Hasta 2005 ha sido todo un misterio. Ahora en 2024, Iris Fontbona (Antofagasta, Chile, 82 años) está considerada la mujer más rica de Latinoamérica y la décima de todo el mundo. Con un estratosférico patrimonio de 25.700 millones de euros, es la matriarca desde hace casi 20 años del imperio empresarial construido a manos de su difunto marido Andrónico Luksic, el Grupo Luksic.
Su patrimonio se extiende a diversos negocios con los que ha conseguido amasar la mayor fortuna de América Latina. Para empezar, el Grupo Luksic es dueño del 70% una de las productoras de cobre más importantes a nivel mundial, Antofagasta Minerals. Para continuar, es además accionista mayoritario con un 83% del Grupo Quiñeco, un conglomerado de empresas que tiene activos en industrias de todo tipo, como madera, transporte marítimo, cerveza y manufactura, en el que a su vez están presentes entidades tales como el Banco de Chile, CCU y CSAV. Y para finalizar, posee el control de más de un 84% sobre la cadena de complejos turísticos de lujo con el grupo hotelero Plava Laguna, que fundó la familia de su marido y que cotiza en Zagreb.
Desde que su marido falleciera en 2005, esta multimillonaria de abuelos catalanes, ha logrado mantener y aumentar el holding familiar, a partir de multiplicar sus ingresos (23.100 millones en 2023 frente a 25.700 millones en 2024) y de ampliar su alcance de negocio, como el canal de televisión Canal o la petrolera Shell en Chile.
Con negocios esparcidos por todo el mundo, desde Chile, Argentina y Uruguay, hasta Canadá, Estados Unidos y Croacia, según los registros de la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos, es la persona más rica de Chile. Pero la pregunta del millón es, ¿cuál es el origen de la mayor fortuna de Latinoamérica?
El error que originó su fortuna
Andrónico Luksic, hijo de un inmigrante croata que aterrizó en Chile, empezó a trabajar como traductor en una empresa minera sin saber que este nuevo empleo se traduciría en la causa de una gran fortuna. De repente, pasó de ser un empleado cualquiera a ser el mayor accionista de esta empresa de origen francés dedicada al cobre. Su interés por la minería se basaba en la fuerte convicción de que la tierra de su padre escondía una gran mina de este metal de transición de color cobrizo lo que le llevó a su explotación.
Sin embargo, a los 50 años fue cuando la suerte le hizo una visita en forma de una empresa japonesa. Aunque parezca mentira, una de las principales razones de la existencia de este gran patrimonio latino es un simple error. Un simple, absurdo e irónico error. El equívoco que costó millones, fue «la errónea traducción» de la propuesta de Andrónico: 500.000 pesos chilenos que los asiáticos tradujeron en dólares, resultando en un pago de diez veces a su valor original. La labor de «traductor» fue, literalmente, la causa y el efecto del éxito de tal patrimonio.
Esta inmensa e inesperada lotería japonesa permitió a la productora de cobre poder construir los cimientos de su futuro y próspero gran imperio. A principios de la década de los 60, un ya posicionado y viudo con dos hijos (Andrónico y Guillermo) Andrónico, conoció a Iris, una mujer 16 años menor que él que provenía de una acomodada familia, con la que se casó y tuvo otros tres hijos más, Paola (1962), Jean Paul (1964) y María Gabriela (1965).
Con un carácter religioso, muy familiar y algo austero, Iris vive actualmente entre Santiago de Chile, Londres, Croacia y Liechtenstein. Con las riendas de la fortuna familiar en sus manos, nunca ha participado de forma directa en la gestión diaria de dichos negocios, ya que este aspecto lo dirigen sus hijos, no obstante, tiene un papel importante dentro de las grandes decisiones estratégicas y sigue formando parte de los consejos de administración del holding. Asimismo, con el lema de promocionar la educación, la sanidad o la importancia de la justicia, dirige cinco fundaciones filantrópicas en Chile.