Opinión Eugenio Mallol

Putin contra la globalización

Si no fuera por la tragedia y el dolor, estaríamos hablando de la primera Guerra TikTok.
Stop Putin. Foto: Matti (Pexels)
Foto: Matti (Pexels)

Cuando John F. Kennedy mostró al mundo, durante la crisis de los misiles de Cuba, las imágenes aéreas tomadas por los aviones espía norteamericanos U-2, no temía estar revelando sus fuentes al Kremlin, porque los soviéticos conocían esa tecnología desde dos años antes. Más recientemente, los servicios de inteligencia norteamericanos anticiparon la injerencia de Vladimir Putin en las elecciones que ganó Donald Trump y han adelantado con precisión los planes de invasión de Ucrania. Biden tampoco temía dar pistas comprometedoras a su rival ruso al predecir una y otra vez los pasos que iba a dar.

Estamos ante un conflicto que a Putin le habría convenido mantener en el terreno de juego de los servicios de inteligencia, pero que ha conducido a una situación histórica inédita: un Estado-nación desafiando a la globalización. La estrategia de Rusia ha consistido en acumular 650.000 millones de dólares en reservas y en aplicar políticas autárquicas para reducir la dependencia de su economía del exterior. Pero Rusia es demasiado grande para funcionar sola y demasiado pequeña para ahormar una alternativa.

En respuesta al reto, por primera vez, los países y las empresas han decidido unirse y demostrar que hay algo peor que la globalización misma, fuente de desigualdades, y del cambio climático, y de la pérdida de empleos, y del encarecimiento de bienes y servicios: la ausencia de globalización.

Rusia lo sabe. Quizás Putin no habría dado el paso si no hubiera percibido la debilidad de Occidente en Crimea. Pero ninguno de los muchos conglomerados industriales y tecnológicos globales que venden a su país aceptará pagos en yuan digital. Nada fuera del sistema SWIFT. Nos resulta tan impensable que tome el control de Ucrania, cree un corredor en Polonia y rompa con la globalización, que si lo consigue acabaremos creyendo que EEUU estaba de su parte.

Si no fuera por la tragedia y el dolor que provoca la aborrecible invasión de Ucrania estaríamos hablando de la primera Guerra TikTok, como la denomina Calder Walton, jefe de investigación del Intelligent Project de la Harvard Kennedy School.

Según asegura, durante la Guerra Fría, el 80% de la información sobre la Unión Soviética que llegaba a los servicios de inteligencia occidentales procedía de fuentes secretas y el 20% de lo que llama la ‘open-source intelligence’. Hoy el porcentaje se ha invertido, como mínimo. Resulta sencillo enterarse de la ubicación y los movimientos de las tropas rusas gracias a los vídeos de los internautas, hay constelaciones de satélites privados sobrevolando Ucrania y transmitiendo datos, hasta Elon Musk ofrece conexión gratis a la población (cierto, cuidado con las malas hierbas de la desinformación).

Ni siquiera Rusia es tan temible en cuestiones de ciberguerra como su presidente intenta hacernos creer. O Putin se impone a la todavía tierna clase política occidental con la lógica de los servicios de inteligencia o, si la globalización se une y defiende sus valores, tendrá que retirar su órdago.

Conviene actuar con cautela, en cualquier caso. En su artículo, Walton recuerda la pregunta que formuló en 1946 el general estadounidense Walter Bedell Smith a Stalin poco después de ser nombrado embajador en Moscú: “¿Qué quiere la Unión Soviética, hasta dónde va a llegar Rusia?”, a lo que Stalin respondió: “no vamos a ir mucho más allá”. Nunca se sabe.

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