El fundador de Tesla, SpaceX y CEO de Twitter parece estar sumido en el abismo económico, habiéndose convertido en la primera persona en la historia en perder 200.000 millones de dólares de patrimonio, según Bloomberg. Y es que, la caída de acciones de Tesla en las últimas semanas le han supuesto una pérdida descomunal de 137.000 millones, pasando a tener una fortuna actual de 132.000 millones.
Con la caída del otoño de finales de octubre, Musk hizo oficial la compra de Twitter por 44.000 millones de dólares, cargándola con una deuda que le obligaba a pagar unos 1.000 millones de dólares anuales en intereses. ¿Su primera acción? Prescindir de gran parte de su cúpula directiva, entre los que se encontraba el director ejecutivo Parag Agrawal, o el director financiero Ned Segal. Pero los despidos no sólo afectaron a la esfera directiva de la empresa, si no que de ahí se sucedió una criba masiva de 7.500 empleados de todas las áreas.
El magnate desencadenó así el caos e inició una especie de movimiento decadente que pareció arrasar con todo, generando controversia y rechazo para toda la comunidad social a raíz de una serie de medidas como la del restablecimiento de cuentas clausuradas como la de Trump.
Más allá de activar y promover toda esa cultura tóxica en la plataforma, Musk inició un colosal recorte de gastos de Twitter con el objetivo de reducir la empresa a lo “estrictamente necesario”. Una acción que obligó a los empleados a justificar cualquier gasto con un “presupuesto cero”, así como a dejar de invertir en algunos alquileres o servicios como de conserjería y seguridad, y enfrentar a la empresa a deshaucios y/o cierres de oficinas como la de Seattle. Todos sus empleados pasaron así a teletrabajar por impago de la renta del espacio, según declaraciones de The New York Times del pasado jueves 29 de diciembre.
En este sentido, desde principios de noviembre, Musk ha tratado de ahorrar unos 500 millones de dólares en costes no laborales, según un documento interno visto asimismo por The New York Times. También ha despedido a casi el 75% de la plantilla de la empresa desde que finalizó la compra.
El Twitter de Elon Musk
El 24 de diciembre se desconectaron los servidores de una de las principales instalaciones de almacenamiento informático de la red social en Sacramento. El cierre del centro de datos se convirtió así en otra de las medidas drásticas del plan de Musk con las que ahorrar dinero y “estabilizar sus finanzas”, a pesar de todo ello pudiese causar graves problemas para el correcto funcionamiento de Twitter.
Este nuevo paradigma suspendido entre el caos y el desequilibrio podría metaforizarse a través de las palabras que el propio Musk tuiteó: “un avión que se dirige hacia el suelo a gran velocidad con los motores en llamas y los controles sin funcionar”. Un claro reflejo poético de la situación actual de la red social de la que se estima un flujo negativo de alrededor de 3 mil millones para 2023.
Ese pretexto se convierte precisamente en el motivo que ha llevado a Musk a “recortar costes como un loco”, en sus propias palabras, acarreando con ello una serie de consecuencias directas como las interrupciones temporales en los servicios de Twitter. Y es que, a pesar de que su objetivo sea nombrar a un nuevo director ejecutivo que “esté a la altura del cargo”, este sigue estando muy involucrado en la empresa, proyectando la duda colectiva de cuanto poder cedería a ese nuevo jefe que heredaría un negocio en llamas que sigue siendo de su propiedad.
La gran suspensión
El sistema interno de Twitter ha suprimido una serie de funciones e incluso desvirtuando su propia esencia social basada en “la libertad de expresión” a lo largo de esta nueva etapa convulsa. La suspensión de cuentas de periodistas (y su restablecimiento a posteriori) por parte de Musk hizo incendiar la plataforma, y abrir el debate global acerca de los límites de la censura y la coartación de derechos y libertades. Y ya no sólo eso, si no que readmitió asimismo a infinidad de usuarios vetados por promover narrativas tóxicas y condenables en la plataforma relacionadas con temas como el escepticismo del Covid o el negacionismo electoral.
En el mismo espectro inconexo, Musk estableció una nueva política con la que evitar la promoción de plataformas sociales “rivales” como Instagram o Facebook, aunque finalmente se tratase de otra acción invalidada por la comunidad de internet, que reaccionó de manera violenta ante esta política.
Otra de las medidas radicales del Twitter de Elon Musk, sincronizadas con su reducción de gastos y sus despidos masivos, fue el hecho de deshacerse del personal de limpieza de sus oficinas de Nueva York, así como de 10 personas de seguridad. Paralelamente, el magnate de la tecnología dejó de pagar el alquiler de su sede en San Francisco, llevando a todos los trabajadores a trabajar apilados en tan sólo dos de sus seis plantas, y a cancelar sus servicios de conserjería, tras haberse colectivizado para exigir mejoras salariales.
Lo contradictorio aquí es que, a pesar de emprender fuertes recortes en todas las áreas laborales, Musk ha seguido invirtiendo en algunas de ellas. Twitter ha contratado a varios empleados nuevos en las últimas semanas, en sustitución de los trabajadores que fueron despedidos, eso sí, con procesos de formación de 90 minutos, anteriormente desarollados a lo largo de tres días. Musk también ha contratado a decenas de ingenieros de otras de sus empresas, como Tesla y SpaceX, para trabajar en Twitter.
Todos estos movimientos o acciones decadentes configuran así la nueva era de Twitter dirigida por Elon Musk, desestabilizando su sistema a través de la desconexión de sus servicios esenciales y de la coartación de libertades para su comunidad social. ¿Acabará Musk desactivando Twitter de manera permanente?