Opinión Marly Kuenerz

La familia como escuela de vida

La Navidad y las reuniones familiares van de la mano. Desde el punto de vista de la psicología, la familia es nuestra escuela de vida. ¿Cómo afrontar todas los encuentros que nos depara este mes?

Camilla Parker-Bowles. © Getty

En occidente, cuando se habla del mes de diciembre, dos hitos invaden la mente: la Navidad y el fin de año. La primera pone la atención en la familia, regalos, comidas y cenas sin fin. La segunda da una idea de cambio, de fin de ciclo, casi un rito de pasaje. 

La Navidad y la familia van de la mano. Desde el punto de vista de la psicología, la familia es nuestra escuela de vida. Con ella, aprendemos lo que es prioritario, lo que es socialmente aplaudido y qué cosas conllevan rechazo y aislamiento. También nos enseña cómo pensar, cómo comunicar, qué actitudes son prohibidas o despreciables y donde poner mayor empeño, si en el trabajo, en las relaciones sociales, en la amistad o en la pareja. 

Todo esto se puede resumir en normas, que toda la familia sigue invariablemente. A veces son normas seguidas por el clan durante generaciones, de las cuales es muy difícil alejarse, porque representan la pertenencia al grupo, cosa tan fundamental para cualquier ser humano. Son maneras de ser y de actuar muchas veces no habladas, pero que todos los miembros conocen perfectamente. Algo como “en esta familia esto se hace así”.

Algunas familias priorizan el éxito en el trabajo y en el dinero, otras priorizan el arte, otras la religión o la cultura, otras dan importancia a lo intelectual o filosófico. Algunas familias quedan atrapadas en la idea de la supervivencia y usan el trabajo para alejarse de sí mismos, olvidándose de sus necesidades más básicas. Sea como sea, estos hábitos y prioridades afectan a cada uno de los miembros del clan.

La reacción a estas directrices puede variar mucho. Algunos van a seguirlas al pie de la letra y sentirse seguros al estar arropados por los demás, otros van a rebelarse y tratar de hacer lo opuesto, buscando su libertad personal, como un grito de independencia. Es común que en una familia muy tradicional aparezca un hijo o nieto que rompe con todo lo establecido y se va al extremo opuesto.

Observo que muchas actitudes sociales tienen por debajo una rebeldía contra el clan. Sobre todo, cuando son actitudes radicales. Es importante considerar que una compensación está tan desprovista de solidez personal como la obediencia ciega. Padres que no tuvieron atención de pequeños pueden asfixiar a sus hijos con atención excesiva, tratando de compensar lo que les ha faltado. Los extremos nunca han funcionado en lo que se refiere a las emociones. Y las emociones son el motor de la vida.

Navidad significa nacimiento. Consideremos que, cuando venimos al mundo, estamos completamente desprovistos de recursos. Si no nos cuida alguien, no sobrevivimos. En este momento, la familia es la salvación y pasamos a sentir que sin la familia estamos desprotegidos, desamparados. De ahí, deriva esta profunda necesidad de pertenencia.

Esta misma sensación de indefensión nos acompaña toda la vida. Para paliarla creamos el famoso ego, que no es más que nuestra necesidad de saberlo todo, manejarse en todas las situaciones, saber todas las respuestas, creando la tensión que esto provoca esta exigencia. Simplemente una omnipotencia para paliar la impotencia con la que llegamos a este mundo. 

La navidad es un momento para repensar todas estas  consideraciones. Este símbolo social brinda una oportunidad de renacimiento periódico, renovable cada año, en el que podemos buscar fórmulas nuevas y amorosas de relación, tanto con la familia de origen como la creada por nosotros.

Es una oportunidad de buscar formas de contacto nuevas y profundizar en la relación con los demás. Siempre empezando por uno mismo, pues la relación con el otro depende de la relación que tienes contigo mismo; si es amorosa y armoniosa, así será tu relación con el mundo. 

*Marly Kuenerz es psicóloga clínica, creadora del método terapéutico El Juego de la Atención y del Master en Técnicas de Terapia Transpersonal. Fundadora del Instituto Marly Kuenerz