París estaba en decadencia, Londres era una mierda y Roma, peligrosa. Hubo un tiempo en el que mirar a Madrid era la única opción bonita para jóvenes extranjeros con ganas de pasarlo bien. Ese tiempo acabó pasando a la Historia con el nombre de ‘La Movida’ y llenó las calles libres de dictadura [y sus bares de alterne] de gente guapa, atrevida y con apetito hasta la madrugada. Años de cambio que la lente de Sylvia Polakov retrató durante años, desde La Movida (madrileña) hasta la jet set del país.
Hoy, la artista invitada de los años setenta y ochenta, Sylvia Polakov, ha fallecido, según han informado en su cuenta personal de Instagram (@sylviapolakov), dejando huérfana a toda una época de recuerdos que ahora vuelve a nuestra memoria.
Fotógrafa legendaria
Polakov fue una de las profesionales de la imagen que mejor ha captado la esencia de los famosos de la época dorada de España, de su noche y sus fiestas. Sin ofrecer una fotografía al uso, por su lente pasaron socialités tan importantes como Isabel Preysler, Tita Cervera, José Luis de Vilallonga, Fernando de Baviera o la mismísima reina emérita, Sofía. Otros nombres, pertenecientes a la farándula, también se dejaron seducir por el atractivo de su cámara. Carmen Maura, Massiel, Lolita Flores y Antonio Banderas, entre otros.
Un continuado goteo de rostros conocidos quedan recogidos en los archivos gráficos de sus álbumes, un buen lugar en el que atesorar las mejores anécdotas que dejó la España de los años setenta, ochenta y noventa, y pasar revista a su época preferida, la del destape, a la que contribuyó retratando a algunas de las mujeres más exuberantes del momento.
Cierto es que Polakov no vivió el éxito de Studio 54, uno de los centros neurálgicos de las noches de Nueva York, pero consiguió que Madrid compartiera el espíritu rebelde que ese garito de moda sudó cada una de las madrugadas de sus tres años de vida. Y convirtió Marbella en epicentro de sus trabajos más celebrados, donde la jet set de la ciudad guardó cola para ser capturada por su objetivo de la manera más improvisada posible.
Una cámara democrática
Lujo y austeridad. Realeza y proletariado. Su cámara democrática dio cabida a todo tipo de personajes, sin importar condición, con el único objetivo de empoderar la naturalidad de las personas. Y bajo este prisma desarrolló su trabajo durante décadas, que abarcó todo tipo de campos. A la industria de la moda, la primera que tocó, le siguieron otras muchas como la fotografía de bodas, retratos, eventos, publicidad, sociedad y editoriales.
Sin renunciar a ningún encargo, su pasión por la cultura le llevó a cultivar una relación de amistad con Salvador Dalí y a dejar constancia de ello con envidiables fotografías al aire libre en la casa que el artista tuvo en Cadaqués, y que ella tomó en sus años de juventud, recién llegada de Barcelona y sin más capital que unos pocos ahorros.
Algo que cambió poco tiempo después para terminar siendo una de las fotógrafas más prestigiosas de la profesión. Y la autora de más de 250 reportajes (fotográficos) convertidos en historia viva y en movimiento de España, porque si algo le gustó a esta mujer de casi dos metros de altura y ojo clínico fue moverse en busca del retrato perfecto. Lo consiguió, y lo hizo a la vez que acompañó a la colectividad en su trabajo más importante: evolucionar.
Pasando revista a sus más de cuatro décadas de profesión, se puede decir que sus fotografías hablan de los nuevos gustos que adquirió la gente que le tocó vivir en una sociedad en constante estado de crisis.