Hubo una época en la que poseer una BlackBerry era una seña de identidad, de buen gusto y de sintonía con lo último en telefonía inteligente. Hoy, sin embargo, es un símbolo de obsolescencia.
La marca canadiense ha pasado de ser un objeto de culto a la insignificancia en tan solo una década; todo un mensaje y un caso para estudiar en las escuelas de Management sobre un sector en el que parece que mantenerse en el zénit significa no desaparecer; sin término medio: o ganas o pierdes.
Esta podría ser la regla de la nueva era de las empresas tecnológicas. Con la misma rapidez que aparecen pueden desaparecer. Un ejemplo de esta nueva cultura que irradia la industria tecnológica podría ser el caso de la canadiense Blackberry, que llegó a vender más de 50 millones de unidades en 2011 y cinco años más tarde, apenas llegó a colocar en el mercado cuatro millones.