Opinión Javier Ortega Figueiral

Aeropuertos industriales: negocio más allá del pasaje

Teruel no cayó en la tentación de ser un nuevo aeropuerto de pasajeros, arrancó realmente con un proyecto mucho más ambicioso, aunque realista: ser la mayor plataforma de Europa para el reciclado, reparación y almacenamiento de aeronaves.

Fue a lo grande. Teruel estrenó su aeropuerto hace diez años con el aterrizaje de un Boeing 747. Su pista de aterrizaje se construyó casi paralela a la N-234, carretera que comunica Sagunto con Burgos pasando por Soria y Calatayud. ¿Y qué hacia un enorme jumbo llegando a la penúltima provincia de España en número de habitantes? Pues encargarse de arrancar un cambio de tendencia en los llamados aeropuertos sin aviones, de los que tanto se habló en España durante los primeros 2000.

Aunque hace muchos años hubo algún planteamiento de ofrecer vuelos comerciales desde allí, Teruel no cayó en la tentación de ser un nuevo aeropuerto de pasajeros de los que se decía que estaban destinados “a unir su territorio al mundo” sin tener detrás un plan de negocio claro. Esta instalación arrancó realmente con un proyecto mucho más ambicioso, aunque realista: ser la mayor plataforma de Europa para el reciclado, reparación y almacenamiento de aeronaves. El plan era equivalente a los grandes aeródromos en los desiertos de Estados Unidos donde se almacenan temporal o definitivamente, grandes flotas de aeronaves.  En aragón, PLATA, sociedad co-propiedad del Gobierno de Aragón y el ayuntamiento de Teruel, tiene como inquilino y principal concesionario de la enorme instalación a Tarmac Aerosave, empresa especializada en la gestión del ciclo de vida de los aviones fundada por Airbus, Safran, SUEZ y Equip’Aéro.

Desde entonces el aeropuerto no ha dejado de crecer en capacidad de almacenamiento, actividades e instalaciones, incluso se realizan pruebas para propulsores espaciales y hay un continuo movimiento de aviones que esperan nuevas vidas y operadores. Otros han pasado directamente de ser aeronaves a piezas de metal y repuestos reutilizables. Allí se han batido récords, como los 127 aviones simultáneos que llegaron a estar aparcados allí en los momentos más duros del Covid-19. Entonces la aviación mundial se frenó en seco y el grueso de las flotas de las aerolíneas quedaron en tierra.  Estas últimas semanas, aerolíneas como Lufthasa o Etihad están recuperando allí sus aviones de largo radio para el regreso al servicio comercial tras años aparcados al sur de Aragón, donde el servicio que se ofrece y sobre todo las tasas por estancia son mucho más bajas que las de las instalaciones de Aena. Una de las claves de su éxito. 

Este aeropuerto sin vuelos comerciales, aunque con muchos aviones, ha generado una importante actividad económica y laboral en la región. Esto justifica plenamente su existencia, algo que han visto de reojo otras instalaciones sobre las que ya colgaba el estigma de innecesarias, como Castellón, Lleida-Alguaire y Ciudad Real.

El aeropuerto de Castellón se inauguró en primavera de 2011, aunque hasta otoño de 2014 no llegaron las primeras aeronaves en pruebas. Durante ese periodo fue protagonista de cientos de noticias y reportajes. Muchos se centraban en su promotor, el político castellonense Carlos Fabra y casi ninguno fue positivo. En su arranque como aeropuerto comercial, dos concesionarias, una canadiense y otra francesa se hicieron cargo de su gestión consecutivamente, con resultados mucho peores de lo esperado y finalmente una empresa pública, AeroCas, se conviertió en gestora de la instalación. A lo largo de 2023 va a estar conectado con 11 ciudades con vuelos regulares y el pasado mes de enero manejó cerca de 11.500 pasajeros, cumpliendo un papel de aeropuerto comercial muy marcado por la cercanía del de València. Sin embargo, el gran giro del lugar es su apuesta industrial. Este está dando una importante vida a este aeropuerto en una operación liderada por Brok-Air Aviation Group, empresa canaria que se ha posicionado muy bien en la industria aeronáutica: mantenimiento, ingeniería, formación y asistencia a la aviación privada. El año pasado la instalación sumó 8.500 despegues y aterrizajes gracias a la mezcla comercial, industrial y de entrenamientos.

Lleida-Alguaire también ha apostado por ser plataforma industrial tras haber arrancado como aeropuerto comercial en 2010. Por entonces, la instalación promovida por el gobierno de Cataluña soñaba con unas cifras de pasaje notables, de entre 400.000 y medio millón de viajeros al año en vuelos regulares con diferentes puntos de España y Europa.  La realidad evidenció que sin ayudas públicas mediante acuerdos de campañas de marketing las operaciones comerciales no eran viables. Actualmente en esta instalación se mantienen vuelos a Mallorca todo el año los fines de semana, a los que se añaden Menorca e Ibiza en verano, además de algunos vuelos chárter. Los responsables de Aeroports de Catalunya, empresa pública que se encarga de la gestión de la infraestructura y de las instalaciones de Andorra-La Seu, han sido muy conscientes de que tienen una importante plataforma con un gran potencial que va mucho más allá de transportar pasajeros. La apuesta por la formación de técnicos aeronauticos y pilotos aprovechando las instalaciones del aeropuerto y la disponibilidad de un espacio aéreo enorme, son junto al mantenimiento, estancia y reciclaje de aeronaves con las empresas Aeronpark y Servitech, claves para el funcionamiento de Alguaire, que tiene también importantes planes industriales en campos como la gestión del tráfico aéreo y el desarrollo de aeronaves autónomas. 

El caso de Ciudad Real es otro de los símbolos de aeropuerto y proyecto bienintencionado al que las cifras de pasaje no salieron. Inaugurado en diciembre de 2008 en plena explosión de una crisis económica, solo tuvo operaciones comerciales testimoniales hasta verano de 2011. Llamado en su día a ser alternativa a Barajas como “aeropuerto sur de Madrid” al que estaría unido por trenes de alta velocidad, fue un sonoro fracaso con largos procesos judiciales, del que solo ha asomado cabeza como instalación estratégica cuando en 2020 pasó de no tener aviones a acoger en su plataforma y pistas hasta 82 aparatos de compañías de todo el mundo que necesitaban algún lugar para ser guardadas y mantenidas. En este caso, Jet Aircraft Services, Brok-Air e Hispano-Lusitana de aviación han dado una nueva vida industrial al enorme aeropuerto de Castilla-La Mancha, aunque tras la recuperación de la actividad aeronáutica mundial el trabajo allí se ha reducido y ahora esta línea de negocio se complementa con las numerosas operaciones de aviación privada que llegan a la región llevando a sus pasajeros a cotos de caza. De estos, cuatro disponen también de pista de vuelo privada en la misma provincia.

La conversión total o parcial de aeropuertos de pasaje a convertirse en aeropuertos industriales ha sido una buena solución para instalaciones con un futuro económicamente difícil. La Covid y la necesidad de espacio para conservar aeronaves ha demostrado la utilidad de estos lugares, aunque los proyectos tecnológicos a futuro y el funcionamiento natural de la industria también lo demostrarán: 15.000 de las 23.000 aeronaves comerciales de más de 100 pasajeros que se encuentran en servicio actualmente se irán retirando hasta 2040. Mucho trabajo y negocio por delante para aeropuertos que apuesten por este sector como es el caso de Teruel, Castellón, Lleida o Ciudad Real.