En Singapur, uno de los países con los mejores resultados medios de matemáticas en el mundo, un 8% del alumnado no consigue superar el nivel 2, considerado el nivel básico de matemáticas. En Finlandia, con un sistema educativo que se presenta como modélico, el número de alumnos sin el nivel elemental de matemáticas supera el 12%. En España, este problema es aún más grave y afecta prácticamente a uno de cada cuatro alumnos, una media ligeramente superior a la de la OCDE.
Estos datos podrían confirmar el pensamiento generalizado de muchos docentes, alumnos, padres y madres: que las diferencias de rendimiento en matemáticas se deben a que hay personas que no están “dotadas para las matemáticas”. ¿Quién no conoce a personas que se autoetiquetan “de letras” porque son “negadas para las mates”?
Por tanto, ¿la habilidad matemática es genética? Hasta un cierto punto, sí lo es. Matemáticos como John Nash, sobre quien se hizo la película Una mente maravillosa, son genios con una capacidad innata extraordinaria y pocas personas pueden llegar a su nivel. Pero es que no hace falta. Para dominar las matemáticas de primaria y secundaria, es decir, las esenciales para operar en la economía moderna, el talento innato es mucho menos importante que la motivación, el trabajo y la confianza en un mismo.
¿Cómo sabemos esto? Hay estudios científicos de todo el mundo que lo demuestran. El matemático canadiense John Mighton concluye en su libro El mito de la habilidad: “Todos somos capaces de aprender cualquier cosa”. Y observa que el patrón de comportamiento del alumnado es muy similar. Los alumnos llegan a una clase de matemáticas de primaria con diferentes niveles de preparación: algunos muy estimulados por sus padres, madres o buenos maestros, y otros prácticamente sin ningún estímulo previo. En las primeras pruebas, los alumnos más preparados obtienen una puntuación muy buena, mientras que los alumnos menos preparados obtienen resultados inferiores. Los alumnos sin preparación asumen que la capacidad natural es la que determina la diferencia de rendimiento, sin darse cuenta de que los mejores resultados son consecuencia de una estimulación previa. Así, deciden que simplemente no están “dotados para las matemáticas”, y a partir de ahí dejan de esforzarse a medida que se complican los conceptos. Los alumnos muy preparados, en cambio, asumen que son “personas dotadas en matemáticas” y mantienen un esfuerzo alto y constante, consolidando su ventaja.
De este modo, la creencia de que la habilidad matemática es innata se convierte inevitablemente en una profecía autocumplida. La psicóloga de la Universidad de Purdue, Patricia Linehan, escribe que los alumnos muestran dos percepciones de la habilidad y la inteligencia que determina su futuro: unos creen que la habilidad y la inteligencia son algo maleable, cualidades que aumentan con el esfuerzo; otros alumnos creen que son cualidades fijas, propias de cada persona, que no son maleables y que no aumentan con el esfuerzo.
Para crear aulas en las que cada mente pueda trabajar de manera eficiente, hay que eliminar el mito de que sólo unos pocos cerebros nacen con un talento natural. En un artículo de la revista Scientific American, Philip Ross examina las implicaciones de un siglo de investigación sobre cómo los expertos desarrollan habilidades en el ajedrez y otros campos. Sus conclusiones consolidan la idea de que las habilidades de los estudiantes pueden ser alimentadas a través de la instrucción rigurosa y la práctica: “Existe evidencia psicológica muy sólida que indica que los expertos no nacen, se hacen”. Ross confirma que se puede convertir a prácticamente cualquier niño o una niña en una persona experta –sea en ajedrez, música, o muchos otros temas– a través de un buen método, y cambiando la creencia del profesorado y del alumno sobre su capacidad.
Mientras se siga pensando que las matemáticas dependen de la habilidad innata de las personas, estaremos eludiendo la responsabilidad de encontrar mejores fórmulas de aprendizaje-enseñanza que hagan emerger su potencial y, por ende, se seguirá hipotecando su futuro.
En esta línea John Mighton, doctor en matemáticas, emprendedor social de la red Ashoka y nombrado emprendedor social del año 2015 por la Fundación Schwab, ha creado un programa de matemáticas dirigido a romper con el mito de la habilidad innata. Su programa, llamado JUMP Math (JUMP responde a Junior Undiscovered Mathematical Prodigies, es decir Jóvenes Prodigios Matemáticos por Descubrir) y desarrollado para los cursos de primaria y parte de la ESO, utiliza la última ciencia cognitiva y consigue que prácticamente todos los alumnos adquieran las competencias matemáticas básicas, y hasta disfruten de la materia.
JUMP Math consigue resultados extraordinarios basándose en cuatro principios:
a) La motivación es mucho más importante que la habilidad innata. Cuando, tanto profesores como alumnos reducen sus niveles de ansiedad en la materia y aumentan su autoconfianza, el aprendizaje es más eficiente. Por eso, JUMP Math crea un entorno de aprendizaje en el aula basado en la motivación, en el cual los alumnos participan respondiendo a pequeños retos incrementales que les permiten adquirir confianza. Como en los videojuegos: hasta que no se supera un reto, no se puede pasar al siguiente.
b) El aprendizaje ocurre mejor cuando se gestiona en torno a pequeños retos incrementales bien pautados. JUMP Math divide las lecciones en pasos asumibles por todos los alumnos, añadiendo un solo grado de dificultad adicional entre uno y otro, evitando así que los alumnos se pierdan al enfrentarse a retos demasiado complejos. Estos pequeños retos incrementales permiten progresar desde lo concreto hacia lo abstracto, asegurando la comprensión del concepto matemático.
c) La evaluación y feedback constante es la clave para progresar en matemáticas. Saltarse un escalón es muy difícil en esta materia. Por eso, JUMP Math propone instrumentos que permiten la evaluación constante y regular de los alumnos durante la clase, e ir subiendo el nivel progresivamente y sin sobresaltos. Y para los alumnos que adquieren los conceptos más rápidamente, plantea preguntas extra para que consoliden sus conocimientos.
d) Construir sobre la ciencia cognitiva y la evidencia para mejorar la enseñanza. JUMP Math trabaja la memoria de largo plazo y la de corto plazo para poder construir la competencia matemática de forma sólida y ágil en los alumnos. Se centra en ayudar a los alumnos a descubrir patrones y a entender los conceptos en lugar de enseñar simplemente las mecánicas de resolución de ejercicios.
Los resultados obtenidos por JUMP Math en Canadá en estos últimos diez años, y los que se han conseguido en España a través de un programa piloto en más de 85 escuelas lanzado en el 2015 por Fundación Telefónica y evaluado por la Universidad Autónoma de Barcelona, confirman que más del 95% de los alumnos pueden adquirir las competencias matemáticas esenciales que se enseñan en la educación obligatoria.
La falacia de la capacidad innata está muy arraigada en nuestra sociedad, y es uno de los grandes responsables del fracaso escolar, aquí y en todo el mundo. Por eso es importante desterrar de una vez por todas la creencia del determinismo genético como factor clave del fracaso escolar. JUMP Math demuestra que no se tiene que esperar a reclutar un ejército de superdocentes o a inventar una nueva y milagrosa tecnología para garantizar el éxito educativo. Ya tenemos a los docentes que necesitamos para transformar las escuelas. Simplemente hay que facilitarles los medios para enseñar, utilizando métodos eficaces y respaldados por evidencias rigurosas, y así poder desterrar el mito de la capacidad innata.
*Miquel de Paladella es consejero delegado de UpSocial y de Innovaciones Educativas UpSocial.