Contrasta el entusiasmo con el que las big tech están expandiéndose por el sector de la salud, uno de los grandes asuntos tecnológicos de los últimos meses, con el estado de resignación, próximo a la postración, en el que se encuentra el sector químico y farmacéutico europeo. Desde el cierre de la última planta en Francia en 2008, no se produce paracetamol en la UE, y la quiebra de la holandesa InnoGenerics obliga a importar las 3.000 millones de pastillas al año que producía para enfermedades cardíacas o epilepsia.
En reuniones privadas, a la pregunta sobre la escasez de medicamentos, los directivos del sector químico europeo responden con un dato: deben cumplir con 20.000 folios de regulación que imponen, en muchas más ocasiones de lo que se podría suponer, una cosa y la contraria. Mientras tanto, la propia Nature Medicine despertó la inquietud entre los inversores al pintar un nuevo paradigma del espacio sanitario en el que las grandes corporaciones tecnológicas están invirtiendo “miles de millones de dólares”.
En UC San Diego Health, los cirujanos han realizado ya más de 20 operaciones mínimamente invasivas utilizando las Apple Vision Pro. Su precio, 3.499 dólares, es alto para un usuario particular, pero resulta mucho más atractivo que el de los sistemas de monitorización quirúrgica tradicionales, que pueden costar entre 20.000 y 30.000 dólares.
Zoom posee casi el 36% de la cuota de mercado entre los proveedores de telesalud y ha lanzado tres nuevas plataformas específicas para el sector sanitario. Los facultativos que usan la solución de Inteligencia Artificial (IA) para el sector sanitario de Microsoft, DAX Copilot, con más de 1,5 millones de citas médicas al mes, pueden atender a 11,3 pacientes más y dedican un 24% menos tiempo a documentación.
CB Insights incluye a líderes tecnológicos como NVIDIA, Google, Bioptimus y EvolutionaryScale en la carrera para crear modelos de IA especializados en el procesamiento e interpretación de datos biológicos complejos, para aplicaciones como análisis molecular, diseño de proteínas y descubrimiento de fármacos. Meta y Amazon han lanzado también distintos servicios para el ámbito profesional.
El futuro de la salud se mueve en dos planos llamativamente desalineados, por tanto. ¿Es posible un sistema sanitario digital e inteligente, que no sea capaz de generar los medicamentos que consume? Para que Europa recupere parte de la producción que ha perdido necesitará de una visión de la innovación más amplia.
Una de las claves del problema es que la producción farmacéutica en la UE se ha centrado en la gama de productos más complejos, que requieren plantas de fabricación de alta tecnología, mano de obra cualificada y procesos sofisticados. En consecuencia, solo el 25% de la demanda europea de medicamentos genéricos se produce en Europa, frente al 77% de los medicamentos patentados.
Sin embargo, casi el 70% de los medicamentos que se dispensan hoy en día en los centros de salud son genéricos, lo que nos sitúa ante un nivel de dependencia muy delicado respecto de China y la India, donde producir fármacos resulta entre un 20% y un 60% más barato. La guerra comercial con Estados Unidos podría jugar a favor de la repatriación a Europa de parte de esa producción, pero para hacerlo de forma económicamente sostenible hará falta la intervención pública. Algunos Estados han pedido una Ley de Medicamentos Esenciales, similar a la Ley Europea de Chips.
La idea del nuevo modelo de innovación está relacionada con la expiración de las patentes de 26 de los medicamentos de marca más vendidos, prevista para el periodo 2022-2026. Todos ellos alcanzan ventas superiores a los 1.000 millones de dólares y dejarán de estar protegidos por patentes, junto a otros 1.501 medicamentos de moléculas pequeñas, según KPMG.
Ernst & Young sitúa la brecha entre lo que las grandes corporaciones farmacéuticas podrían facturar y la realidad de su volumen de negocio, si no toman medidas para paliar los efectos del fin de las patentes, en 100.000 millones de dólares ya en 2027. Hay que sumar la complejidad de la cadena de suministro farmacéutica, que hace que un medicamento promedio dé dos vueltas al planeta antes de ser consumido y provoca que los niveles de aprovisionamiento sean tan bajos que cualquier crisis genera escasez de inmediato.
España no es ajena a este problema acuciante. Según los datos del CISMED, recogidos en el último informe anual del European Community of Pharmacists, el desabastecimiento de medicamentos creció en nuestro país en un 36% en 2023. Y conviene asomarse de vez en cuando a los impactantes datos del Indicador Patients WAIT de la asociación europea de la industria farmacéutica EFPIA. España no va mal en porcentaje de medicinas disponibles sobre el total aprobado por la Agencia Europea del Medicamento, con el 62%, pero se encuentra a la cola en el tiempo medio que transcurre desde el ok comunitario: nada menos que 661 días.
De forma que esa es la doble cara de la innovación en salud del futuro hoy: una brillante industria tecnológica saca el máximo partido a los datos, pero la decaída industria farmacéutica es incapaz de garantizar el suministro de los medicamentos recetados a partir de esa tecnología. En un imprescindible análisis, el economista de ING Diederik Stadig convierte a la sangre azul del cangrejo herradura en epítome de la crisis actual del modelo sanitario. Es la única sustancia natural, no de síntesis, capaz de detectar una toxina letal que producen las bacterias, por lo que se utiliza para garantizar la viabilidad de nuevos fármacos. La demanda mundial se ha disparado hasta el punto de situar al pobre cangrejo herradura al borde de la extinción.