No todo es mecánica en un reloj. Para que disfrutemos de estas complejas máquinas que abrazamos a nuestras muñecas también deben atraernos por fuera, claro está. La estética es tan necesaria como la función, y por eso las marcas de alta relojería dedican muchos recursos a embellecer sus productos a mano, con técnicas como el achaflanado, el esmerilado y el satinado, que se transmiten de maestro a aprendiz. Nos permiten reconocer a simple vista a una pieza con caché y distinguirla de otras más asequibles para el bolsillo. Porque la artesanía eleva el precio de un reloj varios ceros.
Una de las artes que indican que estamos ante un reloj de alta gama es la del guilloché. Se trata de un grabado decorativo en relieve cuyo nombre francés (guillochage) procede del apellido de un artesano llamado Guillot, que lo inventó hace siglos. El patrón que se diseña para realizarlo, repetitivo y con líneas rectas, curvas o discontinuas formando motivos geométricos, se graba sobre un material que puede ser oro o nácar, entre otros. Se emplea para ornar las esferas y algunos componentes del movimiento de un reloj, como la masa oscilante, por ejemplo.
Esta técnica proporciona textura a una superficie lisa, jugando con la sombra y la luz. La dificultad del proceso de guillochage radica en la presión constante que el guillocheur debe aplicar sobre la materia, eliminando exactamente la misma profundidad de oro (por ejemplo) en cada paso para garantizar la integridad del aspecto final.
Algunas relojeras aplican el guilloché empleando maquinaria moderna, pero otras (las de postín, como Patek Philippe) utilizan máquinas antiquísimas (datan de 1903) de torneado que se manejan con la mano. Para alumbrar un guilloché manual se necesitan unas tres horas y media para una sola pieza, un procedimiento que estaría listo en 10 segundos si se utilizara una máquina de control numérico moderna. Pero sin el romanticismo de lo antiguo y sin el brillo y los reflejos que se obtienen manualmente, claro.
Aunque a simple vista es muy difícil detectar las diferencias, algunos acabados industriales se venden como artesanales. Sin embargo, hasta la profundidad de los surcos resultantes es diferente si se echa mano de un artilugio u otro. Lo que es realmente distinto es el coste económico y de tiempo (que puede definir hasta un tercio del precio del reloj). Y enseñas como Jaeger-LeCoultre, Vacheron Constantin y Blancpain están comprometidas con la supervivencia de estas artes decorativas centenarias propias de la alta relojería, para que sobrevivan a los tiempos de las impresoras 3D y otras nuevas tecnologías.
Los orígenes
En Breguet también se afanan por mantener vivo el guilloché, pues fue el maestro relojero Abraham-Louis Breguet, su fundador, el que lo aplicó por primera vez en la relojería, en 1786. Aunque se extendió al resto de enseñas de la industria, este grabado sigue siendo muy característico de la casa, que fija esos surcos en esferas, cajas, masas oscilantes, platinas y puentes. Lo hace con máquinas antiguas y con otras más modernas fabricadas por la propia empresa, pero son los artesanos los que deben controlarlas: mientras que la mano izquierda manipula la herramienta utilizando un mango, la derecha guía el cincel, que está fijado a un carro.
A principios del siglo XIX, las esferas con guilloché de Breguet superaban en número a las esmaltadas. Y hoy la mayoría de las colecciones de la compañía presentan diales con guilloché de oro plateado, firmadas con el distintivo Swiss Guilloché Main. La marca ha puesto en marcha un taller de investigación y creación para diseñar y ejecutar nuevas formas de aplicación, como un patrón de olas, habitual en su familia de relojes Marine.
En algunas de sus tiendas alrededor del mundo se hallan tornos tradicionales restaurados para la práctica del guilloché. El más antiguo de todos data de la década de 1820, y ocupa un lugar privilegiado en la boutique Breguet de la Plaza Vendôme de París, donde se encuentra también el museo de la firma.
Aunque es un motivo estético, el guilloché aporta, al menos, una función: delimitar diferentes zonas en la esfera para que se lean mejor, como el disco horario, el segundero pequeño o el indicador de la reserva de marcha, por ejemplo. En referencias como el Classique Chronométrie 7727 de Breguet, que está adornada con seis diseños guilloché diferentes, resulta muy útil.
Hay muchos tipos diferentes de motivos guilloché, incluidos rayos de sol, Clous de Paris, Tapisserie, tejido de cesta y grano de cebada. Si bien las esferas guilloché pueden ser extremadamente elegantes, no solo están reservadas para relojes de vestir. Audemars Piguet utiliza el motivo Tapisserie en sus famosos relojes deportivos Royal Oak, por ejemplo.