Opinión Javier Ortega Figueiral

La aviación comercial en Andorra despega… fuera de su territorio

Este domingo 2 de abril se celebrarán allí elecciones parlamentarias. No voy a hablar de política andorrana, aunque si del desarrollo de este país en los últimos años.

Hoy les voy a hablar de una curiosidad que quizá no se han planteado. ¿Podríamos llegar en avión a cualquier país del mundo? Con lo extendida y desarrollada que está la aviación, la respuesta lógica sería que sí, aunque estaríamos equivocados. Y es que, si vamos al detalle, de entre todos los estados soberanos del mundo, hay cinco que no disponen de aeródromo o aeropuerto. Curiosamente esos cinco países están en Europa: Ciudad del Vaticano, República de San Marino, y tres principados; Mónaco, Liechtenstein y Andorra. Todos tienen, como mínimo, un helipuerto, aunque ya sea por extensión o bien por orografía nunca han tenido una pista de vuelo para despegue y aterrizaje de aviones en su territorio.

Toda esta introducción me ha servido para llevarles hasta Andorra, que con 468km2 de extensión es el microestado más grande de Europa. Este domingo 2 de abril se celebrarán allí elecciones parlamentarias para elegir a los 28 escaños de su Consejo General o parlamento unicameral. No voy a hablar de política andorrana, aunque si del desarrollo de este país en los últimos años.

En 2010 Andorra firmó acuerdos con varios países, entre ellos Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea. El principal tratado era para mejorar su transparencia y cooperar en la lucha contra la evasión fiscal. En 2014 el principado también se unió a la Convención Multilateral sobre Asistencia Administrativa Mutua en Asuntos Fiscales de la OCDE, movimientos voluntarios que consiguieron sacarlo de la lista negra de paraísos fiscales de la UE tras haber implementado medidas de transparencia fiscal y cooperación internacional.

En ese nuevo escenario, con un estado más equiparable a los de su entorno, aunque oficialmente fuera de la Unión Europea y del territorio Schengen, desde el Gobierno y el empresariado andorrano, se puso sobre la mesa un tema importante: el país tenía que estar mejor conectado con sus vecinos y con el resto del mundo con un transporte más rápido y efectivo. Se constataba que muchas oportunidades de negocio, inversiones y un perfil determinado de visitantes y turistas potenciales perdían interés cuando sabían que no existía la posibilidad de llegar por vía aérea, o cuanto menos, aterrizar cerca. Los aeropuertos comerciales más próximos eran Barcelona y Toulouse, ambos a varias horas por carretera. ¿Qué hacer ante este escenario? Pues plantear que el aeropuerto de La Seu d’Urgell, población de 12.000 habitantes a las puertas del país, haga las veces de puerta aérea de Andorra. De su terminal de pasajeros a la aduana hispano-andorrana hay tan solo 15 kilómetros.

¿Un aeropuerto allí? ¿Una terminal aérea en una población de 12.000 habitantes? Pues así es: junto a la carretera N-260, que lleva de Sabiñánigo a Portbou, conocida como Eje Pirenaico, hay un curioso aeropuerto de montaña construido por iniciativa privada a finales de los 70. El ideólogo fue Josep Betriu, empresario catalán establecido en Andorra. Empeñado en modernizar la zona y mejorar unas comunicaciones bastante deficientes por vía terrestre quiso construir un aeropuerto entre una doble colina que acabó desmontando: una aventura para la que creó una empresa ad-hoc, DAUSA o Desarrollo del Alto Urgel SA y en la que invirtió 3.000 millones de pesetas, algo más de 18 millones de euros… de hace más de 40 años. 

En 1980 el aeropuerto estaba prácticamente finalizado, con una pista de vuelo de 1280 x 30 metros, un generoso aparcamiento de aviones, edificio terminal, torre de control y todas las instalaciones necesarias para ponerlo en marcha. Entonces apareció un factor con el que no se contaba: la actividad comercial en un aeropuerto privado era un caso totalmente inédito en España, y no existía legislación al respecto. La redacción de un decreto para considerar al aeropuerto de la familia Betriu de interés general se dilató hasta noviembre de 1981.

Aunque hubo intención de crear una compañía de capital andorrano para empezar a volar allí, Air Andorra, que incluso hizo pruebas con un pequeño bimotor británico con el que se pensaba operar, los vuelos regulares finalmente llegaron con una compañía española: Aviaco, la filial de Iberia nacida en Bilbao a finales de los 50 llevó la aviación comercial a las puertas de Andorra con vuelos desde Barcelona, tanto para ir de punto a punto, como para enlazar con otros aviones en la capital catalana. El servicio duró dos años: de 1982 a 1984. La falta de regularidad y tener los servicios supeditados a la meteorología y a la luz natural impidieron fidelizar a un pasaje que sabia que por tierra llegaría antes. Desde entonces, el aeropuerto de Betriu languideció hasta bien entrado el siglo XXI, cuando el gobierno catalán acabó comprando la instalación. La Generalitat la modernizó, puso al día todo lo necesario y le dio una nueva vida poniéndola en manos de Aeroports de Catalunya, empresa publica que gestiona dos aeropuertos comerciales, además de una red de helipuertos y aeródromos dentro de la comunidad.

Desde entonces la actividad aeronáutica regresó a las puertas de Andorra: primero con trabajos aéreos, aviación general y deportiva. Posteriormente se añadieron servicios de aerotaxi y aviación privada y finalmente, tras 37 años, se recuperaron los esperados vuelos regulares. Aquellos que unen de manera estable un territorio con el resto del mundo. Lo ultimo se consiguió gracias al establecimiento de una aproximación instrumental basada en señal GPS para conseguir regularidad, algo inexcusable para poder establecer vuelos con horario fijo El trabajo técnico realizado en coordinación entre la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, la Politécnica de Madrid y Aeroports de Catalunya dio luz verde a los vuelos regulares. Y llegaron.

Lo hicieron de la mano de Air Nostrum tras un acuerdo de marketing y apoyo por parte del gobierno andorrano. El vuelo inaugural fue al más alto nivel por el perfil de los invitados y de los asistentes tanto a la salida de Barajas como a la llegada al pequeño aeropuerto de los Pirineos que actualmente cuenta con dos frecuencias semanales que llevan una muy alta ocupación, excelente puntualidad y una regularidad más que aceptable. Tanto es así que el acuerdo gobierno-aerolínea se renovó en 2022 y ya se plantea una tercera frecuencia inminente desde y hacia Madrid, donde se enlaza con más de 60 destinos europeos y americanos de Iberia en su hub de la T4. Viendo el éxito del vuelo con la capital de España, que hay mercado potencial y que el aeropuerto funciona, está sobre la mesa establecer vuelos con tres nuevos destinos: París, Londres y uno en Portugal, quedando por decidir si será con Oporto o Lisboa.

Que las alas de Andorra sean cada vez más grandes y acerquen el país al resto del mundo de una manera más rápida y cómoda, es un asunto de calado que ahora tendrá que gestionar el gobierno del principado que salga de las elecciones de este 2 de abril. El pequeño principado ya ha despegado… desde un aeropuerto que curiosamente está fuera de su territorio, aunque oficialmente se llama Andorra-La Seu gracias al acuerdo  para desarrollar la instalación donde además de los turbohélices de Air Nostrum, cada vez se ven más aviones privados de toda Europa.  

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