Nuestro país vive principalmente de la industria del turismo. Es el sector que más puestos de trabajo y dinero genera. Este año los turistas extranjeros gastaron la cifra récord de 60.461 millones entre enero y agosto de este mismo año. En una época de reconversión urbana y transformación de los tradicionales barrios de las ciudades, esta ingente cantidad de dinero ha influido en la vida de estos barrios.
Los cambios y novedades que han llegado para quedarse son de sobra conocidos, los puestos tradicionales están cambiando por rótulos de multinacionales, las caras de los vecinos ahora llegan de cualquier lugar del mundo, y no sólo es eso, barrios que estaban acostumbrados a un nivel económico menor, ahora están de moda y su reputación está al alza. La cara negativa es que se pierda la esencia de cada lugar, sin embargo, es una oportunidad para invertir ese caudal de capitales en reforzar la imagen y transformar el barrio en un lugar lleno de nuevos horizontes que sean fieles a la historia del mismo. La presencia de personas de todas partes del mundo y el incremento de personas que circulan por los centros urbanos ha generado una metamorfosis de todos y cada uno de los distritos que componen una ciudad. El cambio es social y económico, y es una realidad que enriquece y aporta a los barrios tradicionales repletos de encanto la ocasión de aprovechar el influjo turístico.
Los ejemplos más famosos en España son Malasaña o Lavapiés en Madrid, que están experimentando un cambio y son un centro de atracción que sigue la estela de lo que han sido. En Barcelona llaman la atención el Barri de Gràcia y el Gòtic. Hay muchos más lugares que aprovechan tal popularidad para llenar sus calles de negocios y puestos creados a partir de ideas originales y con carácter. El rechazo al turismo no es la solución, es el pan que nos da de comer; por lo que la apuesta por el turismo de calidad y la convivencia de historia y emprendimiento están a la orden del día.