Cepsa y Cooperativas Agro-alimentarias de España, organización que agrupa a más de 3.600 cooperativas agrarias y más de un millón de socios, agricultores y ganaderos, colaborarán en el impulso de la producción de biocombustibles de segunda generación (2G) a partir de los residuos que generan los sectores agrícolas y ganaderos españoles, informó la energética.
En concreto, Cepsa, a través de su Centro de Investigación, analizará si la biomasa residual generada por diferentes industrias, como la oleícola, olivarera, vitivinícola o ganadera, puede transformarse en materia prima para producir biocombustibles de segunda generación en sus centros industriales.
Por su parte, Cooperativas Agro-alimentarias de España coordinará el contacto entre la compañía y las distintas cooperativas que forman la asociación.
El acuerdo alcanzado también contempla la promoción de alianzas con las cooperativas que estén interesadas en la producción de biomasa a partir de cultivos de cobertura.
El director de Biocombustibles de Cepsa, Javier Antúñez, mostró el convencimiento del grupo de que «para avanzar en la transición energética debemos hacerlo de forma colaborativa y estableciendo sinergias a lo largo de toda la cadena de valor».
«Por ello hemos alcanzado este acuerdo con Cooperativas Agroalimentarias de España, que representa a más de un millón de agricultores y ganaderos del país, con el objetivo de identificar nuevas fuentes de materias primas circulares para la producción de biocombustibles de segunda generación, a la vez que generamos nuevas alianzas que atraigan beneficios y desarrollo económico a las zonas rurales», dijo.
Mientras, el director general de Cooperativas Agro-alimentarias de España, Gabriel Trenzado, destacó como se ha «impulsado la creación de nuevas cadenas de valor para las materias primas de la agricultura, desde la bioenergía hasta nuevos biomateriales para la descarbonización a través de la participación en diversos proyectos dentro del programa Horizonte2020, como es el caso de COOPID».
Los biocombustibles 2G, cuya materia prima no compite con la alimentación, fomentan la economía circular, ya que para su producción se reutilizan residuos que de otro modo terminarían en vertederos. Asimismo, su utilización puede llegar a reducir hasta en un 90% las emisiones de CO2 respecto a los combustibles tradicionales, lo que los convierte en un elemento clave para descarbonizar sectores de difícil electrificación, como el transporte pesado por carretera, el marítimo o el aéreo.