Nunca es fácil escribir sobre la muerte de nadie. Lo es más aún cuando se ha conocido y apreciado al fallecido. Es el caso de Rubén Caravaca Fernández, al que se conoce por su faceta de gestor cultural, articulista y ensayista, que falleció en Madrid el miércoles 20 de septiembre de 2023. Rubén se había sometido hace diez días a una operación de corazón y el lunes le habían dado el alta. Todo parecía ir sobre ruedas, pero ayer le sobrevino un infarto inesperado del que ya no logró recuperarse. Esta tarde, a partir de las 18:00, se espera la llegada de sus restos mortales a la sala 20 del tanatorio de la M30.

Nacido en Madrid en julio de 1959, le conocí durante los famosos años ochenta. Él trabajaba como técnico de cultura en el Ayuntamiento de Madrid, junto a otros ilustres profesionales como Julio Muñoz “El Chino” o el también fallecido a temprana edad Fernando Esteve. Al contrario de lo que suele ser habitual, Rubén no se preocupaba de apoyar, difundir o divulgar la música que no necesita apoyos, porque ya le llegan desde la industria, sino que enfocó todos sus esfuerzos en apoyar lo que siempre se queda huérfano de presupuestos y programaciones: la música experimental y lo que estaba a punto de empezar a ser conocido como “músicas del mundo”, un patito aún más feo que el pop y el rock, a los que sí se prestaba atención desde el ayuntamiento madrileño. Pero lejos de conformarse ante la incomprensión de sus propuestas, Rubén, junto su socia durante muchos años, Gloria Parra, fundó en 1989 Yeiyeba y, un poco más adelante Nox Producciones, empresas pioneras en la representación artística de artistas africanos y latinoamericanos, como Dissidenten, Los Tigres del Norte, Susana Baca, Bajofondo Tango Club, Totó la Momposina, Natacha Atlas, Hoba Hoba Spirit, Badiaa Bouhrizi o Vieja Trova Santiaguera, a muchos de los cuales trajo a actuar a España por primera vez.

Funcionaba como un motor, impulsando el asociacionismo y todo tipo de propuestas culturales (léase bien: “culturales”, no “entretenimiento”). Entró a formar parte de la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo, la patronal de los mánagers, para entendernos, donde representaba y defendía al sector más minoritario del mundo del espectáculo. Con su tesón y energía, llegó a integrarse como vocal de la Junta Directiva de esta asociación –de la que yo era director y editor de su revista portavoz, Escenarios– entre 2001 y 2003.

En 2004 fue uno de los impulsores de la creación de la Asociación de Gestores y Técnicos Culturales de la Comunidad de Madrid (AGETEC), que él mismo presidió entre 2011 y 2012. Fue también fundador de la Asociación Cultural Fabricantes de Ideas y de Cultura en Red y Movimiento (CEREM) y de los festivales Noches de Ramadán, Tren de la diversidad, Lavapiés Diverso, ArganzuelaFemFest y Hola, Lavapiés, además de ejercer centre 2006 y 2013 como responsable de comunicación de Pirineos Sur.

Comprometido con el sector y las causas sociales, fue también conferenciante, articulista (para medios como El Confidencial, Cambio 16, Público o Diario Vasco) y autor de libros como “Música de mujer” (2006) y “Guía de las músicas del Magreb” (2007), escritos ambos con Yolanda Agudo López; “Las músicas de los Balcanes y el Cáucaso” (2001), con el locutor de Radio 3 José Miguel López, y “Las músicas del Mediterráneo” (2001), con Maurizio Martinotti y José Antonio Torregrossa Bou.

Como docente, impartió numerosos cursos y talleres en centros culturales y universidades de una decena de países de tres continentes, y dirigió másters de gestión cultural en universidades como la de Zaragoza o Barcelona.

Si una muerte siempre tiene quien la llore, en el caso de Rubén somos muchos los que lo sentimos en lo personal, pero serán muchísimos los que lo lamenten en lo profesional, porque con su marcha se va una de las personas que más ha hecho por defender sus legítimos intereses.