David García se va y al saberlo pensé que la labor de pocos directores generales me ha importado tanto. Bajo su dirección Port Aventura se ha convertido en el lugar más visitado de España, por delante de la Sagrada Familia, con 5,5 millones de visitantes, de los que el 40% suelen ser extranjeros; ha pasado de ingresar 246 millones de euros a 302 y el EBITDA ha crecido de 112 millones a 128. El desarrollo del negocio hotelero, dentro y fuera del parque, la ampliación de la temporada y las nuevas atracciones están también entre sus méritos.
Pero también es cierto que David no ha sido un director general romántico y que la experiencia de usuario del Parque tiene mucho margen de mejora: la digitalización de los accesos es, por decir lo menos, precaria; la gastronomía, repugnante; y la gestión de las colas, un mundo por descubrir. David ha interpretado bien el negocio pero ha desatendido el sentimiento, y probablemente ha hecho bien, porque por mucho que a mí todavía me gusten los parques de atracciones desde la ilusión del niño fascinado por la mecánica, la velocidad y las lucecitas, sería engañarse pensar que soy un público mayoritario. La inmensa mayoría de visitantes de un parque temático son de un tipo de clase tan baja que sólo se ve en este tipo de recintos; un tipo de clase baja que no lo es tanto por pobre, que no acaba de serlo, sino por dejada. Una clase de personas que se han abandonado a sí mismas y a las que ya no les importa nada. Colas de una hora, a veces de dos, y bajo un calor atroz. Son personas de sobra acostumbradas a que allí donde van las pisoteen y las traten como ganado -y de matadero, no de pasto-, y a que por supuesto ni se contemple la idea de que han podido salvar algo de su dignidad. Si algún día a alguien se le ocurriera cederles la vez, tener en cuenta su sensibilidad o presumir que la tienen, quedarían tan descolocadas que no sabrían qué hacer. En estas condiciones, y en este panorama, la gestión de David García ha sido extraordinaria: más gente, más atracciones, más hoteles sobre todo fuera del parque. Más ingresos y más beneficios, y en cuanto a ti, que Dios te ampare.
Bien hecho, David, de verdad. Tú no tienes por qué inventar el tipo de público, ni su nivel de exigencia, sino llevar los negocios que te confían al máximo de tu potencial. Lo hiciste en Vueling, en Air France KLM y en LOT Polish Airlines. También lo has hecho en Port Aventura, felicidades. Alguna vez te reproché tu falta de “romanticismo” pero he de confesar que el equivocado era yo. Quien quiera lujo y romanticismo que se lo pague, pero a mucho más de 50 euros la jornada -o el trayecto volador. Y además al final hay algo que es innegable: Port Aventura está mejor de lo que estaba cuando tú llegaste. Más limpio, pese a todo más organizado, con los horarios más racionalizados, sobre todo los de Ferrari Land. Sesamo Street y Uncharted, cada cual a su manera, son dos “dark rides” memorables que para siempre te vamos a agradecer. No era fácil elegir nuevas atracciones cuando tenías Shambhala, Furius Baco o Dragon Khan. A las puertas de Halloween has inaugurado Hysteria, el primer pasaje de terror con realidad mixta. Has hecho un muy buen trabajo, que te avalará en tus próximos pasos profesionales. Aires ingleses van a llevarte, me han dicho, aunque también que no está confirmado.
La gestión de las pocas crisis que has tenido ha sido ejemplar, tanto en la eficacia para resolver el problema como en la gestión comunicativa. No has tratado de engañar a nadie y todos te hemos creído, incluso en los momentos más delicados. Tuviste a una jefa de comunicación que traicionó este espíritu y cuando te diste cuenta no te tembló el pulso y la echaste. Luego todo volvió a la normalidad. La seguridad ha funcionado sin accidentes y con atracciones cada vez más complejas. Ha sido constante la evolución de los protocolos y la minuciosidad en el mantenimiento. Es un trabajo sordo y diario, fundamental en un parque, y en el que no todo el mundo sabe que has puesto un especial empeño.
Nos deja un director general que ha sabido competir y ha ganado. Todos los registros de la compañía han mejorado bajo su mandato, que empezó en 2019. Su sucesor tendrá difícil superarlo en cifras y habrá de centrarse en las mejoras pendientes del parque para que a medio y largo plazo supongan un incremento de ingresos. El salto cualitativo en visitantes ha sido un tan meritorio logro que pronto habrá que compensarlo por progresos sobre todo tecnológicos que reduzcan las dramáticas esperas, porque aunque el público no esté interesado en su bienestar -ni sepa qué es- tenemos que conseguir que suban y bajen más rápido para poder meter a más. Pero tal como Port Aventura es hoy, que es por lo que un director general ha de ser juzgado, David la ha sabido llevar a su máximo rendimiento y valor, cumpliendo con la misión que le encomendó su patrón, Carlo Bonomi (Investindustrial), que en los próximos meses podrá vender el complejo al más alto precio.