La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha revisado una décima al alza su pronóstico de crecimiento para la economía mundial en 2023, que ahora sitúa en el 2,7%, mientras que ha mantenido sin cambios su previsión del 2,9% para el próximo año, según ha anunciado este miércoles el ‘think tank’ para las economías más avanzadas.
«La recuperación proyectada, aunque casi sin cambios con respecto a nuestras proyecciones provisionales de marzo, mantiene la perspectiva ligeramente más optimista que se había pronosticado y que ahora vemos materializarse», ha indicado el secretario general de la OCDE, Mathias Cormann.
Entre las principales economías mundiales, las nuevas proyecciones de la OCDE contemplan un crecimiento algo mayor de Estados Unidos, con una expansión del 1,6% este año y del 1% el siguiente, en ambos casos una décima por encima de las previsiones de marzo.
En el caso de la zona euro, la organización con sede en París anticipa una expansión del PIB del 0,9% en 2023, una décima mejor de lo previsto anteriormente, mientras que mantiene en el 1,5% el crecimiento proyectado para el próximo año.
Fuera de los países de la OCDE, las previsiones del ‘think tank’ apuntan a una mejor evolución de la economía china, con una expansión del PIB del 5,4% este año, frente al 5,3% previsto en marzo, así como un crecimiento del 5,1% en 2024, dos décimas más.
En cualquier caso, la OCDE advierte de que «el repunte sigue siendo frágil y los riesgos se inclinan a la baja», señalando como principal incertidumbre la evolución de la guerra en Ucrania y su impacto global, así como la posibilidad de que algunas de las condiciones favorables que ayudaron a reducir la demanda de energía este año, como un invierno templado en Europa, «pueden no repetirse el próximo».
Asimismo, asegura que la persistencia de la inflación es otro riesgo clave a la baja, particularmente ante el estancamiento observado de la inflación subyacente, debido a fuertes aumentos en los precios de los servicios y mayores ganancias en algunos sectores.
De su lado, el impacto de los tipos de interés más altos se siente cada vez más en toda la economía, y la política monetaria restrictiva, si bien es necesaria, corre el riesgo de exponer aún más las vulnerabilidades financieras, en particular en países con una deuda alta.
En este sentido, la OCDE considera que la política monetaria debe seguir siendo restrictiva hasta que haya señales claras de que las presiones inflacionarias subyacentes se reducen de manera duradera.
Asimismo, advierte de que el apoyo fiscal, que ha desempeñado un papel vital para ayudar a la economía mundial durante la pandemia y la guerra en Ucrania, debe reducirse, volverse más específico y calibrado hacia las necesidades futuras.
«Debería retirarse el amplio apoyo relacionado con la energía a medida que bajan los precios y aumentan los salarios mínimos y las prestaciones sociales para tener en cuenta la inflación pasada en muchos países», recomienda la OCDE.
«Los formuladores de políticas deben lograr que la inflación se reduzca de manera duradera al objetivo y desmantelar un amplio apoyo fiscal mediante una mejor focalización de las medidas fiscales», ha señalado Mathias Cormann, para quien es importante priorizar las reformas estructurales para impulsar la productividad, incluso mediante la promoción de la competencia, la reactivación de la inversión, el aumento de la participación de la fuerza laboral femenina y el alivio de las restricciones de suministro, mientras se aseguran las transformaciones verdes y digitales de las economías.
A su vez, la economista jefe de la OCDE, Clare Lombardelli, ha defendido que la política fiscal «debe priorizar las inversiones públicas que mejoran la productividad, incluidas aquellas que impulsan la transición verde y aumentan la oferta laboral y las capacidades».