El problema es que las cualidades del plástico –ligero, duradero y barato– han multiplicado por veinte la demanda mundial de plástico de un solo uso desde la década de los sesenta y ahora nos encontramos con un problema de medio ambiente y de salud mayúsculo. Se calcula que unas trece millones de toneladas de plástico se descargan en nuestros mares cada año, con lo que de seguir este ritmo podrían llegar a contener más plástico que peces dentro de treinta años.
Si bien la percepción del consumidor ha ayudado a aumentar su propia concienciación, una ola de regulaciones al consumo y de incentivos al reciclado está contribuyendo activamente a reducir los niveles de consumo de plásticos. Por ejemplo, a finales de 2017 casi doscientos países firmaron una resolución de Naciones Unidas para eliminar el plástico en el mar y, más recientemente, la Comisión Europea anunció su primera estrategia en esta materia instando a que todos los envases de este material sean reutilizables o reciclables antes de 2030.
Y en el ámbito corporativo, los CEO de once marcas globales han abogado por alternativas al actual empaquetado de plástico. Algunas empresas, como Starbucks y McDonald’s, ya han anunciado actuaciones concretas para que sus envases sean reciclables.