Luce el sol en Miami, es 5 de junio, y en el escenario de la conferencia Bitcoin 2021 Jack Mallers anuncia emocionado: “Estáis preparados? No lo creo. Un pequeño paso para Bitcoin, un gran salto para la humanidad.” Tras una breve presentación, el CEO de Strike da paso al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien anuncia su intención de aprobar una ley que convierta a El Salvador en el primer país del mundo que adopte Bitcoin como moneda de curso legal.
Sin duda este acontecimiento podría parecernos algo absurdo, o cuando menos, sorprendente. ¿Por qué ese interés por Bitcoin? ¿No era una simple burbuja especulativa? Desde nuestra perspectiva europea disfrutamos de precios relativamente estables en euros, fácil acceso a cuentas bancarias, tarjetas de crédito, inversiones, seguros, y un marco institucional que protege nuestros derechos de propiedad. Somos unos privilegiados, pero no todo el mundo tiene esa suerte.
En muchos países emergentes no se defienden los derechos de propiedad básicos que les permitan preservar y transferir riqueza de generación en generación. Carecen de la infraestructura y hasta de la documentación necesaria para abrir una cuenta bancaria o acceder a cualquier servicio financiero. Sufren de elevada inflación o hiperinflación en sus monedas locales, y todo tipo de restricciones, represión y censura por parte de gobiernos autoritarios que coartan su libertad. Muchos se ven obligados a huir del país en el que nacieron en busca de mayor prosperidad.
Estos refugiados financieros envían remesas a sus familias, remesas sujetas a elevadas comisiones, días de espera, y en ocasiones largos y peligrosos viajes en el país de destino para recibir el pago. Cuando llegan a Estados Unidos, padecen las consecuencias de las políticas monetarias expansivas por el llamado Efecto Cantillon, que explica el aumento de la desigualdad entre quienes están más cerca del grifo de dinero de nueva creación (dueños de activos) y aquellos con menor capacidad de ahorro que ven subir el precio de la vivienda, la gasolina, la educación, o la cesta de la compra.
Para estas personas la utilidad de Bitcoin está muy clara. Para cualquier familia que haya sufrido una devaluación, un corralito o una expropiación, la importancia de Bitcoin se entiende rápidamente. Usan Bitcoin sin que nadie les obligue, y sin que nadie se lo pueda impedir. El salvadoreño que envía remesas a su país, los emprendedores nigerianos que crean una economía paralela a la oficial, el cubano que compra un dominio web, el venezolano que cruza la frontera con sus ahorros memorizando 12 palabras, o el activista de Hong Kong que se financia sin que el gobierno chino pueda evitarlo. Ellos no necesitan bancos, tienen Bitcoin.
En este contexto, es más fácil entender el caso de El Salvador, un pequeño país dolarizado con 2 millones de habitantes viviendo en Estados Unidos, y en el que las remesas constituyen el 22% del PIB. El 70% de la población no tiene cuenta bancaria, pero el 50% tienen móvil y conexión a internet, y aplicaciones como Strike llevan meses siendo las más descargadas. Estas aplicaciones aprovechan la red lightning de Bitcoin para hacer transacciones rápidas y gratuitas, manteniendo las características de seguridad de Bitcoin.
Comunidades enteras como Punta Mango o El Zonte funcionan en una economía circular basada en Bitcoin. Cortarse el pelo, comprar fruta, pagar salarios, reinvertir en el negocio o aprender a surfear, todo con Bitcoin.
La nueva ley plasma lo que ya ocurría en el país, otorgando un marco legal más claro. Sin embargo, dista de ser perfecta, pues permite pagar impuestos en Bitcoin, pero no permite que las bases imponibles se calculen en Bitcoin, dificultando su contabilidad y reforzando la dolarización. Tampoco concuerda con la filosofía abierta, voluntaria y neutral de Bitcoin el que se obligue a los comerciantes a aceptar Bitcoin, aunque se ha indicado que siempre podrán recibir la cantidad equivalente en dólares, corriendo el Estado con los costes de conversión.
Quedan muchos interrogantes. ¿Cómo será el periodo de transición? ¿Presionará el FMI para que se anule? ¿Le seguirán más países en situación similar? ¿Minarán Bitcoin con el calor de sus volcanes? Lo que está claro es que esta tecnología ha aumentado la libertad y la esperanza de millones de personas de formas que nunca nos habríamos imaginado.
**Emérito Quintana Pelayo, asesor del fondo Numantia Patrimonio Global.