OpenAI declaró un «código rojo». En el mundo empresarial estadounidense, esa frase suele significar «ignoramos las filtraciones hasta que alguien pise un charco». En OpenAI, indica algo más profundo. El disruptor de IA más célebre del mundo está descubriendo que la publicidad exagerada es una droga, y la crisis trae una factura.
Esta es una empresa que pasó de cero a cien millones de usuarios más rápido que cualquier otra en la historia. Se disparó a una valoración de ochenta mil millones de dólares. Se convirtió en la puerta de entrada a la era de la IA. Y como toda estrella tecnológica que asciende tan rápido, empezó a creer en su propia mitología. Ahora podría llegar la resaca.
La reacción de los usuarios en línea es un golpe bajo. Los grupos de IA de Reddit parecen una intervención.
- “La confianza en OpenAI está en niveles bajo cero”.
- “Si no eres la mejor IA, te quedarás atrás”.
- «¿Tienen siquiera un plan de supervivencia a largo plazo?»
Estos no son trolls. Son usuarios avanzados. Las personas que crearon flujos de trabajo, productos y carreras profesionales en torno a esta herramienta. Cuando tus evangelistas se convierten en críticos, no estás en alerta roja. Estás en una crisis de credibilidad.
Amplifiquémonos. OpenAI intenta desempeñar dos roles a la vez. El laboratorio de alto rendimiento que busca la inteligencia artificial general. Y la plataforma ávida de ingresos que necesita efectivo recurrente para pagar facturas de computación que se asemejan al PIB de una pequeña nación insular. Esa tensión comienza a notarse. La innovación exige una ambición desmesurada. La fiabilidad exige una disciplina monástica. No se pueden lograr ambas cosas sin romperse los hilos.
Luego está el experimento publicitario: una ventaja para el ecosistema mucho más amplio de Google, pero un peligro para OpenAI. Introducir anuncios en una interfaz de IA generativa es como colocar vallas publicitarias dentro de una catedral. Devalúa la experiencia y corrompe los incentivos. Los anuncios premian la interacción, no la precisión. Convierten a los usuarios en datos de origen y objetivos de destino. Un usuario de Reddit lo acertó: «Gran parte de la base de usuarios se distanciará y se volverá mucho más privada con ChatGPT». Cuando tus clientes empiezan a actuar como fugitivos, algo falla.
La ventaja competitiva de OpenAI no es un conjunto de datos ni un artículo de investigación. Requiere confianza. Es la creencia de que, al formular una pregunta al modelo, se obtiene inteligencia, no influencia. Esa ventaja competitiva ha presentado una fuga. Se puede medir en el sentimiento, la pérdida de usuarios y la lenta transición de usuarios de alto valor hacia alternativas que prometen privacidad y previsibilidad.
La economía añade presión. Entrenar modelos de frontera cuesta cientos de millones. La inferencia escala con el uso. Mientras tanto, los modelos de código abierto acortan la distancia cada mes y ya estamos avanzando hacia la comoditización de la tecnología LLM. Los costos de cambio en IA no son como los costos de cambio en software empresarial. Se miden en minutos, no en trimestres. Si OpenAI pierde su posición de «predeterminado», la caída será rápida.
Por eso es importante el «código rojo». Es menos una señal de crisis y más un momento forzado de claridad. Logre que el producto vuelva a un estándar donde la gente deje de notar los defectos. Comunícate como una empresa que no oculta nada. Céntrese como una empresa que entiende la diferencia entre ser querido y ser tolerado.
Un código rojo puede ser un punto de inflexión. O puede ser el preludio de una caída hacia la energía Meta 2018. Los próximos meses decidirán si OpenAI será recordada como la institución que definió la era de la IA o como la historia con moraleja que confundió el impulso con la inevitabilidad.
