Ésta es la historia de un trío glorioso. De tres pesos pesados de la industria de la alta relojería que han trabajado juntos para alumbrar un reloj que tiene a los coleccionistas salivando. Hablamos de Zenith, la firma de relojes que pertenece al primer conglomerado del lujo del mundo, LVMH; de la casa de subastas Phillips en asociación con Bacs & Russo, el departamento de relojes de la compañía, y del maestro relojero finlandés independiente Kari Voutilainen. Los tres se conocían (la industria suiza es un pañuelo), se admiraban y se embarcaron en un proyecto que no surge todos los días, pues supone poner de acuerdo a tres equipos diferentes entre sí.
Todo comenzó cuando los expertos en relojes Aurel Bacs y Alexandre Ghotbi, de Phillips, se acordaron de aquel Calibre 135 que Zenith produjo entre 1949 y 1962 en dos versiones: una comercial y otra creada únicamente para que participara en las competiciones de cronometría de los observatorios astronómicos de Neuchâtel, Ginebra (ambos en Suiza), Kew, Teddington (Inglaterra) y Besanzón (Francia), que vivían entonces su edad dorada. Pues bien, el movimiento obtuvo más premios por su rendimiento preciso que ningún otro calibre de cronómetro de observatorio en la historia. ¿Qué fue de él? Los lotes galardonados se guardaron en una caja fuerte del departamento de Patrimonio de Zenith, con sede en Le Locle (Suiza). Así que Bacs y Ghotbi viajaron allí para proponer la idea de sacarlos a la luz y realizar una edición limitada con ellos. Pero, oh sorpresa, a Julien Tornare, consejero delegado de Zenith, y a su equipo ya se les había ocurrido. “Pensamos ¿cómo podemos realizar un tributo a los fundadores, a quienes hicieron estos movimientos y los regularon? Había que darles una nueva vida”, dice Tornare. Inmediatamente les vino a la cabeza el nombre de Kari Voutilainen, el brillante artesano relojero a quien encargaron la restauración y el acabado de 10 de esos movimientos históricos para que se integraran en una edición limitada a una decena de piezas.
Los calibres, que no se produjeron para su lucimiento estético, han estrenado un envoltorio inspirado en parte en las versiones comerciales anteriores de relojes de pulsera del Calibre 135 manual. Con caja de platino de 38 mm y segundero de gran tamaño a las 6 en su esfera, los nuevos Calibre 135 Observatoire serán vendidos exclusivamente por Phillips en asociación con Bacs & Russo, a un precio de 132.900 francos suizos cada uno (127.000 euros al cambio actual). La disyuntiva ahora es ¿a quién entregarlos? “Los principales criterios serán dos: por orden de llegada de las peticiones, y a aquellos clientes (no minoristas) que sabemos que no van a comprar el reloj para revenderlo en seis meses con el objetivo de sacarle dinero. Es para gente que realmente aprecia este tipo de piezas. También vamos a subastar un undécimo reloj para dar más oportunidades a los clientes”, concluye Tornare.
Para dar vida al histórico Calibre 135-O se necesitaban manos expertas como las de Kari Voutilainen, al frente de la marca que lleva su nombre y colaborador de otras relojeras como Zenith. Con él hablamos en Ginebra durante la presentación del nuevo reloj:
¿Por qué se involucró en este proyecto? ¿Quería llegar a una audiencia mayor?
Kari Voutilainen: No, en absoluto. En mi empresa tienen mucho trabajo, así que no necesito más. Todas las colaboraciones que hago tienen más que ver con el contacto humano. Conozco a Alex [Alexandre Ghotbi, de Phillips] desde hace mucho tiempo, y ésa es una de las razones. La otra es que conozco la historia de Zenith y de sus concursos de cronómetros, así que fue algo muy atractivo. Además, Zenith forma parte del grupo LVMH, pero también pertenece a una familia a la que tengo respeto, y respeto lo que hacen en el campo de la relojería.
¿Por qué eligieron el Calibre 135-O?
Porque es muy famoso, ganó la mayoría de los premios en los concursos de cronómetros. Es un calibre excepcional. Tiene el mejor escape, la mejor rueda de equilibrio o espiral. La estética en aquel momento no era importante, lo único importante era la rueda de equilibrio [el dispositivo que ayuda a controlar la velocidad de movimiento].
¿Cuál fue la razón por la que no se comercializó en su día?
Había distintas versiones de ese calibre, una de ellas para comercializar, pero los calibres que se hicieron para las competiciones de cronometraje tenían diferentes escapes y ruedas de equilibrio, y eran piezas muy caras entonces. No tenía sentido ponerlas en una producción masiva. Fue un tema económico.
¿Qué es más difícil, reparar un calibre o empezar uno de cero?
Son dos cosas muy diferentes. Cuando estás trabajando con un calibre viejo, si rompes una pieza no puedes reemplazarla porque no existe. Las piezas tienen un valor en sí mismo, y hay que respetar eso. Tienes que trabajar con ética, pensar dos veces antes de hacer algo.
El año pasado, los relojeros independientes vivieron un boom de ventas. ¿A qué lo achaca?
Pasaron muchas cosas a la vez: primero, durante la pandemia no hubo ferias, solo presencia en Internet, y los independientes tenemos más flexibilidad en Internet, como los grandes grupos. Además, el mundo está cambiando, la gente quiere más contacto personal, y con los fabricantes independientes puedes conocer a las personas que están detrás de la fabricación de un reloj. También la edad de los consumidores está cambiando. Ahora veo muchos jóvenes comprando, y ese es un cambio muy grande.
¿Su marca también ha experimentado ese auge?
También. Ahora tengo una lista de espera de cinco años.
¿Es eso bueno para la marca?
No, porque para la creatividad. Todo lo que hacemos ahora es bajo pedido, y tenemos que cuidar las entregas y no se hacen cosas nuevas. Es demasiado para nosotros, vamos a intentar acortar los tiempos.
¿Explotará el actual ‘boom’ de la relojería mecánica?
Las cosas se calmarán un poco, pero durará, porque hay mucha gente en el mundo y el reloj mecánico es uno de los últimos objetos mecánicos que tenemos. Es la única joya que pueden tener los hombres, forma parte de su indumentaria. Todos nosotros tendremos más trabajo.