“La muerte es el verdadero objeto de nuestra existencia”. Estas palabras escritas por Mozart no son menores. El final, nuestro final, es un habitual en la cultura europea ligado a un dolor infinito por la pérdida o por el tránsito hacia otra existencia. De ahí la importancia de este argumento del músico por antonomasia: para este prodigio se convierte en un aliado más del ser humano. Por eso, tal vez, su música religiosa es también sinónimo de júbilo.
Así puede escucharse en Réquiem, su última obra inacabada, una misa pensada para acompañar un oficio de difuntos en una iglesia. No obstante, a pesar de su función meramente secundaria al acto en sí, esta composición ha trascendido más allá de la litúrgica y desde principios del siglo XIX puede escucharse también en auditorios. Y ahora, de nuevo reinterpretada, desde el 18 de febrero en el Liceu de Barcelona.
De la mano del reconocido Giovanni Antonini y escenificada por Romeo Castellucci, esta nueva oportunidad de escuchar los clásicos de Mozart se transforma para hablar del tiempo, del principio y del final, del renacer, de cómo la vida también puede celebrarse desde la fragilidad. Y lo hace convirtiendo esta misa en algo totalmente diferente, algo que trasciende a su versión más tradicional.
Este Réquiem pretende atraer a un nuevo público potencial y sensible para el que se ha ampliado 20 minutos más la música de Mozart al intercalarla con piezas del prodigioso menos conocidas y más profanas. El objetivo: abordar todas estas cuestiones desde otra perspectiva que se escapa de su concepción original.
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Para Castellucci, ni la vida ni la muerte son estados absolutos, sino fases en un ciclo que se renueva sin descanso, que crea las condiciones para su destrucción y su resurgimiento. Y eso es lo que precisamente tratará sobre un escenario que propone combinar todas las espiritualidades en tiempo presente.
“Tengo la sensación de que el Réquiem de Mozart, tanto la música como el texto, es particularmente ‘correcto’ para el presente. En él se puede observar la angustia que atraviesa nuestra humanidad, que es presa de la idea de la extinción, tanto de nosotros como individuos como del resto de especies”, señala Castellucci sobre una acción teatral que podrá disfrutarse desde el 18 al 26 de febrero en el Liceu de Barcelona.
Una oportunidad excepcional para acercar a nuevos públicos a esta composición tan magnánime del músico austriaco y disfrutar una vez más con una de las obras más reconocidas y difundidas de Mozart. Vida y muerte se transforman en esta alegoría sobre el ciclo de nuestra existencia. Y qué mejor que reflexionar sobre ella con música. Siempre con música.