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La historia de una campaña histórica: “Si bebes, no conduzcas” (DGT, 1985)

Una película romántica, un músico invidente, un realizador libertario y una cena que reunió a Alaska y Ramoncín con Vera y Barrionuevo. Esta es la historia de la iniciativa más célebre y audaz de la Dirección General de Tráfico (DGT), con la que abrimos una serie de reportajes sobre grandes hitos de la publicidad española y sus eslóganes inolvidables.

De imágenes cruentas a asépticos reclamos informativos, la Dirección General de Tráfico (DGT) ha probado de todo para promover la prudencia al volante. Pero su campaña más recordada era amable, simpática y, por usar lenguaje de 1985, año en que se estrenó, incluso marchosa. Su objetivo era alertar del peligro de conducir bajo los efectos del alcohol y tuvo al músico estadounidense Stevie Wonder como protagonista. Su eslogan traspasó el mundo de la publicidad y llegó a la calle; a todo el mundo se le dibujaba una sonrisa al tratar de imitar a Wonder pronunciando afanosamente en castellano: “Si bebesss, no condussscasss”.

Mezclar bebidas alcohólicas y conducción sigue provocando alarma, pero en la década de los ochenta era un drama acuciante. Los hábitos festivos de los españoles, pueblo sociable donde los haya, estaban en su apogeo. No faltaban el vino en la mesa ni la copa de después. La ley era más permisiva: solo a partir de una tasa de 0,8 gr/l a un conductor se le podía sancionar (en 1989 se rebajó a 0,5 gr/l). En 1981, el diario El País publicó que 2.000 personas morían al año en España en accidentes de tráfico relacionados con el consumo de alcohol, causante de 36.000 accidentes. Al final de la década, en 1989, el entonces director general de Tráfico, Miguel Muñoz Molina, declaró que “en una de cada dos muertes [en la carretera], el alcohol está detrás”.

“Era un problema muy grave”, dice José Luis Martín Palacín, director general de Tráfico entre 1982 y 1986. “Sigue siéndolo. En definitiva, casi todo accidente viene provocado por una distracción o un fallo humano. Y detrás de muchos errores humanos está la bebida. En aquel momento consideramos que vincular el mensaje preventivo con una canción podía generar un impacto importante”.

La banda sonora de ‘La mujer de rojo’

A sus 25 años, el zamorano Jesús Pozo era ya en 1985 un profesional respetado en la industria de la música. Ocupaba el puesto de director del departamento internacional de RCA, la compañía discográfica que editaba en España, entre otros, los discos del sello Motown. Acababa de recibir la banda sonora de la película La mujer de rojo (Gene Wilder, 1984), compuesta por Stevie Wonder, quien grababa para el eximio sello de Detroit. El álbum se cerraba con una canción titulada Don’t drive drunk, cuya letra plasmaba diferentes situaciones cotidianas que podían empujar a una persona a conducir ebria; con ánimo disuasorio, el estribillo repetía: “No conduzcas bebido”.

El tema estaba inspirado en una experiencia personal del cantante y compositor invidente. Cuando tenía quince años, el coche en el que viajaba con su madre y sus hermanos de camino a la peluquería fue embestido por otro, pilotado por un conductor borracho. A causa del impacto, el vehículo de la familia de Wonder salió despedido y quedó a medio metro de un poste eléctrico. De haber chocado con él, podría haberse originado una explosión. “Estuve muy cerca de perder la vida”, declaró en 1986 a Los Angeles Times.

Cuando escuchó la canción, a Pozo se le encendió una bombilla: utilizarla como base para una campaña de seguridad vial. El plan aunaba sus dos grandes pasiones: la música y los coches. Con la propuesta en mente, y ataviado como solía en aquellos tiempos (camisa vaquera, sombrero tejano, botas con puntera de plata), llamó a la puerta de la DGT. “Debieron de pensar que era un loco: por entonces la gente que trabajábamos en la música vestíamos de una forma más colorista… Hoy en día todo es más gris”, recuerda.

Lo recibió el jefe de Divulgación y Relaciones Internacionales de Tráfico, Joaquín Díaz Pardo, quien recuerda así el encuentro: “Un día de mucho trabajo me dice la secretaria que hay fuera un señor que quiere verme. A través del cristal del despacho distingo a un tipo vestido de vaquero, con placa de sheriff y maletín de aluminio. Lo recibí, y a los dos minutos me cayó bien. Me contó que la banda sonora de La mujer de rojo, de Stevie Wonder, incluía una canción titulada Don’t drive drunk. Y me propuso imprimir en el disco nuestro icono de entonces, que era una copa, un signo de ‘+’, un coche, un signo de ‘=’ y una ambulancia. La idea me gustó. Y hablando, hablando, le digo: ‘¿Y por qué no hacer un spot?’. Y cogió el teléfono y llamó a Los Ángeles. No localizó a Wonder, pero se comprometió a contactar con él. Está mal que yo lo diga, pero la idea es mía”.

La versión de Pozo difiere de la de Díaz Pardo. “Para poner una pegatina nunca habría ido allí”, dice. “Yo lo que quería era que sonara la canción en la radio, que se conociera a mi artista… Stevie Wonder no era aún muy popular para el público español. Cuando me personé en Tráfico ya había hablado con Stevie. Ya tenía su ok. Si no, no hubiese ido. Puede que lo llamase desde el despacho de Díaz Pardo para confirmarlo. No sé cómo en la DGT me hicieron caso. Debió de convencerles lo que les planteé”.

Sea como fuere, hubo entendimiento entre ambos, pero Díaz Pardo necesitaba la aprobación de sus superiores. Habló primero con el subdirector de la DGT, Miguel Muñoz Molina (“un hombre muy abierto que acogió la idea muy bien”), y, después, con el director general, Martín Palacín (“también moderno, progresista…”). A Martín Palacín le encantó. “Tenía un mensaje que calaba y podía llegar a la gente”, dice. “Yo era más partidario de este tipo de anuncios que de otros que se centran en atemorizar a la gente. Algunos me parecen demasiado alarmantes. Pienso que la gente tiende incluso a rechazar ese tipo de mensajes, cuando van por lo negativo. Aunque a veces la situación los requiere”.

Pero el planteamiento difería enormemente de las campañas habituales de Tráfico, y debía recibir luz verde de las altas instancias del Ministerio del Interior, encabezado por José Barrionuevo. “Era una idea un poco frívola para un anuncio de la administración”, reconoce Díaz Pardo. “Hubo resistencia: había que rodar un spot, hacerlo en Los Ángeles, con un cantante a quien la mayoría de la gente de aquí no conocía…”. Y, probablemente, había que pagar un dineral a la superestrella, asunto que traía de cabeza a los implicados.

Del cine de denuncia a trabajar con Stevie Wonder

En aquel tiempo, Stevie Wonder estaba hipercotizado: ese 25 de marzo (pocos días antes del rodaje del anuncio de la DGT) había recibido el Oscar a la Mejor Canción por I just called to say I love you, el single principal de la banda sonora de La mujer de rojo. Para colmo, Pozo informó a sus contactos en Tráfico de que Wonder acababa de cobrar un millón de dólares por el spot de una cámara de fotos (“Tan simple que cualquiera puede usarla”, rezaba con gracejo) en el que aparecía junto al tenista John McEnroe.

Por si servía para allanar el camino, Pozo comentó que Wonder era presidente de honor de una asociación de madres de víctimas de accidentes de tráfico por consumo de alcohol. Díaz Pardo y el resto de funcionarios de la DGT vieron el cielo abierto. Además, ese 1985 era el Año Europeo de la Seguridad Vial, concepto en el que se podía enmarcar el proyecto. Ofrecieron estos argumentos a los representantes de Stevie Wonder, “que nos dice que lo hará gratis, pero yo no me fío”, señala Díaz Pardo. “Es todo por teléfono… Era ir un poco de farol, aunque con una jugada que no era mala”. Como había que rodar el anuncio en Los Ángeles, lo confiaron todo a una conversación vis à vis en California.

Stevie Wonder con Jesús Pozo. (Foto: cortesía de Jesús Pozo).

Simultáneamente, en la DGT empezaron a buscar un realizador para spot. En primer lugar se pensó en el equipo de Paco Costas, divulgador de temas de motor. Después se barajó contratar a José Luis Garci, quien estaba en la cresta de la ola pues solo dos años antes, en 1983, había ganado el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa por Volver a empezar. “Pero dijo que no”, revela Jesús Pozo. “No sé si porque lo que pedía se salía del presupuesto”.

Martín Palacín puso sobre la mesa el nombre del iconoclasta Tino Calabuig. Nacido en la localidad madrileña de Colmenar de Oreja en 1939, Calabuig es un pintor, fotógrafo, escultor, creador de instalaciones y artista audiovisual que hoy, a sus 83 años, sigue considerándose un outsider. Sus obras, algunas de las cuales integran los catálogos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid y el MACBA de Barcelona, tienen un marcado tono de denuncia social. Entre sus trabajos más alabados está el documental La ciudad es nuestra (1975), que refleja la vida en barrios marginales de Madrid y la actividad de sus asociaciones de vecinos.

“Yo propuse a Tino”, admite Palacín. “Tenía bastante relación con él a raíz de La ciudad es nuestra, un clásico del cine de autor. Yo viví en El Pozo del Tío Raimundo, estaba metido en la Asociación de Vecinos (fui de los fundadores de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid y vicepresidente de la asociación de ese barrio), y en ese contexto había colaborado con él. Supongo que un día, hablando con Tino, surgió el tema y dijo: ‘Yo me apunto, encantado”.

Palacín sabía que Calabuig había vivido en Los Ángeles, que su esposa es de allí, y consideró que esa conexión con Estados Unidos facilitaría la contratación de cámaras y operadores en California. El realizador dice que llamó a Ira Tucker Jr., factótum de Wonder (además de cantante e hijo de Ira Tucker, afamado intérprete de góspel). “Tucker me confirmó que Stevie Wonder participaría, así que le dije que nos interesaría saber sus honorarios. ‘No, Stevie Wonder no va a cobrar ni un céntimo, porque piensa que es un anuncio de servicio público”. Calabuig asegura que él no cobró por la dirección ni el guion. “Me pareció que si Stevie lo hacía gratis, qué menos que hacerlo yo también”. Tampoco Jesús Pozo aceptó remuneración.

El rodaje en Los Ángeles

Quince días antes del rodaje, en abril de 1985, Jesús Pozo y Joaquín Díaz Pardo aterrizaron en Los Ángeles y se establecieron en un modesto Holiday Inn de la parte alta de Hollywood (“un hotel de medio pelo en la zona mala, la cutre, bastante insegura”, dice Díaz Pardo). Desde allí, Pozo empezó a coordinarlo todo. “Conozco a Stevie”, dice. “Había trabajado antes con él, y es un tipo a quien hay que atar muy en corto. Hasta el último minuto no sabes qué va a hacer ni qué va a pasar”. Unos días más tarde viajó Calabuig.

En su modesta habitación de hotel, a Díaz Pardo le costaba conciliar el sueño por las noches. Es comprensible: que una delegación de funcionarios viajase a Estados Unidos e incurriera en unas serie de gastos elevados para nada (el acuerdo no se había plasmado por escrito) auguraba un desastre de incalculables proporciones y quizá un escándalo mayúsculo. “Aunque nos ahorrásemos un millón de dólares, que era muchísimo dinero, habíamos pagado el viaje, la estancia, la producción…”, dice. Pozo trataba de tranquilizarlo, asegurándole que si Wonder había dado su palabra, su colaboración tendría carácter filantrópico.

Por fin llegó el día de verse cara a cara con los representantes del cantante. “Hube de entrevistarme con cinco abogados de Stevie Wonder –dice Díaz Pardo–, quien tiene a su cargo como veinte o treinta asistentes, algunos de los cuales no se sabe lo que hacen, pero los tiene allí en plan solidario; es un espectáculo verlo. Les dije que era el Año Europeo de la Seguridad Vial, que no era un spot comercial, sino de carácter institucional… Y esa fue la clave: que comprendieran que no era un commercial. Tocar su fibra sensible. Eso fue lo determinante”. Y aunque no se firmó nada en papel, el séquito de Wonder confirmó que no cobraría por el anuncio.

“Yo me presenté en Los Ángeles en pelota brava”, dice Calabuig. Al poco de aterrizar, Ira Tucker lo citó en Wonderland, el estudio de Stevie Wonder, a la una de la mañana. “Le pregunté: ‘¿Cómo es que me citáis a estas horas?’. Y me respondió: ‘Ya sabes que Stevie Wonder es ciego y para él no hay días ni noches. Se despierta y dice: ‘Todo el mundo a ensayar’. A la hora que sea’. Me presentó a Stevie Wonder, le expliqué la idea y el guion que había elaborado. Como Wonder no puede conducir, se me ocurrió que podía ser interesante que pudiera ir en la parte de atrás de un coche descapotable, cantando la canción. Cogí las páginas amarillas y me puse a contactar con empresas de alquiler de cámaras, operadores… Los Ángeles es una ciudad de cine y no me fue muy complicado reunir un equipo de rodaje y establecer unas localizaciones en Beverly Hills”.

Aunque Stevie Wonder trabajó gratis, expuso varias exigencias, asegura Díaz Pardo: “Requirió la presencia de un equipo de diez o doce personas de confianza, un catering para todos y un motor home, pero no uno cualquiera; uno de protagonista de película, prácticamente un apartamento rodante con baño y despacho”.

El spot se divide en dos partes, cada una en una localización. En la primera, Stevie Wonder se pasea por las calles de Beverly Hills a bordo de un Packard de 1954 conducido por un orondo chófer (un conductor profesional que también trabajaba de extra en películas). La estética es de videoclip musical. En la segunda, rodada en un estudio de grabación, el músico recita la célebre frase: “Hola, soy Stevie Wonder. Recuerda mi canción: si bebes, no conduzcas. Recuerda: si bebes, no conduzcas”.

Pero nadie dijo que fuese a resultar fácil. La víspera de la grabación, Ira Tucker telefoneó a Jesús Pozo y le comunicó que Stevie, indispuesto, no podría acudir al rodaje. “Llamé a la DGT”, recuerda el ejecutivo discográfico. “Crisis total. Hablé con Stevie esa noche y me aseguró que dos días después lo haría”.

Sin embargo, cuando parecía que todo estaba ya bajo control, el clima jugó una mala pasada. “A pesar de lo que dice la canción de Albert Hammond Nunca llueve al sur de california, el día elegido llovió”, señala Martín Palacín. “Las cámaras y los técnicos los habíamos alquilado en Los Ángeles, y ese día hubo que pagarlo aunque no se pudo rodar. Se avisó a Stevie de que no podíamos grabar”.

“Sabía que tenía que rodar en una jornada”, dice Calabuig. “Además, no quería abusar sabiendo que no iba a cobrar. Quedamos un martes o un miércoles para el rodaje, montamos el set, sacamos los permisos; dos policías en sus Harleys nos escoltaban. Y ese día amaneció lluvioso. Compungido, avisé de que no podíamos rodar. Pensé que se había fastidiado el asunto: el equipo ya estaba pagado y emplearlo un segundo día implicaba duplicar los gastos. Les propuse pasar el rodaje al día siguiente”. Calabuig preguntó a Díaz Pardo: “¿Tenemos seguro de lluvia?”. El funcionario respondió: “No sé qué es eso”.

“Al día siguiente del rodaje –prosigue el realizador– me avisan en el hotel de que está en recepción Ira Tucker y quiere hablar conmigo. Naturalmente, le dije que subiera. Abro la puerta y venía con Stevie Wonder, que pasa primero. ¡Menuda impresión me llevé! Querían darme las gracias. Y Tucker añadió: ‘Stevie quiere pagar las pérdidas que tuvisteis por el día adicional de rodaje’. Yo por mi cuenta le dije que ni de coña. Ni me planteé llamar a Palacín, porque habría dicho lo mismo. Les expliqué: ‘Es una campaña del gobierno y estoy seguro de que no aceptaría jamás que pagáseis por algo que en realidad debía de ser al revés’. Y así quedamos”.

Cuatro palabras que hicieron historia

Las imágenes del coche “se rodaron a la primera, no hubo ni que repetir”, afirma Tino Calabuig. Stevie estuvo “cariñosísimo con todo el mundo”, asegura Jesús Pozo. “Fue afable, encantador”, opina Díaz Pardo. En la segunda parte, Wonder declama el eslogan. Según Pozo, “hasta ese momento nadie había pensado qué tenía que decir Stevie Wonder. La frase se me ocurrió a mí en el motor home del rodaje”. No puede definirse como un prodigio de originalidad: se trataba de una traducción libre del título de la canción (“No conduzcas bebido” sería la literal) y Martín Palacín sostiene que, como claim preventivo, ya se había empleado en España y otros países. “Si bebes, no conduzcas” es un enunciado sencillo, breve, claro, directo e imperativo. El preámbulo, en el que el propio Stevie Wonder pedía al espectador que recordase su canción, servía de potente anzuelo publicitario del disco. “A su entorno le interesaba mucho que se hablase de la canción”, señala Díaz Pardo.

A lo largo de la jornada, en el motor home y en el estudio donde se rodó aquella secuencia, Pozo, Díaz Pardo y Calabuig enseñaron a Wonder, juntos y por turnos, a pronunciar la frase. Los tres protagonistas coinciden en que costó, pero tampoco demasiado. “Estuvimos quizá media hora. Como no puede leer los labios, lo que es de gran ayuda para captar la pronunciación, Stevie llevaba consigo una especie de grabadora que registraba la frase y se la repetía por unos auriculares. Llegó un momento que pensé: ‘Mejor ya no va a salir’. Y sin proponérnoslo, esa manera peculiar de pronunciar se convirtió en el gancho del spot”, dice Calabuig.

Se convocó en el estudio a Rosa María Calaf, corresponsal de RTVE en Nueva York, quien se desplazó a Los Ángeles y entrevistó a Stevie Wonder. Las declaraciones del músico están recogidas en el making of del anuncio que Tino Calabuig subió a YouTube en 2016. “Dada la lacra que hay con toda esa gente que pierde el control a causa de la bebida –dijo Wonder–, es muy importante para mí contribuir con todos los medios a mi alcance a ayudar a la gente a que no conduzca ebria y controle lo que bebe. Si matas a alguien, no es voluntad de Dios necesariamente, sino culpa tuya. Hay que tomarse la vida más seriamente. Muchas veces se pone la excusa de: ‘Esto tenía que ocurrir’. No es así. Es nuestra responsabilidad el decir: ‘He bebido de más’. Se trata de preocuparse de la vida de los otros tanto como de la propia”.

‘Making of’ del anuncio.

Stevie Wonder había sufrido otro accidente de tráfico, más grave y sonado si cabe –ya era un músico consagrado–, en 1973, aunque no medió consumo de alcohol. Viajaba por Carolina del Norte cuando su automóvil chocó contra un camión que transportaba madera. Un tronco atravesó el parabrisas y golpeó al cantante en la frente. Permaneció una semana inconsciente. La leyenda cuenta que volvió en sí cuando Ira Tucker le cantó al oído Higher ground.

Para agradecerle su participación, los delegados españoles decidieron hacerle un par de regalos. Jesús Pozo le llevó vino de la D.O. Toro, de su tierra. La DGT le compró una guitarra que costó un millón de pesetas fabricada expresamente por un lutier de Valencia, la cual Díaz Pardo entregó a Wonder “en nombre del ministro” en el estudio del músico a las dos de la mañana, hora en que los convocó. 

El anuncio del anuncio

Spot de la DGT protagonizado por Stevie Wonder.

Emitirse el spot en televisión y hacerse tremendamente popular fue todo uno. Sabiendo que tenía un tesoro en las manos, la DGT había preparado a conciencia el terreno. “Nos vinimos un poco arriba con el anuncio”, reconoce Martín Palacín. “Había salido bien. Pensamos que valía la pena darle realce al tema y promocionar su emisión”. Para ello, se organizó una fiesta en la sala Florida Park, en El Retiro madrileño, con espectáculo, cena y concurrencia de famosos y autoridades. Lo presentó Moncho Alpuente.

“Contratamos a una actriz que se parecía a la protagonista de la película, vestida de rojo”, dice Díaz Pardo. “Luego yo fui el interventor que firmó los gastos totales y allí había de todo: una guitarra, un viaje a Los Ángeles, hotel en Hollywood… Pero lo que nunca olvidaré es haber firmado la compra de lencería roja, del vestuario de la modelo”.

“Acudió muchísima gente”, añade Palacín. “Invitamos a personas que estaban en la cima en aquel momento, como Ramoncín y Alaska. Cuando ves fotos de aquella cena, te encuentras a Alaska sentada a la mesa con el ministro del Interior, Pepe Barrionuevo, y el director general de Seguridad del Estado, Rafael Vera. Aquello ya era llamativo por sí mismo. Ni Alaska ni Ramoncín quisieron cobrar; se portaron de maravilla”.

Panorámica de la sala Florida Park (Madrid) durante la presentación del ‘spot’ de “Si bebes no conduzcas”. En el centro, con gafas, José Luis Martín Palacín director general de Tráfico. A la izquierda, el ministro de Interior, José Barrionuevo. A la derecha, Alaska y Rafael Verano, director general de Seguridad del Estado.

Antes de aquel festivo acto, dos días después del rodaje del anuncio de la DGT, Stevie Wonder convocó una rueda de prensa en Los Ángeles para hablar del Oscar recibido por I just called to say I love you. Ira Tucker pidió a Calabuig, que aún no había abandonado la ciudad californiana, que se uniese a Stevie Wonder en el estrado. “Pensé: ‘¿Y yo qué coño pinto?”, dice el realizador. “Me explicaron que querían comunicar que el gobierno de España había hecho un spot con la canción de Wonder”. La campaña española quedó tan bien, tan natural y disfrutó de tan entusiasta aceptación que pronto tuvo reflejo internacional. Como dice Jesús Pozo, “una vez estrenado el spot, otros países nos copiaron”. En 1986, las autoridades de Estados Unidos repartieron por institutos carteles con la imagen de Stevie Wonder y la leyenda entrecomillada (no exenta de humor): “Antes de viajar con un conductor ebrio, conduciré yo mismo”.

A finales de 1986, Stevie Wonder visitó nuestro país y Jesús Pozo organizó una cena en la que Martín Palacín pudo conocer personalmente al músico y agradecerle su desinteresada colaboración. En aquellos días, TVE estaba empezando a rodar una serie, financiada por la DGT, titulada Así fue, así lo cuenta, detrás de la cual se hallaban tres pesos pesados de la televisión: el realizador Fernando Navarrete, el director y productor Willy Rubio y el comunicador Paco Costas. Cada semana el espacio abordaba un asunto relacionado con la conducción y una personalidad nacional relataba un accidente en que se hubiese visto implicado. Durante aquella cena, como recuerda Palacín, “Jesús Pozo propuso a Wonder participar en él y se prestó. En el programa contó la anécdota del accidente, vinculada con el problema del alcohol”. Fue el brillante colofón al famoso anuncio.

El impacto de la campaña

El objetivo último de la campaña era persuadir a los conductores de que se lo pensasen dos veces antes de ponerse al volante con unas copas de más. ¿Lo consiguió? Desgraciadamente, la cifra de fallecidos en carretera siguió en crítica escalada, alcanzando su pico en 1989, con más de 6.000 víctimas mortales en las carreteras españolas. A partir de entonces comenzó a recortarse, y de 2001 a 2010 la cifra anual de fallecidos se redujo a menos de la mitad. En 2021, fallecieron 1.004 personas.

En 1986, Palacín tuvo que interrumpir sus vacaciones de verano en Playa Flamenca, en Murcia, para acudir al Telediario de TVE a fin de explicar el alarmante repunte de accidentes mortales. No le quedó más remedio entonces que sacar la artillería. “Lanzamos un anuncio que teníamos grabado pero no nos atreviamos a difundir, que mostraba a un niño dando unos consejos de tráfico en primer plano, y terminaba diciendo: ‘Y sé por qué lo digo’. En ese momento se abre el plano, y el niño está en una silla de ruedas. Aquello nos parecía muy duro. Pero hubo una incidencia mayor de accidentes y de alguna manera había que enseñar los dientes”.

“La publicidad es como la lluvia fina”, dice Díaz Pardo. “Va calando poco a poco, y es complementaria a otras acciones. El spot contribuyó a crear un estado de opinión sobre el alcohol. La gente empezó a respetar mucho más eso, a dejar que condujera otra persona cuando se ha bebido… Fue un proceso. Pero estoy convencido de que el ‘Si bebes no conduzcas’, dicho en broma o en serio, desempeñó un papel muy importante. La publicidad lo que debe hacer es calar, y en este sentido fue un exitazo brutal. Es el spot más interesante, más innovador que se ha hecho no en la DGT, sino en la administración española. Era la primera vez que una institución pública hacía algo de esta naturaleza. Me felicitaron mucho porque se salía de lo que hacen los funcionarios. La gente relaciona la DGT con la Guardia Civil, que es una cosa como muy circunspecta”.

Los tests de alcoholemia positivos decrecieron a mediados de los ochenta hasta 1989, año en que retomaron la tendencia ascendente. Según Martín Palacín, el impacto de la campaña de Wonder fue “difícil de medir. Pero esas acciones funcionaban. Bajaron las cifras. La repetición de la frase, imitando a Stevie Wonder, se popularizó bastante; y a veces, a base de repetir las ideas, se meten en la cabeza de la gente”.

Más evidentes fueron los resultados sobre las ventas del disco de Stevie Wonder, a quien, como dice Díaz Pardo, “en España se conoce a raíz del spot de Tráfico”. Pozo subraya que “el país donde más ejemplares se vendieron de la banda sonora de La mujer de rojo fue España”, donde fue número uno y alcanzó el estatus de disco de oro (equivalente a 50.000 copias despachadas). Es obvio que su apreciación excluye Estados Unidos, donde superó el millón de unidades. Jesús Pozo tendría a partir de entonces una próspera carrera en la industria discográfica; entre sus mayores logros está el haber sido pieza clave en el éxito internacional de Macarena, de Los del Río, en 1996. Hoy ha abandonado la música como profesional. Al frente de su empresa Escudería Targa Iberia organiza eventos de automovilismo.

El anuncio de “Si bebes no conduzcas” sigue siendo, de lejos, el trabajo más comercial de Tino Calabuig. Rehusó, no obstante, continuar esa senda y regresó a su arte disidente. “La gente no sabía que lo había dirigido yo. El spot fue una bomba. La gente decía en la calle: ‘Si bebes no conduzcas’. Pero este tipo de trabajos no se firman”, dice. Hoy sigue exponiendo sus obras con regularidad. En 1986 España ingresó en la Unión Europea y Joaquín Díaz Pardo obtuvo plaza en Bruselas, primero en la Dirección General de Transportes y más tarde como jefe de gabinete de los comisarios Abel Matutes, Marcelino Oreja y Carlos Ferrer Salat. En la actualidad, aunque jubilado, preside en España AIACE, la Asociación de Antiguos Funcionarios de Instituciones de la UE (de 2018 a 2021 fue presidente internacional de esta organización).

José Luis Martín Palacín, entonces director general de Tráfico, entrega el dossier de la campaña al entonces ministro de Interior, José Barrionuevo (derecha) y al director general de la Guardia Civil, José Antonio Sáenz de Santamaría, este acompañado de su esposa.

Tras dejar la dirección general de Tráfico, José Luis Martín Palacín fue subsecretario de Interior, secretario general de Comunicaciones y consultor internacional. En el presente se dedica sobre todo a escribir en medios digitales como Mundiario y Nueva Tribuna, realiza trabajo social e impulsa el foro de discusión Galicia Debate. Su confluencia con el glamur y los focos comenzó y terminó con aquella inolvidable campaña de 1985. “No sé por qué el anuncio de Stevie Wonder no lo siguen sacando de vez en cuando”, lamenta el exdirector general de Tráfico. “El mensaje tiene vigencia y el personaje sigue siendo mundialmente conocido”.

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