Opinión Eugenio Mallol

Reto de país: duplicar la productividad

La industria es consciente de que no hay más remedio que lograrlo sin reducir derechos laborales, porque el ritmo de actualización la competencia asiática es una apisonadora.
Foto: Arshad Pooloo/Unsplash

“Habría que hablar acerca de lo que queremos impulsar como país, que áreas de actividad, qué tecnologías”, me dice el director industrial de Grupo Antolín, Mario Sánchez. Se ha formado un corrillo tras la reunión para reflexionar sobre las grandes tendencias en industria celebrada en el Collaborate Velocity Zaragoza, que organiza Atlas Tecnológico.

Se sientan a debatir directivos de buena parte del país y de diversas ramas de actividad como el presidente de Fersa, nuestro líder en rodamientos, Carlos Oehling; el CEO del Grupo Premo y del Innova Instituto Ricardo Valle de Málaga, además de miembro de la junta directiva de Ametic, Ezequiel Navarro; Germán Arias, Emilio Anglés y Luis Mari López, de Michelin, Kellanova (Kellogg’s) y Florette, respectivamente; Eva Giner del gigante químico valenciano SPB y Marta Laso, de Nippon Gases; obviamente, el CEO de Atlas Tecnológico, Pablo Oliete.

También están el CEO de MESbook, Diego Sáez, y el fundador de Innolandia, Ángel Alba; el director regional de PwC, Javier Celdrán; el CEO de Integral Innovation Experts, José Vicente Garrido, cuyo industrial manager, Carlos Cosials, preside el sector TIC de Catalunya; el CEO de Integra, Félix Gil, y el de la transportista navarra Lodisna, Igor Beguiristáin.

Muy interesante el software de Kaira Digital, la microelectrónica para el internet de las cosas de Celestia TST y el control de calidad con inteligencia artificial de Rely, que lideran Javier Beltrán, Fran Alcalá y Sergio Pesquera; se suman Unai Antero de Tecnalia y Esther Borao del Instituto Tecnológico de Aragón (ITA), ha estado en las jornadas Alberto Aparicio de Stellantis, José Luis Casal de Bookker… en fin, un lujo.

Queda patente en la conversación la necesidad que existe en nuestro tejido productivo de proyectar un mensaje más allá de los habituales corsés institucionales. Un día antes, el presidente de PLD Space, la empresa ilicitana que ha logrado lanzar el primer cohete privado europeo al espacio, Ezequiel Sánchez, ha dicho que una de sus innovaciones más exitosas fue renunciar a los canales habituales de financiación pública y centrarse en la captación de inversión privada.

Haber tomado la vía de la Administración habría condicionado su capacidad para hacer cosas diferentes, y el ritmo. Es duro escuchar eso. Dice también que en España es más difícil financiar tecnología que desarrollarla y asegura contar con un interés comercial por los servicios de PLD Space de 470 millones de euros. No podía haber mejor empresa para un evento centrado en la velocidad de reacción.

En el encuentro con los sabios de la industria y la tecnología se fijan dos puntos de partida claros. Hay que asumir estas dos realidades: en primer lugar, el sector tecnológico está diseñando Ferraris (sistemas autónomos, IA, casos de uso de 5G…) sin que la gran mayoría de empresas medianas y pequeñas haya construido todavía carreteras para que circulen. El día que dejen de usar excel, papel y calculadora para controlar la producción y conozcan los volúmenes de inventario y stock, empezamos a hablar de edge computing.

En segundo lugar, el ritmo de transformación y actualización de la industria asiática, en especial, de Corea del Sur y China, está a años luz del europeo y eso supone un problema absoluto para la subsistencia de nuestro modelo de vida. El asunto no es incrementar la productividad un 3% o un 5%, se dice, sino asumir que sus empresas están duplicando la productividad por su enorme agilidad.

Requisitos como la planificación por semana o los procesos de cualificación, provocan que se tarde al menos seis meses en calificar una máquina o una pieza, con suerte, en los grandes sectores industriales europeos, como el automóvil. El modelo en China consiste en montar los componentes y autorizarlos si no producen fallos.

En tres meses son capaces de cambiar todos los componentes de un coche, en un año pueden hacer tres rondas de componentes nuevos en la misma plataforma. Eso supone rebajar un 40% los costes por reingeniería de costes, reingeniería de compra y mejoras técnicas.

Podría ser un reto de país duplicar la productividad en unos años, manteniendo las condiciones laborales que hacen que Occidente sea un modelo aspiracional para el resto del mundo. Qué enorme desafío sería ese y qué meritorio sería lograrlo. Habría que engrasar los procesos y la transferencia de conocimiento y facilitar la adaptación rápida de nuestras empresas a este entorno, a esta nueva velocidad. ¿Quién está dispuesto a coger esa bandera?

En la sesión de reflexión del Atlas Industrial Trends se habla de cuestiones apasionantes. Para quienes estamos acostumbrados a discursos triunfales de los popes de la tecnología y la industria en los grandes foros globales, redactados habitualmente por el área de marketing, resulta terapéutico, indispensable, fecundante, acercarse a la realidad de las empresas y recabar datos basados en la experiencia.

Se plantean desafíos que vienen como el de la orquestación de distintos sistemas de IA; el impacto en la actividad industrial de las normativas en materia de sostenibilidad, igualdad y derechos humanos; las organizaciones como sistemas neuronales; los espacios de datos, las posibilidades que se abren para federarlos y los riesgos en materia de propiedad; las plataformas compartidas de software; o la cultura de exploración.

La industria española quiere hacerse oír, no quiere que Europa la sepulte con normativa ni que los responsables públicos se convenzan de que su función no es administrar, sino mandar. En realidad, el tejido productivo está ansioso por un gran reto de país que movilice a toda la sociedad en la misma dirección. Y duplicar la productividad sin perder derechos, aunque suene a conquista de Marte, depende de nosotros, es una propuesta por la que sí vale la pena unirse.

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