El brutal ataque a Ucrania desató todas las dudas posibles no solo por la crisis humanitaria y económica, sino por la imposibilidad de lograr los objetivos climáticos. No obstante, aunque de manera pasajera puede repercutir negativamente en la descarbonización, también puede generar un mayor impulso hacia la transición sostenible a largo plazo.
El mundo va con retraso para cumplir con el objetivo de cero emisiones netas para 2050. A corto plazo veremos un incremento del uso del carbón, pero el efecto de la guerra a largo plazo será que los responsables políticos desarrollen con mayor urgencia las energías renovables.
El pasado mes de marzo, la SEC de EEUU propuso nuevas normas para la divulgación obligatoria de información relacionada con el clima. Si se aceptan estas medidas, se crearía un marco de divulgación estándar que daría lugar a la elaboración de informes sobre emisiones más homogéneos y de mayor calidad por parte de las empresas, lo que permitiría a los inversores fundamentar mejor sus decisiones financieras.
Por su parte, la UE pretende avanzar hacia una economía circular y en marzo propuso una serie de cambios legislativos que deberían alargar la vida de los productos, facilitar su reparación y conseguir que los ciclos de producción consuman menos energía. Los productos vendrán con un pasaporte que creará más transparencia en torno a la cadena de suministro y habrá un sistema de certificación para etiquetar los productos como “sostenibles”, “respetuosos con el medio ambiente”, etcétera.
Entretanto, China también ha lanzado un sistema de comercio de emisiones para el sector energético, que contribuye en un 40% a las emisiones nacionales totales. La hoja de ruta del Consejo de Estado para la descarbonización detalla su marco integral y, aunque se critica que no adopta suficientes medidas a corto plazo, es evidente que el país se toma en serio el desafío y la instauración de una base a largo plazo para conseguir una drástica reducción de las emisiones.
Los recientes movimientos de las autoridades hacia una sostenibilidad medioambiental mayor produce un creciente número de países que se comprometen a alcanzar las cero emisiones netas indica que necesitarán energía a base de hidrógeno para el proceso de descarbonización.
Un ejemplo son los camiones, que podrán beneficiarse de la densidad energética del hidrógeno líquido, mucho mayor que la de las baterías de iones de litio, que son demasiado voluminosas y pesadas para los vehículos comerciales. El transporte marítimo, la calefacción, y la producción de acero y de cemento podrían adoptar la tecnología del hidrógeno.
El hidrógeno verde, que se produce mediante electrolizadores, debe abaratar su coste. No obstante, se beneficiaría de ayudas gubernamentales. Hydrogen Council prevé que el coste de la producción, almacenamiento, distribución y utilización del hidrógeno en un amplio abanico de aplicaciones se habrá reducido un 50% para 2030, y que 22 de las 35 aplicaciones del hidrógeno analizadas serán competitivas en costes frente a otras alternativas bajas en emisiones.
El sector de la inversión desempeña un papel cada vez más importante, apoyado por inversores con conciencia climática. El conjunto de la población, particularmente las generaciones más jóvenes, es plenamente consciente de lo que hay en juego y presiona cada vez más a los gobiernos para que tomen medidas. Todavía queda mucho trabajo por hacer, así que es importante seguir presionando a los responsables políticos y a las empresas para que reduzcan sus emisiones. Con todo, consideramos que avanzamos en la dirección correcta.
*Velislava Dimitrova, cogestora del fondo Fidelity Funds Sustainable Climate Solutions Fund.