosa, menos dependiente de la euforia bursátil y más anclada en el largo plazo.

El reinado de Ortega

En la cumbre, la familia Ortega mantiene su hegemonía indiscutible con 120.000 millones de euros. Es la misma historia de siempre y, sin embargo, cada año parece nueva: una fortuna tan descomunal que supera la suma de las cincuenta familias siguientes. El descenso respecto a los 131.680 millones de 2024 no altera la jerarquía. A través de Pontegadea, el imperio textil de Inditex continúa expandiendo su músculo inmobiliario y energético: rascacielos en Londres y Nueva York, parques eólicos, centros logísticos y participaciones estratégicas en gigantes de la energía. El estilo Ortega sigue siendo el mismo: bajo perfil, visión a décadas y una estructura que convierte cada euro en patrimonio productivo.

En segunda posición, la familia Del Pino Calvo-Sotelo asciende hasta los 16.200 millones de euros, reflejo del éxito continuado de Ferrovial tras su traslado a Ámsterdam y su cotización en el Nasdaq. La expansión internacional del grupo, con presencia en infraestructuras de movilidad y concesiones sostenibles, ha reforzado la riqueza de los hermanos Del Pino, que diversifican en fondos, energía y capital riesgo.

El tercer peldaño del podio lo ocupa la familia Roig, dueña de Mercadona, con 14.400 millones de euros. Su crecimiento sigue siendo un caso de estudio: una empresa doméstica que, en plena desaceleración del consumo, logra incrementar márgenes gracias a la eficiencia logística y a una política de precios que fideliza. Juan Roig y Hortensia Herrero encarnan una visión de capitalismo austero y productivo que ha convertido a Mercadona en símbolo de resiliencia.

El cuarto lugar es para la familia Puig, que consolida su transformación tras la salida a bolsa del grupo homónimo. Con 8.500 millones de euros, el linaje catalán detrás de Carolina Herrera, Paco Rabanne o Charlotte Tilbury demuestra que la moda y el perfume también pueden ser negocio industrial de gran escala.

En quinta posición, Juan Carlos Escotet y su familia alcanzan 6.500 millones de euros, reflejando la solidez del grupo financiero Abanca y su creciente presencia en Latinoamérica.

El top 10 lo completan apellidos históricos: Daurella (6.200 millones), March (6.100 millones, frente a 5.450 millones en 2024), Olivo (4.600 millones), Rubiralta Giralt (4.600 millones) y Fluxà Roselló (3.300 millones). La subida de los March es particularmente simbólica: el grupo ha rentabilizado su disciplina inversora y la apreciación de su cartera industrial y financiera, regresando al lugar que su apellido siempre ocupó en el tablero patrimonial.

Nuevos escalones

Por debajo de los gigantes, el tramo de los 1.000 a 2.000 millones es hoy el más dinámico. Aquí se mezclan dinastías centenarias con sagas emergentes que han sabido profesionalizar su gestión.

Brilla la familia Colomer Barrigón, que se dispara hasta 1.700 millones y entra en el puesto 28. Su grupo químico-farmacéutico ha multiplicado valor tras su expansión por Asia y América Latina. Le sigue el regreso de Molins, con 1.500 millones (puesto 33), favorecida por la demanda global de materiales de construcción y la modernización de su estructura industrial.

Entre los retornos destacados está Carulla, que reaparece con 620 millones de euros tras reordenar Agrolimen y reforzar su negocio de alimentación saludable, y Matutes, con 600 millones (puesto 78), impulsada por la excelente temporada turística y el auge del lujo en Ibiza.

El fenómeno de las reentradas es, de hecho, uno de los rasgos más visibles del ranking. Familias que en la pasada década habían quedado fuera –por ajustes o divisiones patrimoniales– reaparecen con sociedades reestructuradas, nuevas generaciones al mando y una gestión más rigurosa.

En la franja inferior destacan también Álvarez Navarro, debutando en el puesto 60 con 850 millones, ejemplo del vigor logístico vinculado al ecommerce; Piñero García, en el 93 con 450 millones y fuerte presencia hotelera en el Caribe; y Planes Corts, que cierra la lista con 410 millones, simbolizando el retorno del capital editorial familiar a la era digital.

El sector financiero-industrial vuelve a ser el eje de estabilidad del patrimonio español. Los March lo demuestran con su ascenso, pero también Botín-Sanz de Sautuola O’Shea, que mantienen 1.900 millones, y Koplowitz, que consolidan 1.700 millones con una estrategia prudente en patrimoniales y SICAVs.

Concentración más visible

El análisis por tramos de riqueza es inequívoco: la cima domina más que nunca.

Solo dos familias –Ortega y Del Pino– acumulan 150.600 millones de euros, más de la mitad del total. Las fortunas entre 2.000 y 10.000 millones suman 66.600 millones, mientras que el bloque de 1.000 a 2.000 millones concentra 42.850 millones. En los segmentos de 600 a 1.000 millones y de 400 a 600 millones figuran ya pocas familias, con 23.110 y 9.760 millones respectivamente.

La consecuencia es una polarización creciente: en la cúspide, pocos nombres que se hacen cada vez más grandes; en la base, un umbral de entrada que ya supera los 400 millones. La élite patrimonial se estrecha y profesionaliza, apoyándose en holdings internacionales, vehículos de inversión cruzados y estructuras sucesorias cada vez más sofisticadas.

Transición generacional

Más allá de las cifras, 2025 deja entrever una transformación de fondo. El relevo generacional se acelera, aunque de forma discreta. En los Puig, Daurella, Fluxà, Balet, Luengo o Mahou, las segundas y terceras generaciones ya participan activamente en la gestión. Se impone una mentalidad más corporativa y menos personalista: comités de familia, fundaciones patrimoniales y planificación sucesoria profesionalizada.

También se percibe un cambio cultural: mayor inversión en impacto social, filantropía y sostenibilidad, no solo como narrativa, sino como instrumento de legitimidad pública. Los Ortega amplían sus donaciones a través de la Fundación Amancio Ortega; los Roig intensifican su apoyo al emprendimiento y la educación deportiva; los Puig promueven proyectos culturales internacionales.

El patrimonio, más que nunca, busca permanencia y propósito. La riqueza deja de ser únicamente acumulación para convertirse en gestión reputacional, influencia y legado.

La suma total, 292.100 millones, resume el momento: un aumento moderado, pero un mapa más denso y estable. Los sectores que marcan tendencia –energía, turismo, infraestructuras, perfumería, banca y alimentación– siguen siendo los mismos, pero los equilibrios internos cambian. España no suma nuevos “Ortega”, pero sí multiplica los patrimonios intermedios que aspiran a consolidarse. El capital familiar español ha aprendido a convivir con la globalización, los tipos de interés altos y la competencia de fondos extranjeros. Ya no se trata de crecer rápido, sino de resistir con rentabilidad.

El resultado de 2025 no es una revolución, sino un reajuste elegante. Los viejos apellidos mantienen su poder, los nuevos se abren paso con disciplina y el conjunto proyecta una imagen de fortaleza. En la lista de este año hay más continuidad que sorpresa, pero también una certeza: la riqueza, en España, sigue teniendo raíces profundas y ramas cada vez más internacionales.

Porque, como cada noviembre, la radiografía de las 100 familias no solo mide dinero: mide influencia, historia y la capacidad de un país para reinventar su fortuna sin perder su apellido.

En esa constelación de patrimonios hay más que balances: hay continuidad cultural, tejido empresarial y una forma de entender el poder que trasciende generaciones. La riqueza familiar española es, en realidad, una narrativa de adaptación: la de quienes aprendieron a profesionalizar sus legados sin diluir su identidad; la de quienes entendieron que conservar es también una forma de avanzar.

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