El Papa Francisco ha fallecido este lunes 21 de abril, a la edad de 88 años, en su residencia de la Casa Santa Marta del Vaticano, casi un mes después de haber recibido el alta médica el pasado 23 de marzo tras una neumonía bilateral.
El argentino Jorge Mario Bergoglio fue el primer papa no europeo y el primer jesuita que fue elegido máxima autoridad de la Iglesia Católica tras la abdicación de Benedicto XVI el 13 de marzo de 2013.
El fallecimiento del Pontífice, un día después de su última aparición en público coincidiendo con el Domingo de Resurrección en el que se asomó al balcón principal de la basílica de San Pedro para impartir la bendición ‘Urbi et Orbi’, marca así el inicio de un ritual de tradición milenaria, caracterizado por un ceremonial riguroso y –en algunos aspectos– desconocido, que en los últimos años ha experimentado cambios –algunos introducidos por el propio Papa Francisco– como consecuencia de los tiempos, publica Corriere della sera.
Desde la confirmación de su desaparición hasta su sepultura… Este es el calendario para escoger al 266º papa de la historia:
La muerte del Papa debe ser certificada por el Camarlengo, que desde 2019 es Kevin Joseph Farrell, ante el maestro de las celebraciones litúrgicas y el secretario y canciller de la Cámara Apostólica. En las últimas décadas, la muerte de un Pontífice ha sido decretada por un médico. No obstante, en el pasado, el Camarlengo llamaba al Papa tres veces por su nombre de bautismo mientras le golpeaba la frente con un martillo y si no recibía respuesta, pronunciaba la frase Vere Papa mortuus est (‘El Papa ha muerto verdaderamente’). En la actualidad, según el medio italiano, dicha frase en latín aparece recogida por el Camarlengo en el certificado de defunción del Pontífice expedido por la Cancillería Apostólica, cuya publicación marca el inicio del periodo de «sede vacante».
Tras certificar el fallecimiento del Papa Francisco, su cámara y su estudio son sellados y el Camarlengo comunica la muerte al Vicario de Roma, que lo difunde al mundo entero. Las puertas de bronce de San Pedro se cierran a la mitad y las campanas suenan. El cuerpo se traslada en procesión a la Capilla Sixtina, donde será embalsamado y revestido con los ornamentos sagrados, para después ser expuesto en un catafalco a los fieles durante tres días, mientras los cardenales celebran durante nueve días los llamados “Novendiali” de sufragio . Los mismos cardenales están llamados a romper el Anillo del Pescador, que el Papa recibe durante la misa solemne al inicio de su pontificado, y el sello de plomo con el que formaliza las cartas apostólicas (desde el pontificado de Wojtyla, el anillo se cancela con un «simple» rasguño).
El funeral papal, llamado Missa poenitentialis, se celebra en San Pedro en presencia de delegaciones estatales de todo el mundo. Aunque tradicionalmente el rito se celebraba bajo el altar papal de Bernini, para el funeral final, debido a la gran afluencia de gente, se utiliza la plaza al aire libre. El cuerpo del Pontífice era colocado en un triple ataúd hecho de ciprés, plomo y nogal, y antes de ser cerrado y sellado, se le cubría el rostro con un paño de seda. Finalmente, el féretro era llevado al sepulcro bajo la basílica en las “Grutas Vaticanas” si el Papa así lo decide, ya que puede, de hecho, dejar instrucciones precisas sobre el lugar de sepultura de su cuerpo.
El Papa Francisco ha optado por modificar dicho ritual: la estructura del rito fúnebre sigue siendo la canónica (vigilia, funeral y entierro), pero una vez fallecido el Pontífice su cuerpo ya no será expuesto a la veneración de los fieles en un catafalco, sino en un sencillo ataúd de madera abierto. Otra novedad consiste en la introducción de las indicaciones necesarias para una posible inhumación en lugar distinto de la Basílica Vaticana. Francisco confirmó que había dado instrucciones para ser enterrado en Santa María la Mayor, la basílica donde iba a rezar incluso antes de ser pontífice, «en una habitación donde guardaban los candelabros. Ese es el lugar… me confirmaron que todo está listo».
15 días para elegir a un nuevo Papa
¿Y después del funeral? Para proceder a la elección de un nuevo Pontífice se debe esperar un mínimo de quince días, con el fin de que los cardenales ausentes puedan llegar a Roma para el Cónclave. Sin embargo, este periodo puede acortarse si se constata que están presentes todos los cardenales electos o alargarse por motivos graves. Así, transcurridos veinte días desde el inicio de la Sede Vacante, todos los cardenales electos presentes están obligados a proceder a la designación.
La elección del nuevo obispo de Roma suele ser secreta: los cardenales residen durante este periodo en la Casa de Santa Martha y están aislados del exterior hasta que toman una decisión unánime. además, de entre todos ellos, se eligen a nueve, de los cuales tres cuentan los votos, tres recogen los de aquellos que están enfermos y tres verifican el trabajo de estos.
Cada cardenal recibe una papeleta con la frase Eligo in Summum Pontificem (Elijo como Sumo Pontífice) en la que debe escribir a continuación el nombre de la persona a la que ha elegido. Tras ello, uno por uno se va poniendo de pie, camina hacia el altar y alza su voto diciendo «pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido«, para después depositar la papeleta en el cáliz.
Una vez han votado todos los cardenales, se cuentan las papeletas para comprobar que el número de los mismos es igual al de los votos y, después, se dice el nombre de cada candidato en voz alta, para después coser con una aguja cada voto a través de la palabra «elijo» y, en el caso de no haber decisión, se queman con aditivos químicos para que la chimenea suelte humo negro. Si a los trece días no hay decisión, se hará una pausa de reflexión.
En tal caso, se optará por votar entre los dos cardenales que más apoyo recibieron en la anterior reunión y si se alcanza un veredicto, se quemarán los votos con paja húmeda para que salga el humo blanco. Sin embargo, el elegido puede rechazar el cargo como Sumo Pontífice, por lo que se volvería a empezar el proceso, o aceptarlo, caso en el que se le preguntaría por el nombre por el que quiere ser conocido durante su papado.
A continuación, los cardenales muestran su respeto, juran fidelidad al nuevo pontífice y le rezan una oración. Una vez es oficial, la columna emite el humo blanco y eso indica a los fieles de la plaza de San Pedro que ya hay nuevo papa.
Por último, el cardenal protodiácono se encarga de salir al balcón y anunciar la emotiva frase: «Habemus papam (Tenemos papa)«. Momento en el que el elegido también aparece para dar su primera bendición Urbi et Orbe.
