Aura MatchMaking y Alcanda MatchMaking se las conoce como las Tinder para ejecutivos, pero sus respectivas CEO y fundadoras, Sandra Massana y Verónica Alcanda, rechazan la etiqueta. “No lo somos”, insiste la barcelonesa Massana. «Nada en contra, pero esa es una aplicación con fama de que la gente va a lo que va: a tener relaciones sexuales. Nosotros lo que hacemos es invertir el proceso natural».
Esto de invertir el proceso natural, según ambas emprendedoras del amor, consiste en buscar un perfil de persona concreto que dé sostenibilidad a una relación. Cuando te enamoras de alguien, la relación parte, normalmente, de una atracción física. Con el tiempo se cae la venda y descubres si esa persona realmente es para ti o no: si hay afinidad, si sois compatibles, si hay un proyecto de vida común. “
«Nosotras empezamos al revés, miramos que la persona que estamos buscando para ese cliente o clienta tenga todos los puntos en común que garanticen la sostenibilidad en el tiempo. Posteriormente, si surge el feeling ya es cosa de ellos».
«El matchmaking es un negocio difícil porque aborda y trabaja con la parte emocional del ser humano y sus más altas expectativas: el amor y la felicidad», indica Alcanda. Para esta emprendedora del sentimiento, la diferencia entre el matchmaking, las apps y agencias matrimoniales no es tanto una cuestión de nomenclatura sino del servicio: matchmaking.
«En todas las empresas certificadas por Matchmaking Corporation es el método que utilizamos, Head Hunting Sentimental©, pues garantiza profesionalidad y ética que, normalmente, carecen otros medios de búsqueda de pareja.
Las razones principales por las que los clientes escogen contratar esta modalidad, son tres: están demasiado ocupados para dedicar el tiempo y esfuerzo que requiere encontrar su pareja ideal en medios digitales, no pueden exponerse públicamente en redes sociales, y, si lo han hecho, han tenido muy mala experiencia».
Lo que les separa de una agencia matrimonial, Massana señala que ahí los clientes van, se apuntan y pagan. Están en una base de datos y la agencia hace match entre ellos. «Nosotros, en cambio, buscamos a una persona que cree- mos que puede congeniar con el cliente o la cliente. Nos entrevistamos y nos interesamos por su estilo de vida, aficiones, nivel social… A partir de ahí, dibujamos una estrategia con el equipo descubriendo el perfil que quiere y realizamos la búsqueda personalizada».
Dos ejemplos reales
Sandra Massana fundó Aura MatchMaking tras conocer la experiencia de una amiga suya que vivía en Londres, donde trabajaba en un bufete de abogados con una socia workaholic. Buscaba pareja, pero no tenía tiempo y tampoco quería usar apps. La so- lución fue contratar a una empresa de matchmaking.
«A partir de aquí empezamos a investigar y descubrimos que era un servicio que hacía tiempo que funcionaba en EE UU y en algunos países de Europa como Reino Unido, Francia y Suiza, pero que en España casi no estaba presente, más allá de Alcanda MatchMaking que funciona hace siete años y con la que nosotras colaboramos. El resto de empresas o ha copiado el modelo de app online o son agencias matrimoniales».
Para Alcanda todo empezó como solución a una necesidad personal. Tras casi dos décadas en el extranjero, regresó a España en 2001 y se dio cuenta de que el contexto había cambiado radicalmente y de que, si bien conocer gente era extremadamente fácil (casi siempre a golpe de pulgar en una pantalla) hallar a “la persona idónea” con quien iniciar una relación estable era casi una tarea imposible.
«No nos comprometemos a ofrecer algo si la persona pide un imposible. A veces se crean expectativas que no son reales»
«Pasaron los años y me olvidé del tema para centrarme en mi carrera profesional, hasta que en 2012, volando a Estambul, cayó en mis manos una revista americana en la cual se anunciaba no una, sino tres empresas de matchmaking, todas con sede en EE UU. Me llamó mucho la atención y busqué si en España había este tipo de servicios pues me planteaba contratar uno para ‘cambiar mi suerte’. Cuál fue mi sorpresa al averiguar que no existía ninguna en todo el sur de Europa. Este hecho me hizo reflexionar sobre el modelo de negocio y de cómo podría funcionar aquí. Y, en 2013, en lugar de contratar yo misma este servicio en el norte de Europa donde sí existen este tipo de empresas, decidí dar un rumbo radical a mi carrera profesional y montar yo el negocio en España».
Aura y Alcanda huyen del online y cimentan su servicio a través de la entrevista personal tanto a los clientes como a los candidatos. Así lo primero que realizan cuando les contacta alguien, es entrevistarse con él o ella, y ver si realmente le pueden ayudar, explica Massana: «No nos podemos comprometer a ofrecer un servicio si la persona pide un imposible. A veces hay gente que se crea unas expectativas que no se correspon- den con la realidad».
Los costes: «Nuestro servicio cuesta entre 5.000 y 10.000 euros con un contrato entre seis meses y un año, y va especialmente destinado a profesionales que no disponen del tiempo necesario para encontrar pareja», explica la fundadora de Aura MatchMaking. En ese plazo se comprometen a un mínimo de entre 5 y 10 presentaciones.
El perfil: «En un principio eran clientes de entre 40 y 60 años, pero cada vez se acercan de menos edad, de 35, 30…», aporta la creadora de Alcanda MatchMaking. El 55% de los clientes de su empresa son hombres, frente a un 45% de mujeres. Un 80% tiene entre 40 y 55 años; el 10% menos de 40 y el otro 10% supera los 55 años. Un 80% son divorciados, el 15% nunca se ha casado y un 5% son viudos. “Ahora mismo, el cliente o la cliente acaba encontrando su match entre el segundo y tercer candidato o candidata que les presentamos”.
La única carencia es que, de momento, no ofrecen su servicio al colectivo LGTBI. «Pero es algo que a corto plazo nos gustaría incorporar», asegura Massana.