El empresario Ari Emanuel es una auténtica estrella de los negocios. Menos mediático que Musk, Zuckenberg, Bezos o Gates es, sin embargo, una auténtica celebridad en los Estados Unidos, donde dirige Endeavor, la empresa que representa a los nombres más importantes del mundo estadounidense del artisteo del cine, la televisión, el teatro, el deporte (fútbol americano, hockey sobre hielo y la lucha libre) y la música. En este último apartado representa a nombres tan célebres como los de Adele, Alicia Keys, Andre 3000, Bizarrap, Bruno Mars, Bryan Ferry, Camila Cabello o Coldplay, entre otros muchos, y eso sólo de la A a C.
Pues bien, parte de su gigantesco emporio, el correspondiente a música clásica, jazz y “músicas del mundo”, puede venirse abajo de un plumazo si, como ha desvelado el Financial Times, un juez de Nueva York decide a favor del empresario ruso-estadounidense Alexander Shustorovich –presidente y CEO de IMG Artists, una, comparativamente, pequeña empresa rival de Endeavor–, por haber incumplido, supuestamente, una cláusula de no competencia que impediría a WME, propiedad de Endeavor, realizar negocios relacionados los ámbitos musicales citados y determinados festivales durante tres años, en virtud de un acuerdo de 2021 no firmado por WME.
Shustorovich apareció como de la nada en 2011, cuando dejó de ser accionista minoritario para ser copropietario de la principal agencia de representación de artistas de música clásica del mundo, que presidía Barrett Wissman. Según Financial Times, Shustorovich, había amasado su fortuna tras el colapso de la Unión Soviética, comprando la propiedad editorial de numerosas revistas científicas rusas, además de ser propietario de otros medios de comunicación rusos, empresas de publicidad y tener intereses inmobiliarios. Y asuntos más turbios, según ha publicado Billboard: traficante de uranio durante la época de Yeltsin y donante millonario de Trump.
Desde su aparición en escena, Shustorovich ha ido dejando de lado a Wissman y diez años después ya ejercía el control mayoritario de la empresa, a la que, manteniéndose siempre fuera de los focos, había dado la vuelta como un calcetín, convirtiéndose en el auténtico jerarca del negocio mundial de la música clásica, algo a lo que contribuyó la pandemia de covid-19, subvencionando a IMG Artists con su propio dinero en un momento en que la gestión artística de la música clásica quedó devastada: 3,5 millones de dólares, que constituyeron una aportación de capital adicional y le daba derecho a acciones de la empresa a su valor de mercado, determinado por una tasación independiente, y que terminó convirtiendo a Shustorovich en accionista mayoritario. Propietario a partir de ese momento del, aproximadamente, 76% de la agencia, se le despejó el camino para activar los llamados derechos de “arrastre” que obligarían a los inversores minoritarios, incluido IMG Talent –que, pese a su coincidencia parcial de nombre, no forma parte de IMG Artists, sino que pertenece a… ¡Endeavor!–, a vender sus participaciones en IMG Artists a una entidad que controla Shustorovich, conocida como Classical Talent Management Ventures. Si el acuerdo se completa, IMG Talent recibirá 70.000 dólares por su participación del uno por ciento en IMG Artists, quedando sujeta a una cláusula de no competencia…
La pelea legal entre el magnate Alexander Shustorovich e IMG Talent –cuya filial WME se enfrenta a la perspectiva de perder una parte de su cartera musical ya que el empresario ruso-estadounidense presentó en octubre de 2023 una demanda para hacer cumplir un laudo arbitral que sostiene que IMG Talent debe vender su participación en IMG Artists a Shustorovich– comenzó en 2021, año en el que IMG Talent se negó a firmar el acuerdo de compra.
En un artículo publicado el pasado 15 de noviembre en Hollywood Reporter se explica que, en un arbitraje resuelto en 2023, se determinó que la cláusula de no competencia es “incuestionablemente un término o condición” del acuerdo y “debe ser cumplida” por IMG Talent y sus filiales. Y, seguidamente, el 22 de octubre, IMG Artists presentó una demanda contra WME ante el Tribunal Supremo del Estado de Nueva York.
“Si los artistas de WME están en juego, eso no significa que vayamos a quedárnoslos todos, pero lo intentaremos”, ha asegurado Shustorovich, que tiene planes de ampliar la empresa de gestión musical. Entre los artistas representados por WME en los apartados sobre los que recae el litigio figuran, entre otros, Kenny G, Patti Labelle, Warren Haynes, Thievery Corporation, Esperanza Spalding, Barry Manilow o la mezzosoprano Katherine Jenkins..
La cláusula de no competencia podría afectar a todas las operaciones de WME –empresa valorada actualmente en unos 13.000 millones de dólares–, porque prohíbe a la gran agencia de talentos dedicarse, “directa o indirectamente”, en cualquier parte del mundo al “negocio de una agencia de management” con respecto a la música clásica, jazz o las músicas del mundo, artistas de danza o festivales. A lo largo de los últimos tres años WME obtuvo en esas áreas 1.390 millones de dólares en ingresos brutos y 108 millones en comisiones, según un análisis de 26 artistas de la agencia realizado por una empresa externa por encargo de los abogados que representan a Shustorovich, como cita Hollywood Reporter. Entre los clientes de WME figuran toda una constelación de artistas latinos, que bien podrían entrar en la categoría de “músicas del mundo”, ampliamente conocidos en España: Café Tacuba, Bizarrap, Bomba Estéreo, Becky G, Farruko, J Balvin, Juanes, Julio Iglesias Jr., Luis Miguel, Nathy Peluso, Nicky Jam, Pitbull, Selena Gómez o Shakira, entre otros muchos. Además de un amplio negocio de festivales.
En un comunicado, WME calificó de “intento de apropiación de tierras” las afirmaciones de que está sujeta a la cláusula de no competencia. Y añadía: “El acuerdo original entre IMG Artists e IMG Talent se firmó hace décadas y es anterior a la adquisición de IMG por parte de WME”. El enfrentamiento se produce por el alcance de la cláusula de no competencia. WME es una agencia, mientras que IMG Artists es una empresa de management. Hay una diferencia fundamental entre ambas: los agentes, que deben obtener licencias en la mayoría de los estados de Estados Unidos, consiguen trabajo para sus clientes, mientras que los managers asesoran sobre su carrera, aunque la línea divisoria entre ambos trabajos se está difuminando a medida que el sector evoluciona hacia un negocio en el que a menudo se solapan las responsabilidades. Si WME se niega a cumplir la cláusula de no competencia, podría optar por impugnar el alcance de la misma y probablemente se evaluaría caso por caso. Para ello habría que analizar, por ejemplo, qué se entiende por “músicas del mundo” o “jazz” en las distintas jurisdicciones. Por otra parte, si IMG Artists se impone en el caso sobre WME, seguiría teniendo que operar con arreglo a las normas de gestión, lo que le expondría a litigios y a perder comisiones si se inmiscuye en el trabajo reservado a los agentes.
“Se trata de un tipo estándar de cláusula de no competencia que se aplica habitualmente a las partes contratantes y sus filiales, y el árbitro, un juez federal jubilado, ya ha dictaminado que es vinculante –declaró Stuart Karle, consejero general de IMG Artists, a Hollywood Reporter–. Confiamos en que los tribunales harán cumplir la cláusula de no competencia en adelante contra IMG Talent y sus afiliados que conforman el Grupo Endeavor”. Las partes, según informa Financial Times, en un artículo posterior al de Hollywood Reporter citado anteriormente, se han sometido ya a dos rondas de arbitraje en Nueva York y ambos fallos han sido favorables a Shustorovich.
En la actualidad, IMG es la mayor agencia de música clásica del mundo, tras el colapso de su mayor rival en Estados Unidos, Columbia Artists Management. Su único posible rival, por tamaño, es la agencia londinense de clásicos HarrisonParrott. Pero IMG tiene un mayor alcance mundial, con diez oficinas en siete países, y también más diversidad, con departamentos de jazz y músicas del mundo, y espectáculos como un tributo a Aretha Franklin. Salvo acuerdo de última hora, las dos partes se reunirán la próxima semana en un tribunal de Nueva York para determinar si Shustorovich puede exigir a WME el cumplimiento de la cláusula de “no competencia” de tres años. Si se impone, podría sacudir segmentos del sector mundial del espectáculo en vivo y costar a WME millones de dólares en ingresos perdidos y Shustorovich contará con un competidor menos en el sector. WME era una “gran sombra sobre nuestra expansión”, ha afirmado Shustorovich a Hollywood Reporter. “Liberados de esta sombra, podremos pasar a espacios más soleados, y tenemos el capital para ello”.