Han irrumpido en la era de la infantilización con un contenido excepcional, trascendental y riguroso; entretenido y altamente disfrutable desde la «humildad epistémica» con la que se enfrentan a los temas que no dominan: «No queremos pontificar ni que nos cancelen». Plantean la posibilidad de tatuarse en la teta conceptos brillantes, pero dicen tantos que no hay espacio posible.
Inés García (Arnedillo, 24 años) y Paula Ducay (Santiago de Compostela, 29 años) son las autoras de Punzadas sonoras, un podcast que reflexiona sobre los designios de la causalidad, reivindica la ruralidad, denuncia los privilegios culturales y conecta conceptos y pensadores multidisciplinares con una maestría insólita. «El rigor es esencial para nosotras y por eso nos basamos en papers académicos y grandes pensadores». No queremos que pierda calidad sino, en todo caso, que gane. Tiene que ser entretenido a la par que riguroso», explica Paula Ducay.
Su mantra es Barthes, el filósofo estructuralista francés, de quien toman el nombre –punctum (punzada) es la sacudida que experimenta el receptor de una imagen que le conecta con memorias, personas o emociones pasadas- y la obra: Fragmentos de un discurso amoroso y La cámara lúcida son sus textos de referencia. «Nosotras hablamos del Barthes que trata temas universales sobre el afecto, el amor, la relación con su madre. La clave ha sido conectarlo con otros pensadores como Remedios Zafra o Juanpe Sánchez López».
Punzadas sonoras es una madeja complejísima de ideas tejida con una capacidad sublime para asociar conceptos. «Para nosotras ha sido clave el diálogo entre pensadores y obras diferentes, como la literatura o la sociología». Transitan las disciplinas relacionando a Thomas Piketty con Yolanda Díaz o reflexionando sobre la aiaigasa (término japonés para referirse al gesto de compartir paraguas como muestra de intimidad y de cariño); el nombre propio como identidad del existir; el sufrimiento de la ausencia en la presencia; la languidez en la era de los turboconsumidores; la condición humana de ser narraciones narrantes; la transformación del deseo; la pornografía de la muerte; la vergüenza como herencia de clase; la elección de los utensilios de cocina como métodos estructurales de la mente; la conciencia de la tierra o la luz de invierno.
«Hay gente que nunca ha visto a un riojano». Inés García, que además de ser filósofa tiene un Máster en Bioética, es militante de la ruralidad. «He encontrado muchos prejuicios de gente que no entendía que yo pudiera graduarme en Filosofía siendo de un pueblo de quinientos habitantes. Cuando tenía ocho años, una persona de la Comunidad de Madrid me preguntó si sabía leer porque venía de un colegio rural».
Paula Ducay, quien dice «somatizar toda su vida por el ojo izquierdo», acaba de publicar La ternura, su primera novela. «Es liberador hablar sobre no cumplir con los plazos establecidos, tema que se sufre especialmente en la adolescencia y la primera juventud porque sientes que no encajas». Nos parece liberador hablar sobre ello para asumir la vulnerabilidad».
Son geniales pero humanas: a ellas también se les resisten el running y la pronunciación de los extranjerismos. Además, «quieren ser señoras para ser asertivas y montar pollos cuando corresponda» (reconocen «haberse hecho adultas con Punzadas»). Trabajan por dos para legitimar su trabajo: «Sentimos que tenemos dos trabajos: el podcast -que incluye documentarnos, leer y preparar los temas-, y por otro, defender que esto es un trabajo».
Sumergirse en Punzadas sonoras invita a evocarlas en el piso que comparten en Carabanchel (Madrid) mientras acarician a su gata de tres nombres, ejercen la performance generacional de abolir la plancha y ven Mad men en su proyector o releen los diario de notas y precipitaciones del abuelo Reca.