¿Qué somos? ¿Cómo podemos llamar a lo que tenemos? ¿No es hora de que decidamos dónde va lo nuestro? Cuántas relaciones amorosas se han visto frenadas por una de estas preguntas, de una profundidad a caballo entre la metafísica y el cuestionario de la Bravo o la Superpop. Tras cierto furor inicial, llega el momento de recapacitar, de ponerle nombre a todo, de hacer un parón que ubique dónde estamos. Habitualmente, ese día se pone la primera piedra para quitar parte de la mística de lo espontáneo y para llenarlo todo de convencionalismos. De esas preguntas cliché que lo vuelven todo tan objetivo se ha terminado tantas veces con la química, que no soy capaz de entender que todavía sean tan empleadas. Con lo fácil que sería seguir viviendo sin formularlas y disfrutar de cada día. Con lo fácil que sería decir: “Tú tira y, si eso, ya veremos”.
Una frase que podría aplicarse mucho más allá del amor. De hecho, “Tú tira” se ha convertido en una de mis frases favoritas en el trabajo. Al final, con la gestión de las marcas pasa como con las relaciones amorosas; cuando uno trata de ponerle nombre a todo, de hallar la forma de definir o de encajar todo lo que se hace, de pararse a analizar cada detalle, se acaba por romper la belleza de lo genuino y, sobre todo, se termina por no hacer absolutamente nada. Uno de los grandes males de las compañías actualmente, desgraciadamente con cada vez más frecuencia, es tener una tendencia asombrosa a vivir en constante parálisis bajo la apariencia de estar cocinando algo. Estar debatiendo el “¿Qué somos?” durante dos años para terminar por ceder la pregunta al siguiente.
En mi opinión, es mejor hacer algo discreto, incluso flojo, que no hacer absolutamente nada; es mejor lanzar un proyecto en el que obtengas un cinco raspado que tirarse meses buscando la matrícula de honor. Por eso me acojo cada vez más a la cultura del “Tú tira y ya veremos”, porque pensar es importante, por supuesto, pero nos guiamos por los hechos, por lo que se hace. Además, la cultura del “Tú tira” genera confianza entre los equipos, la sensación de que trabajan para hacer y no para decir. Igualmente, cuando se saca constantemente cosas al mercado uno se pone en forma, comienza a afinar con tests basados en la realidad, que son los que cuentan, empieza a sacar mejor nota. Es como el delantero que jugando coge el hábito de empezar a meter goles. El ritmo de competición te lo da la cultura del “Tú tira”.
Tirar exige responsabilidad, por supuesto. Tirar es incómodo, porque uno puede equivocarse y pensar lo bien que se vivía preguntándonos qué éramos y dónde íbamos. Pero tirando es como se va haciendo, avanzando es como se construye. En el trabajo, como en el amor, hay veces en las que hacerse demasiadas preguntas nos enfrenta a muchas respuestas que pueden romperlo todo o, sencillamente, enfangar las cosas. Al final, pienso yo, es mucho mejor vivir, seguir haciendo, y que sean los hechos los que definan lo que somos. Si no, lo más probable es que nos frenemos en seco y acabemos con lo que hacía especial la relación. O peor, será el test de la Superpop el que termine decidiendo por nosotros.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.