La agitación arancelaria vuelve a encender las alarmas en los mercados, pero esta vez, la reacción en Wall Street ha sido curiosamente serena. Mientras Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, promete imponer aranceles del 25% a los productos procedentes de México y Canadá, además de un 10% adicional a los bienes chinos, los índices estadounidenses, lejos de tambalearse, alcanzan nuevos máximos y el S&P 500 sigue pegado a los 6.000 puntos. Para los más atentos, esto podría parecer un contrasentido, pero la experiencia pasada y el contexto actual ofrecen pistas reveladoras sobre por qué los mercados no están entrando en pánico.
En su primera presidencia, Trump hizo de los aranceles una herramienta de negociación preferida, desatando tormentas iniciales que a menudo se apaciguaban rápidamente. En 2019, por ejemplo, las amenazas de gravar productos mexicanos para detener el flujo de inmigrantes ilegales provocaron caídas en las divisas y sectores sensibles al comercio, pero esas tensiones se disiparon en apenas una semana con la llegada de acuerdos que dejaron el comercio intacto. Los inversores parecen haber aprendido la lección: no todas las amenazas se traducen en acciones inmediatas, y muchas veces estas forman parte de un cálculo estratégico más amplio.
Bessent y la moderación que tranquiliza a los mercados
En esta ocasión, la designación de Scott Bessent como Secretario del Tesoro juega un papel fundamental en esta dinámica. Conocido por su enfoque pragmático y su experiencia en gestión de fondos, Bessent ha sido recibido como una figura que podría moderar las propuestas más agresivas de Trump. En medio de esta incertidumbre, su presencia ha infundido una dosis de confianza en los mercados, ayudando a mantener la calma incluso frente a anuncios que, en teoría, podrían desestabilizar la economía global.
Sin embargo, no todo es tranquilidad. Las acciones de fabricantes de automóviles, empresas ferroviarias canadienses y sectores estrechamente vinculados al comercio transfronterizo han sentido ya la presión. El peso mexicano y el dólar canadiense también han perdido terreno frente al dólar estadounidense, reflejando el temor a un cambio en las reglas comerciales de América del Norte. En contraposición, sectores más orientados al mercado interno o menos expuestos al comercio internacional, como el tecnológico, han actuado como refugios para los inversores, mostrando la resiliencia estructural de la economía estadounidense.
El impacto de los aranceles en la inflación y el consumo
A pesar de esta calma aparente, el impacto potencial de los aranceles no debe subestimarse. Según Goldman Sachs, el gravamen del 25% sobre productos de Canadá podría añadir hasta 0,8 puntos porcentuales a la inflación en Estados Unidos si al menos la mitad de los costes se traslada a los consumidores. Aunque los aranceles del primer mandato de Trump apenas afectaron a la inflación general, las nuevas medidas son mucho más amplias, y el riesgo de que los precios al consumo se disparen es mayor. Sin embargo, la política monetaria sigue ofreciendo un colchón. Con la Reserva Federal inclinándose hacia recortes de tipos de interés en 2025, los mercados confían en que cualquier impacto inflacionario podría ser mitigado, neutralizando en parte los efectos de estas políticas comerciales.
El telón de fondo político también añade una capa de complejidad. Trump, consciente del peso que tiene la economía en su mandato, parece medir cuidadosamente el alcance de sus amenazas. Los analistas de Deutsche Bank han trazado paralelismos con su estrategia de 2019, donde anuncios de aranceles drásticos se cancelaron tras negociaciones rápidas y efectivas. Este enfoque ha llevado a muchos a interpretar las nuevas medidas como herramientas de negociación más que como planes concretos. Sin embargo, esto no elimina por completo el riesgo de represalias comerciales. México y Canadá han empezado a barajar contramedidas, y cualquier escalada podría trastocar los mercados en un futuro cercano.
El delicado equilibrio entre riesgo y oportunidad es lo que define este momento en los mercados. Por un lado, el recuerdo de conflictos comerciales anteriores y su impacto limitado en la economía estadounidense refuerzan la confianza de los inversores. Por otro, las promesas de Trump generan expectativas de que esta vez los aranceles podrían tener un alcance mucho mayor, afectando sectores estratégicos y añadiendo presión a una economía global que sigue adaptándose a las cicatrices de la pandemia y los conflictos geopolíticos.