Opinión Eugenio Mallol

DiCaprio no podrá salvar el planeta sin ti

La tecnología no basta, el próximo paso en procesos como la lucha contra el cambio climático o la 'fast fashion' será la innovación para ayudar a las personas a cambiar su comportamiento.

Tecnologías para el bien. ¿Qué demonios puede significar una expresión así? ¿Acaso la idea de lo que es el bien no cambia entre culturas y aun entre barrios de la misma ciudad? ¿No fue la constatación de esa diversidad de visiones humanas sobre algo tan sustancial como el bien lo que motivó el surgimiento de la filosofía hace 2.600 años para intentar aclararlo?

Nos hemos dado quizás los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como un instrumento moderno de apaciguar el asunto y dar valores cuantificables al debate sobre el bien. De cosas de estas hablo con el CEO de la francesa Palo IT, Stanislas Bocquet, cuando me hace una reflexión inesperada.

“Las compañías han invertido mucho en transformación digital los últimos 20 años, pero la productividad de la economía no ha aumentado, ahora pueden utilizar esos mismos patrones para transformar su propio negocio de manera sostenible”, me dice, “porque para cambiar la cadena de valor se requiere que las empresas estén basadas en datos”.

“Las empresas comprometidas con la ESG [medio ambiente, sociedad y gobernanza] tienen una valoración de mercado superior en de dos a cinco puntos al resto y tienen un 35% más de productividad”, añade. E insiste: “porque están basadas en datos”.

Un dato para reflexionar como país. Si todo el mundo consumiera recursos naturales a partir del 1 de enero al ritmo al que lo hace España, la capacidad del planeta para proporcionarlos sin degradarse se agotaría el 12 de mayo, es decir, 132 días después. Los 233 días restantes los sistemas naturales entrarían en una fase deficitaria, según la organización Earth Overshoot Day. Nuestro consumo de recursos está en la parte medio-alta, sí. El balance global resulta un poco (sólo un poco) menos desalentador: el colapso comenzaría el 2 de agosto.

Debemos empezar a tomar conciencia de que, en los grandes procesos asociados a la sostenibilidad medioambiental, como la transición energética, la tecnología, la regulación y las propias empresas pueden llegar hasta un determinado límite. Pero a partir de ahí, el éxito de la lucha contra el cambio climático, como me explica el director del área de Hidrógeno del Oxford Institute for Energy Studies, Martin Lambert, dependerá de la capacidad del sistema para cambiar el comportamiento de las personas. Su visión, por cierto, es que la inteligencia artificial puede desempeñar un papel clave en esa tarea.

Un planteamiento muy similar es el que preside la Estrategia de la UE para Textiles Sostenibles y Circulares. Con el actual modelo de producción, nuestra ropa libera medio millón de toneladas de microfibras al océano cada año, el equivalente a más de 50.000 millones de botellas de plástico.

Queda muy bien lucir trapitos en Instagram, pero como aspirante a influencer debes saberlo: la Universidad de Plymouth ha demostrado que una carga media de seis kilos en una lavadora convencional podría liberar aproximadamente 137.951 fibras de tela de mezcla de poliéster y algodón, 496.030 fibras de poliéster y 728.789 de acrílico.

Para promover las dinámicas de Reducción y Reutilización textil, que han demostrado ser las más eficientes para combatir los efectos más nocivos de la fast fashion, hay que producir ropa más duradera y de calidad, en eso están los innovadores. Pero desde las instituciones europeas se está insistiendo también en que con eso no basta. Hay que mejorar la capacidad de los propios usuarios para cambiar su comportamiento, porque la realidad es que resulta más difícil comprar hoy ese tipo de tejidos que otros no duraderos y de peor calidad.

Es interesante dedicar un tiempo a repasar los contenidos de foros con gran peso e influencia en la propagación de tendencias como el reciente Aspen Ideas Festival. Pese a la avalancha de titulares que ha acaparado la inteligencia artificial durante los últimos meses, logra hacerse un hueco relativamente pequeño en la agenda, algo sobre energía y metaverso, poco. La tecnología, como se demostró en Davos, está perdiendo tirón fuera de contexto, ya no es un fin en sí mismo. El evento de Aspen se ha acabado convirtiendo en una especie de terapia de grupo planetaria, un ágora ateniense en busca del concepto de bien.

Más datos. Por encima del 75% de las áreas terrestres se encuentran en un estado lamentable, lo que causa problemas importantes a más de 3.200 millones de personas. Los países deudores ecológicos, es decir, aquellos que consumen más recursos que los que generan, han aumentado del 35% en 1970 al 70% en la actualidad. Brasil, Rusia, Canadá, Argentina y Bolivia están en el lado de los que tienen saldo positivo, mientras que los cinco principales deudores son China, con mucha distancia sobre el resto, Estados Unidos, India, Japón y Corea del Sur.

Stanislas Bocquet incide en la importancia que tiene también otra tendencia de cambio en todo lo referente a las tecnologías para el bien. No es nueva, pero está recuperando protagonismo: la regeneración. Se trata de que la acción responsable no se limite exclusivamente a tener un impacto neto cero en el planeta, sino que empiece a plantearse la posibilidad de regenerarlo, que ayudarle a recuperar recursos, impacto positivo.

Interesante en ese sentido la posición del capital riesgo Regeneration.VC que cuenta con el actor Leonardo DiCaprio como uno de sus strategic adivors, y vaya con el nivel del resto. La clave de su mensaje es precisamente la de que hay que innovar para facilitar el cambio de comportamiento de las personas y capacitar a las empresas para que puedan atenderlo. De momento, sus inversiones se concentran en California y Reino Unido, con episodios excepcionales en Nueva Zelanda e Israel.

Ese resulta el nudo gordiano en lo que a la transformación del planeta se refiere. No se podrá hacer sin la contribución de las personas y un entorno basado en el consumo instantáneo y la polarización, no parece el mejor para conseguir la movilización más complicada de activar. La del individuo. Ese es el mayor desafío de nuestra era.