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Opinión Kerman Romeo

Una canasta imposible

Ojalá alguien grabase algunos sucesos maravillosos de nuestro día a día.
Foto: Markus Spiske (Unsplash)
Foto: Markus Spiske (Unsplash)

El día en que nació mi hija, el de mi graduación en el colegio, cuando conocí a mi sobrino, un concierto de Fito en Bilbao, toda la clase cantando Tu piel, de Manu Tenorio, cuando fallé un penalti en las semifinales de un torneo de fútbol del colegio, el arbitraje de Corea del Sur contra España en el Mundial de 2002, el final de Los Serrano, la primera vez que vi Nueva York, el día del confinamiento… Ha habido muchísimos momentos especiales en mi vida, pero pocos como el día en que lancé un chicle de espaldas y sin mirar y lo encesté en una papelera que se encontraba a unos diez metros de distancia.

En cualquiera de los ejemplos anteriores hay alguien que puede corroborar lo sucedido. Salvo en el último. Éste pertenece a esa clase de sucesos que, en el momento en que acontecen, sólo puedes mirar rápidamente hacia los lados para ver si alguien lo ha visto. Muchas veces (tropiezos, choques con una farola y otros dramas cotidianos) miras para garantizar que nadie haya sido consciente de tu ridículo; pero existen otras ocasiones, mucho menos frecuentes, en que desearías que hubiera alguien filmando lo que nunca volverá a pasar, aunque lo intentes cien veces más. Nunca sucede y, lamentablemente, después son pocos los que te creen.

O lo que es todavía peor: te creen, pero no les parece para tanto. Pasa como con tantas anécdotas desternillantes que, al contarlas, ya no son tan divertidas, esas que concluyes con un “En directo era más gracioso”. Pues algo similar aquí. Estoy seguro de que pones a Stephen Curry, Michael Jordan y Lebron James a reproducir lo mismo que logré yo, pero con una decena de intentos cada uno, y que no logran encestar. No puedo garantizarlo, pero estoy convencido de que el grado de dificultad de acertar desde tan lejos con algo tan poco pesado es extremo, incluso para estrellas de la NBA. ¿Cómo lo conseguí, entonces? Supongo que porque me liberé de cualquier tipo de presión al no sentirme observado y analizado por nadie, porque no sobrepensé.

Dicen que cuando llega el verano los informativos se llenan de noticias de relleno: los cacos que acechan y que para evitarlos es importante no bajar la persiana del todo, los perros que sólo muerden en época estival y noticias similares. Hay quien puede pensar que esta misma columna cumple esa misma función. Puede que los que lo crean tengan razón; de hecho, la tienen. Sin embargo, aquel día en que encesté ese chicle en la papelera desde semejante distancia yo aprendí que cuando estamos relajados, cuando no pensamos demasiado y cuando no estamos pendientes sobre todos los demás somos capaces de cosas increíbles.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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