Entre sus herramientas no hay bolas de cristal ni palosanto. Lo que encuentras en los despachos de estas mentes de visión periférica son métodos cuantitativos y cualitativos complejos. Y si les das a elegir entre fantasía y ciencia ficción, se quedan con la segunda.
Se autodenominan prospectivistas si proceden del linaje latino, y futurólogos o futuristas si beben de las escuelas anglosajonas. ¿Su labor? Utilizar el conocimiento y la intuición para anticiparse a lo que viene y poder tomar mejores decisiones en el presente, por lo que, en tiempos tan inciertos como el actual, la demanda de su perfil está en alza en gobiernos, organizaciones y empresas.
“La intuición y la imaginación se están revaluando”, asegura el director de Investigación del Centre for Postnormal Policy and Futures Studies (CPPFS), Jordi Serra. “A veces las hipótesis de la ciencia ficción son muy valiosas. Fíjate en la serie Black Mirror. Están bien trabajadas. Quizá la premisa no la compro, pero el trabajo de desarrollo es bueno”, opina este experto con más de 35 años investigando, estudiando, enseñando, evaluando y escribiendo sobre el cambio y los estudios de futuro.
Serra cree que “no nos podemos circunscribir a lo que tradicionalmente se ha considerado como racional”. Junto con un nutrido grupo de renombrados intelectuales procedentes de multitud de ramas del conocimiento e instituciones, lidera un laboratorio de ideas o think tank transnacional donde comparten sus trabajos de investigación sobre el futuro, al amparo de lo que se ha denominado la teoría de los Tiempos Postnormales.
Estos estudiosos han llegado a la conclusión de que estamos entrando en una era más compleja, caótica y contradictoria. “No es sólo que las cosas estén cambiando, sino que la propia naturaleza del cambio está cambiando. Estamos en un momento de profunda transformación que históricamente será transitorio, pero hay que navegarlo”.
Al contrario que sus colegas estadounidenses, que comenzaron a hacer estudios de prospectiva a mediados del siglo pasado con fines militares, la mayoría de especialistas del futuro considera actualmente que el mañana no se puede adivinar y, por tanto, no se puede controlar. “Estamos en un momento en el que el viejo paradigma agoniza mientras empezamos a ver pequeños indicios de lo que podría venir, pero sin nada definido. Ese momento entre el “ya no más” y el “todavía no” es lo que se entiende por tiempos postnormales. Hay tanta incertidumbre que no se puede controlar, sólo navegar. Y para poder hacerlo lo más importante es fijar el rumbo. Necesitamos decidir a dónde queremos ir”.
¿Decidir a ciegas? Tampoco tanto. “La profunda comprensión de lo que ocurre es lo que te permite tomar decisiones e influir en la probabilidad de que se dé uno u otro de los futuros posibles”, explica Serra. Y ese es el campo de estos profesionales, caracterizados por su alta capacidad de relación, análisis y visión a largo plazo.
Como disciplina, los estudios de Futuro surgieron en los años cincuenta, pero mucho antes se empezó a hablar de la futurología como una herramienta para vislumbrar el mañana. Y, aunque algunas corrientes defienden la capacidad del acierto total, por sobrehumana que parezca, la mayoría de líneas de pensamiento actuales coincide en señalar que, cuando se trata de predicciones, el grado de error es alto. Otra cosa son los pronósticos.
“Lo que hacen los prospectivistas, o los especialistas en foresight, es imaginar posibles escenarios futuros, después de un análisis de la infinitud de variables detectadas”, explica David Alayón, experto en la aplicación de las herramientas de pronóstico futurista para el campo de la innovación disruptiva, fundador de la consultora Innuba. “La idea es diferenciar las opciones y tomar decisiones en el presente, ya sea para posicionarse de cara al futuro, como lo hizo Shell con la crisis del petróleo, o para influir en él convirtiéndose en agente de cambio, como hizo General Motors (GM) en la Expo de 1939 durante su exhibición Futurama”.
El precio de ignorar el futuro
Pero no siempre se puede, o se quiere, hacer caso a los visionarios. Uno de los ejemplos más sonados fue Kodak. El líder del mercado de la fotografía analógica a finales del siglo XX sabía que el futuro sería digital, “sin embargo, prefirió no mover ficha por miedo a canibalizar sus propios productos. Acabó en desastre”, recuerda Alayón que diferencia el caso del de Nokia, que desoyó a quienes la instaban a cambiar sus móviles de botones por los de pantalla.
Si tenemos que hablar de graves errores estratégicos, donde hay que mirar es al colapso de aquella modernidad idílica diseñada en Futurama, que se basaba en el crecimiento ilimitado. En esencia, insostenible.
Fue en 1997 cuando The Millennium Project, otro think tank que publica anualmente su Estado del Futuro, alertó de que “el aumento de las migraciones masivas y los viajes internacionales propagan enfermedades más rápidamente que en el pasado; el incremento de la urbanización y la densidad de población aceleran e intensifican la capacidad de detener la vida tal como la conocemos”.
En este sentido, Serra asegura que “aun siendo un mazazo, el covid nos obliga a replantearnos el modelo productivo y el capitalismo. Porque esta pandemia puede ser un juego de niños en comparación con un cambio climático descontrolado total”.
Lamentablemente, ese escenario es uno de los más probables. Aunque no sea el preferible de los investigadores del futuro, sí es la visión a la que algunos, como Elon Musk al frente de Space X, se están adelantando con sus proyectos de exploración espacial. “Hay asteroides cuyos recursos harían ricos a todos los habitantes del planeta”, añade Serra.
Recalculando el negocio
Por su parte, el líder de Innuba, que puso en marcha la renovación de Inditex con sus tiendas del futuro (para lo que la firma ha destinado 1.000 millones de euros para impulsar la actividad online y otros 1.700 para la correspondiente actualización de la plataforma integrada de tiendas), aplica ahora sus conocimientos sobre la prospectiva en proyectos de sostenibilidad social y ambiental. “Estamos viviendo los resultados de entre 50 y 80 años de machaque industrial brutal. Es probable que nosotros no vivamos la destrucción de la Tierra, pero en cuatro generaciones más estarán en una situación bastante complicada. Sobre todo, con el agua. Hay mucha gente que está generando planes B, desde invertir en desalinizadoras de agua hasta viajar a Marte, porque esto se ha acabado”.
El colapso del sistema no sólo fue avisado por la ciencia ficción. Los estudios científicos lo llevan corroborando años. “Ha sido un tema de intereses y de una inercia del negocio construido literalmente sobre la inconsciencia del impacto”.
A la fuerza ahorcan. Los expertos aseguran que el viejo paradigma, el de ganar a toda costa, está cambiando. “La economía circular es la economía del futuro”, afirma Alayón, que espera poder lanzar este verano (aplazado por la pandemia) su último proyecto, bajo el encargo de una gran compañía cervecera: “Hemos diseñado una cerveza de principio a fin. Desde la recogida de la materia prima hasta un proceso de elaboración circular, donde incluimos a expertos de ingeniería química, gestión de residuos, maestros cerveceros, etcétera. Es decir, todos los perfiles implicados para rediseñar el desarrollo y hacerlo circular: modelo de distribución, última milla, embalaje, anillas… Todo”.
Alayón, que enfoca su labor en ayudar a las corporaciones a diseñar un propósito o visión de legado, confirma que ya son muchas las grandes firmas que introducen este sistema en su negocio. Es el caso de Patagonia o H&M, porque la industria de la moda es de las más contaminantes, pero también porque es rentable. “Ahora mismo, aquellas empresas que no tienen en cuenta su impacto social y medioambiental lo están viendo reflejado negativamente en su negocio. Aunque todavía hay muchos directivos que creen que es una moda y se quedan en el cortoplacismo, cada vez son menos. Aquí es donde más va a aumentar el nivel de consciencia en los próximos 10 años”.
El optimismo parece estar justificado: más allá del relevo generacional en los comités de dirección, la consciencia de impacto influye cada vez más en la retención y captación del talento; en las decisiones de los potenciales inversores y en la regulación de los estados que, pronostica este experto, obligará a las compañías a hacerse cargo de sus impactos mediante impuestos.
Inversores futuristas
De alguna u otra manera la mayoría de inversores miran al futuro, pero en el mundo anglosajón algunos llegan a autodenominarse futurist investor o inversor futurista. Es el caso de Ed Butler, Popular Investor en eToro desde 2017, quien asegura haber obtenido desde entonces una rentabilidad del 1.300%. “Cuando era adolescente leí libros como 1984 y Un mundo feliz, que despertaron inmediatamente mi interés por la futurología. Pensar en cómo será mi vida en el futuro me parece algo muy natural. Tiene sentido adaptar mi cartera de inversiones con esa misma mentalidad”.
Butler no es el único. Chamath Palihapitiya, Cathie Wood y Bill Gates han ilustrado un profundo conocimiento de la futurología en sus inversiones. Su enfoque de inversión empieza por identificar los conceptos tecnológicos y sociales, “por ejemplo, el ecologismo, la inteligencia artificial, la tokenización, el trabajo a distancia, etcétera”, explica Butler. “A partir de ahí, segmento los distintos mercados que se verán influidos por ese tema. Dentro de esos mercados, analizo y evalúo las empresas líderes y elijo las que creo que serán las ganadoras”.
Este joven inversor inglés asegura tener confianza en todas sus posiciones, en las que incluye valores tecnológicos estándar, criptomonedas, investigadores y proveedores de cannabis, empresas de energía solar y compañías de ciberseguridad. Pero si le preguntas, destaca tres nombres de toda su cartera: “Salesforce tiene una impresionante y creciente cartera de productos, una gran cuota de mercado y un agresivo enfoque de fusiones y adquisiciones que los está transformando en uno de los gigantes de la tecnología. Beyond Meat es uno de los primeros actores del mercado en un sector en plena expansión y se basa en un producto de gran calidad. FireEye (y otras empresas de ciberseguridad) van a desempeñar un papel más importante en el futuro de la tecnología y están bien situadas para capitalizar este sector en rápida expansión”.
En el ámbito corporativo, este perfil “cada vez se demanda más”, confirma Alayón, aunque aquí no suelen tener el título de “futurista”, como en el mundo anglosajón. “En Estados Unidos contratan incluso expertos en ciencia ficción, pero fuera se demandan personas que cuentan con este tipo de herramientas o habilidades, vinculados con la exploración de tendencias pulsantes y factores emergentes”. Es aquí donde entrarían los perfiles del hunting innovation o el scouting, en el terreno tecnológico, o del coolhunting relacionado con el marketing.
Ver lo que piensas o pensar lo que ves
En momentos como el actual, “cuando más difícil es anticipar, es justo cuando más valor tiene hacerlo”, afirma el también profesor de Universitat Ramon Llull, Jordi Serra. En su opinión, si partimos de la base de que el ser humano es incapaz de controlar todas las variables como para obtener certeza absoluta, también admitimos la capacidad de influir en el mañana. Al final es una cuestión de analizar cuál es la actitud ante el futuro. “Todo lo que sea ser reactivo o preventivo es adoptar una actitud de espera para adaptarte a lo que ocurra. Por el contrario, quienes son activos tratan de llevar el liderazgo. Los proactivos van más allá intentando provocar que los cambios les beneficien. Tú eliges”.
Este último es un juego muy diferente. Implica proyectar, crear una imagen de futuro, visión o propósito, teniendo en cuenta todos los estudios cuantitativos y las diferentes variables cualitativas. Sin embargo, la mayoría de las veces en las que la prospectiva falla no son los datos, ni los modelos, sino lo que creemos saber. “A mis alumnos siempre les propongo el acertijo: ¿vosotros pensáis lo que pensáis por lo que veis o veis lo que veis por lo que pensáis? Si no eres capaz de analizar y cuestionar tus análisis de futuro, podrías estar viendo sólo lo que quieres”.
Después de escuchar esto sin que el cerebro sufra un cortocircuito, parece lógico afirmar que los futuristas o prospectivistas no sólo deben contar con una apertura mental indispensable para poder diseñar los modelos apropiados de generación de datos, sino también con un conocimiento multidisciplinar y transversal de la realidad. La mayoría de estudios de prospectiva son de postgrado, enmarcados en las Ciencias Sociales y a los que acceden estudiantes de ámbitos como la Sociología o la Economía, pero también de ramas científicas y tecnológicas.
Todos estos perfiles se suelen integrar en las organizaciones en áreas de innovación disruptiva, estrategia corporativa o planificación estratégica. “Por supuesto, también encontramos compañías que cuentan con un área específica de corporate foresight, entre las que destacan las firmas más futuristas del momento”, explica Alayón.
¿Escrito en los astros?
Aunque sobre la puerta del templo de Apolo en Delfos decía muy claro “conócete a ti mismo”, el lugar se convirtió en la antigua Grecia en el centro de peregrinaje de las almas ilustres, que ansiaban lanzarle sus preguntas sobre el futuro al famoso oráculo. No es casualidad que una de las herramientas más utilizadas en prospectiva se denomine el método Delphi.
La misma necesidad de certeza lleva a algunos inversores a analizar todas las vías posibles de predicción, incluidos los astros. La astróloga financiera de Nueva York, Evangeline Adams alcanzó fama y fortuna a través de su práctica. Se convirtió en la astróloga más conocida de su época, citada a menudo en The New York Times. Al parecer, grandes inversores como Charlie Chaplin, Mary Pickford y JP Morgan siguieron su consejo. A este último se le atribuye la frase: “Los ricos no usan la astrología. Los multimillonarios sí.”
Otros astrólogos reconocidos fueron Manly P. Hall, WD Gann, Muriel Hasbrouck y Louise McWhirter. En la actualidad, dos de los nombres más exitosos de este tiempo son Raymond A. Merriman y Arch Crawford.
Según Henry Weingarten, director gerente del fondo de inversión The Astrologers Fund, Inc., “muchos de los analistas, corredores de bolsa y operadores actuales confían en los datos planetarios para orientar sus decisiones de inversión”. Weingarten asegura haber pronosticado hitos del mercado como la caída de la bolsa de Tokio en 1990 y el inicio de la Guerra del Golfo Pérsico, ya que “los horóscopos de los países y las empresas afectan a la selección de los mercados, los grupos industriales y las acciones individuales”. Weingarten ilustra sus explicaciones con horóscopos como el de la Bolsa de Nueva York, IBM, Microsoft, Netscape, Bill Gates o Warren Buffett.
Futurismo aplicado
Space 10. Pocos lo saben, pero es el laboratorio de ideas de Ikea, que funciona como un estudio aparte. Se encarga de proyectar futuros urbanísticos y de estilo de vida. En su página web tan pronto puedes ver las soluciones que proponen para acabar con el problema de la vivienda y el hacinamiento en las grandes ciudades, como una solución para diseñar, personalizar y descargar (libre de derechos) tu propia Casa Abeja, con la que esperan ofrecer una “visión de cómo el diseño democrático puede ayudar a reequilibrar nuestra relación con el planeta”.
X Company. Es la fábrica de moonshots (así se denomina a las ideas capaces de cambiar el mundo) de Google. El grupo Alphabet también está apostando por el futuro en otros muchos sectores con, por ejemplo, Waymo (coche autónomo) o 23andme (genética y biotecnología). Y con Sidewalk Labs investiga sobre cómo mejorar ciudades para elevar la calidad de vida.
Amazon. En constante creación de nuevas fórmulas para crear a su gusto el futuro del retail, ecommerce y logística con Amazon Prime Air, Amazon Go, Amazon Wardrobe o Dash Buttons. Como dijo Jeff Bezos en la gala de la IA (del inglés, inteligencia artificial) 2017, “la invención no es disruptiva; sólo la adopción por parte de los clientes lo es. En Amazon inventamos muchas cosas que a los clientes no les importaban en absoluto y, créanme, no eran disruptivas”.
La compañía de Bezos juega habitualmente con lo que los expertos denominan “el diseño especulativo o de ficción” (que también implementan firmas como Mercedes o Google). Se trata de utilizar la innovación como una herramienta de marketing, al promocionar productos que no están desarrollados al 100%, pero lo simulan. “Un ejemplo fue el lanzamiento de su tienda autónoma, Amazon Go”, en la que no hay cajeros ni colas, explica el líder de Innuba. Tan sólo entras, escaneas un QR, coges lo que quieras y sales por la puerta. Te cobran automáticamente. “La compañía tuvo una tienda abierta durante un año sólo para empleados. Lo anunció a bombo y platillo. Después la abrieron al público y casi siete años después ha empezado a desplegarse. Pero claro, ya se posicionó ahí. De alguna manera influyó durante todo ese tiempo en la forma de pensar de la gente y en la estrategia de otras compañías”.