La suerte de los mercados emergentes este año parece depender en gran medida de la evolución de la inflación, de la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense y de la profundidad de la desaceleración mundial. Dado que el apetito por el riesgo es un motor clave de los flujos de capital y, por tanto, de la rentabilidad de los mercados emergentes, esto es realmente importante para los inversores y viene definido en gran medida por el entorno mundial.
Como el IPC estadounidense parecía haber tocado techo en octubre, se produjo un repunte generalizado de los activos de riesgo al reavivarse el optimismo –quizá demasiado– por un giro tan esperado. Los mercados, excesivamente pesimistas, se invirtieron al reducirse a la mitad la aversión al riesgo mundial en noviembre, según el Índice de Aversión al Riesgo (RAI) patentado por JHI. Así pues, la clase de activos EMD HC registró la mayor rentabilidad mensual desde la década de 1990.
Superar el máximo de inflación en Estados Unidos fue fundamental para los mercados, ya que indicaba que el final del ciclo de subidas de la Reserva Federal podría estar cerca (en nuestra opinión, a mediados del próximo año). “Los rendimientos del Tesoro estadounidense tienden a alcanzar máximos del ciclo cuando la Reserva Federal deja de subir los tipos, por lo que un máximo en los rendimientos también conlleva un menor riesgo de fortaleza del dólar en 2023”, comentan desde Janus Henderon. Esta fortaleza ha lastrado los resultados de los mercados emergentes, dada la exposición de las economías a la deuda denominada en dólares.
Esto se debe a que un dólar más fuerte ha ido acompañado predominantemente de unos diferenciales más amplios de los EMD HC. “Por lo tanto, el año que viene podría materializarse un entorno más constructivo para esta clase de activos, ya que el apetito por el riesgo tiende a aumentar una vez que finalizan las subidas y disminuye la incertidumbre”, aseguran desde Janus Henderson.
La interacción entre la inflación y el crecimiento económico será clave para la percepción que tengan los inversores de los mercados emergentes –y, por tanto, de las valoraciones– y para saber si la Reserva Federal consigue orquestar el aterrizaje suave que espera.
Las oportunidades al acecho
El entorno mundial ha sido el factor que ha influido en mayor medida en la rentabilidad de la deuda emergente en 2022, lo que podría continuar en 2023, con las condiciones financieras en Estados Unidos, el dólar, el crecimiento de la economía mundial y los problemas geopolíticos en primer plano. Aunque todos estos factores podrían continuar afectando a la clase de activo, el rendimiento es superior tanto en términos reales como nominales, y el elevado rendimiento inicial puede contrarrestar la futura volatilidad de los precios.
La diferencia de los tipos de interés reales que ofrecen los mercados emergentes frente a los mercados desarrollados ha disminuido, pero sigue siendo positiva, y resulta atractiva en relación con otras clases de activo, mientras que los tipos de cambio de los mercados emergentes continúan estando muy infravalorados dada la continua fortaleza del dólar.
“En la actualidad, encontramos las mayores oportunidades de valor en países de América Latina como Brasil, México y Colombia. Estos países se adelantaron a la hora de subir los tipos de interés, lo que ha contribuido a mantener la inflación controlada y ha favorecido los tipos de cambio”, afirma la gestora de renta fija Kirstie Spence. Por otro lado, los países de América Latina también se han visto favorecidos por la subida de los precios de las materias primas y están menos expuestos al conflicto que se desarrolla en Ucrania.
“Las oportunidades en los países de Europa Central podrían estar próximas”, señala Spence. “El entorno de tipos de interés reducidos que hemos visto en Europa en los últimos años está llegando a su fin. Los bancos centrales de la región han comenzado a subir los tipos de forma agresiva en un intento de frenar la inflación. Sin embargo, algunos países como Polonia y República Checa podrían haber puesto fin a su ciclo de subidas de tipos, ya que sus respectivos bancos centrales han mantenido recientemente sin cambios los tipos de interés”, explica.
Según Tom Wilson, responsable de renta variable de mercados emergentes de Schroders, las perspectivas económicas para 2023 son débiles e inciertas y la volatilidad puede seguir siendo elevada a corto plazo. “Aunque persisten una serie de riesgos, entre los que destaca la tensión geopolítica entre Estados Unidos y China, los mercados miran hacia delante”, comenta.
Las valoraciones han mejorado, las expectativas de beneficios se han reajustado y las divisas están en general baratas. “2023 puede traer un pico en el ciclo monetario y 2024 puede traer mejores condiciones económicas”, ahonda el experto. “Recientemente, los mercados han rebotado, pero los inversores deberían seguir buscando oportunidades para añadir exposición en los próximos meses”, concluye.