Si observáramos de cerca y analizáramos los niveles de productividad a lo largo de la jornada laboral de ocho horas, descubriríamos la fachada corporativa de que los trabajadores parecen ocupados, pero en realidad no realizan un trabajo significativo durante ocho horas consecutivas.
En una encuesta reciente de Blind, casi el 45% de los trabajadores del sector tecnológico afirmaron dedicar cuatro horas o menos al «trabajo enfocado», es decir, tiempo ininterrumpido en estado de flujo, concentrándose en tareas de alta prioridad. El 25% de los encuestados afirmó trabajar ocho horas o más al día. Algunos profesionales afirmaron que la tensión mental disminuye su rendimiento, mientras que otros dijeron que las tareas de poco valor, como el trabajo administrativo, las reuniones y otras actividades serviles, restan productividad.
En marzo, Keith Rabois, socio general de Founders Fund, conocido por sus grandes éxitos en inversiones en PayPal, LinkedIn y Square en rondas de inversión iniciales, denunció la cultura del «trabajo falso» en las empresas tecnológicas. Rabois preguntó: «¿Qué hace realmente esta gente?». Y luego siguió con una respuesta a su propia pregunta, afirmando: «Van a reuniones».
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿dónde reside el valor real de los trabajadores: en las horas que pasan sentados físicamente en sus escritorios o en su producción y resultados reales? ¿El objetivo es que demuestren con qué constancia pueden trabajar todo el día, o es la realización de actividades de alto valor?
Tareas de poco valor y distracciones
Seamos realistas. Las largas jornadas en la oficina no fomentan la eficiencia ni la eficacia. Todos hemos pasado por eso. Usted está centrado en su trabajo y, entonces, recibe un aluvión de interrupciones. Es difícil volver a donde estaba. Esta molestia diaria es una pérdida colosal de tiempo y energía.
Las reuniones innecesarias suelen entrar en conflicto con la realización de tareas. Los empleados tienen que prepararse para una reunión mientras están atrapados en otra sin tiempo suficiente para concentrarse. Esto da lugar a comportamientos improductivos que perjudican a todos.
Cómo optimizar la jornada laboral
Cada ser humano tiene su propio biorritmo. En lugar de trabajar arbitrariamente de 9 de la mañana a 5 de la tarde, tendría más sentido que las empresas adaptaran los horarios de los empleados a sus picos individuales de productividad. A algunas personas les gusta madrugar y empezar a trabajar de inmediato. A otros les va mejor después de unas cuantas tazas de café o son búhos nocturnos, que trabajan mejor cuando hay paz y tranquilidad.
Las estresantes exigencias laborales, que incluyen tomar cientos de decisiones diarias y apagar fuegos constantemente, conducen a la fatiga del trabajador. Si se llega a este punto, se pueden empezar a tomar malas decisiones por puro agotamiento, ya que el cerebro funciona a un nivel inferior.
Según el neurólogo conductual Borna Bonakdarpour, por cada dos horas de concentración trabajadas, debería tomarse un descanso de entre 20 y 30 minutos. La sobrecarga cognitiva es algo real y su cerebro necesita periodos de descanso. «Cuando aumenta el metabolismo del cerebro, aparecen subproductos que hay que eliminar y limpiar», explica Bonakdarpour.
Para aprovechar al máximo los beneficios de una pausa, hay que desconectar psicológicamente del trabajo. Esto no significa cambiar de tareas exhaustivas a actividades más insignificantes, como consultar el correo electrónico. Durante el periodo de recuperación, debe desvincularse completamente del trabajo. Lo mejor que puede hacer es alejarse de su escritorio y dar un paseo, ya que la actividad física estimula el flujo sanguíneo y la función cognitiva. Este descanso ayudará a su cerebro a recuperarse del cansancio acumulado y a abrirse a soluciones innovadoras.