La empresa de ingeniería y construcción británica Mace Group, con delegación en España, se encargará de las obras de ampliación y renovación del Central Laser Facility (CLF) en el Laboratorio Rutherford Appleton, cerca de Oxford. Más comúnmente, lo que acaba de adjudicarse es la construcción de Vulcan 20-20, el láser más poderoso del mundo, con fecha de entrega en 2029.
Emitirá un rayo láser principal con una potencia mil millones de veces mayor que la luz solar más intensa. Rob Clarke, líder del grupo de ciencia experimental del CLF, invita a imaginarse 500 millones de bombillas estándar de 40W y comprimir toda esa luz en la décima parte del tamaño de un cabello humano durante unas pocas quintillonésimas de segundo.
Mace se ocupará de construir dos bunkers de siete metros de altura, con paredes de hasta dos metros de espesor, para lo que utilizará una mezcla de hormigón especializada, capaz de resistir la radiación. Se espera que Vulcan 20-20 ayude a encontrar nuevos materiales, como el nitruro de boro, más duro que el diamante, y a avanzar en la fusión nuclear.
Los trabajos coincidirán durante un corto periodo de tiempo con los de Zeus, el láser más poderoso de EEUU, aunque éste tendrá una potencia bastante menor, de tres pentavatios, y estará listo mucho antes. Una vez más, el sector de la construcción aliado con la ciencia y la tecnología de vanguardia, algo de lo que las empresas españolas de obra pública pueden sin duda alardear.
Hace un par de décadas, el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) y la constructora española Dragados, recién fusionada con ACS, presentaban en Ginebra la caverna subterránea que iba a albergar el laboratorio en donde se investigarían los misterios del universo. Y lo que ha venido después es fabuloso.
Pero no todos los sectores pueden decir lo mismo, no todos tienen una industria a su disposición en España para materializar sus innovaciones. La científica del CSIC Margarita del Val suele recordar que, mientras los laboratorios españoles avanzaban hacia la resolución del misterio del coronavirus, la realidad de nuestro país, sin industria dotada de tecnología para producir vacunas humanas, actuaba como un reuma, como un factor limitante definitivo.
Hace unos días, un emprendedor en el área de ciencias de la vida, listo para producir un dispositivo de detección y monitorización para la salud, reproducía la salmodia: Texas Instruments y otros dos socios extranjeros eran su forzosa compañía.
Trabajar en el deep tech español, especialmente cuando hay que sentarse en la notaría con los servicios de transferencia de las universidades, sigue siendo un deporte de riesgo. Dos referentes de nuestro país en esta apuesta por los innovadores, Óscar Sala (ya exdirector general) y Pol Hortal, han dejado en los últimos tiempos The Collider, un programa ejemplar creado por Mobile World Capital Barcelona.
Necesitamos un tejido industrial capaz de dar una asistencia a los innovadores que trabajan en la frontera tecnológica similar a la que proporciona la construcción a las grandes infraestructuras científicas públicas.
Acaba de aparecer un paper extraordinario del equipo de fotónica de la Universidad Politécnica de Valencia que encabeza José Capmany y de la empresa que impulsa éste junto a Iñaki Berenguer, iPronics. Su objetivo es construir un procesador fotónico de propósito general capaz de aprovechar las propiedades únicas de la luz en aplicaciones como los sistemas 5G/6G de próxima generación, la conducción autónoma y la industria aeroespacial. Es una analogía.
Europa acaba de renovar su apuesta por el láser al aprobar el proyecto Lasers4EU, que comenzará a operar el 1 de octubre de 2024, tras una década en la que ha logrado coordinar a sus centros de investigación en torno a Laserlab-Europe. Sus impulsores han dejado constancia de lo conseguido y de lo que queda por lograr en el interesante informe “European Laser Science and Technology Landscape and Roadmap”.
El acceso a las infraestructuras de investigación láser en Europa tiene todavía un fuerte componente formativo. De hecho, más de la mitad de los usuarios de Laserlab-Europe tienen menos de 37 años y apenas un porcentaje similar de instalaciones son las que abren hoy en día sus puertas a la industria y a los centros médicos. Un problema de oferta y de demanda.
En nuestro país, están presentes en esa iniciativa europea el Centro de Láseres Pulsados (CLPU) de Salamanca, el Centro de Láseres Ultrarrápidos (CLUR) de Madrid y el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Barcelona. Los centros de investigación han respondido una encuesta. Reconocen que las oportunidades de acceso a su actividad están vinculadas a la disponibilidad de financiación, por encima de la excelencia del proyecto, esa es la realidad.
El láser europeo dependerá de su capacidad para abrirse a nuevas aplicaciones y también de que se aseguren las cadenas de suministro de materias primas, así como las capacidades de procesamiento y de reciclaje de materiales, sobre todo frente a China. Podría ser necesario para ello el regreso de industrias relevantes, como las cerámicas de berilio o los cristales dopados con selenio, que ya no se fabrican en Europa.
El Joint Research Centre de la Comisión Europea, ubicado en Sevilla, acaba de publicar, por cierto, un demoledor informe sobre la dependencia en cinco sectores estratégicos: energías renovables, electromovilidad, industria de gran consumo energético, digital y aeroespacial y defensa.
Un único pulso de Vulcan 20-20 generará seis veces más energía que la que se produce en todo el mundo, pero durará menos de una billonésima de segundo y su objetivo medirá sólo unos pocos micrómetros. «La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y tú has brillado mucho, Roy”, dice Eldon Tyrell al replicante en Blade Runner. Junto al destello, hay que promover también a la industria de vanguardia que colabore con los innovadores.