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Las arrugas que guardan el talento del emprendedor

Bernardo Cea fue adoptado a los 86 años. Sin descendencia directa, nunca había perdido la esperanza de tener un nieto. La Navidad de 2013 formuló su deseo en alto en una de las visitas de los Reyes Magos a su residencia. Dio la casualidad de que por allí estaba Alberto Cabanes (Ciudad Real, 1988) visitando a su abuelo. El joven se conmovió al escuchar la confesión del octogenario a Sus Majestades, y decidió adoptarle. Abuelo y nieto comparten hoy confidencias, historias y recibe cada uno los consejos del otro. Bernardo no tuvo solo la suerte de encontrar a un nieto con el que compartir una partida de cartas o un pequeño paseo por los pasillos de su residencia, también se topó con un emprendedor que llevaría esta idea adelante para hacer frente a la soledad que padecen miles de mayores en nuestro país.


FOTO: Alberto Cabanes por Laura Hidalgo García

“Los mayores molan”. Ese es el eslogan que define la filosofía de Adopta un Abuelo, una iniciativa creada por Alberto Cabanes como asociación sin ánimo de lucro. “Adopta un Abuelo es un programa de voluntariado intergeneracional de compañía para la tercera edad, con el objetivo de que nuestros mayores se sientan escuchados, acompañados y queridos mientras que los jóvenes voluntarios, que tienen entre 16 y 30 años, puedan adquirir un bagaje en experiencias y valores de nuestros mayores”, define así su proyecto. El discurso parece aprendido de memoria. Unos minutos después entra en juego la espontaneidad. Alberto deja de mirar fijamente a su interlocutor y rememora momentos con sus abuelos para terminar concluyendo que ellos han sido sus grandes maestros.

“Hoy tenemos un país democrático, desarrollado, con agua, luz, carreteras y aviones, y todo eso se lo debemos a nuestros mayores”, declara Alberto. Es una de las enseñanzas que trata de transmitir a sus voluntarios. Pedro tiene 19 años y estudia Ingeniería Industrial. Carmela solo tiene ojos para él, hoy su nuevo nieto gracias a Adopta un Abuelo. Pedro toca la guitarra y canta alguno de los grandes éxitos de Amaral, mientras su abuela sonríe y no pestañea. Él es uno de los más de 200 voluntarios que han colaborado con la ONG desde su lanzamiento, en su mayoría jóvenes universitarios que adoptan un abuelo para hacerle compañía un par de horas a la semana. Alberto sonríe satisfecho viendo como Pedro, hoy embajador del proyecto, disfruta de la experiencia pese a la timidez que refleja su rostro cuando roza las cuerdas y empieza a cantar la primera estrofa.


FOTO: Alberto Cabanes por Laura Hidalgo García

Son esos momentos los que parecen delatar la razón por la que Alberto renunció a una vida más acomodada con un sueldo fijo en una multinacional. “Dejo KPMG porque salgo del armario como emprendedor social”, confiesa el joven ciudadrealeño. “Me voy conociendo y lo que quiero es generar un impacto positivo en los demás, quiero que mi vida tenga un sentido”, confiesa Cabanes. Auditor de profesión, no dejó la consultora sin tener bien claro el futuro de la asociación. Cuando en 2015 dimite de su puesto, Adopta un Abuelo no era un embrión. Su iniciativa contaba con unos 115 voluntarios y estaba presente en cuatro ciudades españolas -Ciudad Real, Granada, Madrid y Santander-. Hoy trabajan en una ciudad más, Pamplona, y esperan poder estar presentes en otras cuatro en los próximos meses.

“No me costó volver a casa de mis padres y estar unos meses sin nómina, a veces en la vida hay que ser como un tirachinas, dar unos pasitos hacia atrás para luego impulsarte lo más lejos que puedas”, afirma el nieto de Bernardo. En su caso el riesgo de no emprender era más grande que el de fracasar. “No crear un proyecto con impacto social positivo a todos los niveles es un coste demasiado alto como para asumirlo”, confiesa Alberto. Cuenta así una de sus tantas anécdotas en el transcurso de su recorrido como emprendedor social. En una ocasión un bufete de abogados le propuso crear una S.L., algo que rehuyó. “La fuerza de Adopta un Abuelo es que tenemos jóvenes que voluntariamente, sin cobrar, acompañan a mayores”, señala el joven.

Sin embargo, Alberto confiesa que también hay que “sacarse la aleta de tiburón”. “No podemos montar ‘hobbies’, sobre todo por responsabilidad, porque si sabes que puedes llegar a 100 mayores, no te vas a quedar en 10”. Defiende así la sostenibilidad de un proyecto como este para que pueda seguir adelante. Todavía no han conseguido rozar el ‘break-even point’, pero esperan conseguirlo. Para ello necesitan 15 nuevos programas de voluntariado en residencias. Cabanes señala que su financiación cuenta con varias vías: grupos residenciales, fiestas, patrocinios locales, empresas y voluntariado de menores de edad autofinanciado por sus familiares. “A los padres les gusta la iniciativa y estarían dispuestos a pagar el coste del voluntariado cada año”, afirma el emprendedor.

Entre las posibilidades a valorar para la financiación, Alberto hace hincapié en el especial protagonismo de las empresas, en la que debería ser una alianza entre entidades sociales y marcas. “ONGs y empresas están obligadas a alinear sus estrategias y visión para que el producto o servicio ofrecido tenga un retorno de 360º”. Aprovecha también para lanzar una predicción sobre el papel de la RSC en el futuro de las organizaciones con ánimo de lucro. “Dentro de pocos años existirá un IBEX 35 de impacto social en el que los ciudadanos invertirán en empresas socialmente responsables y esas serán empresas más rentables, capaces de crear empleo e impacto positivo a la vez”.

Pese a que las conversaciones con grandes marcas ya han comenzado, Alberto reconoce que todavía hay camino por recorrer. Al igual que Bernardo no dejó de pensar en la idea de tener un nieto, Alberto tampoco deja de insistir llamando puerta por puerta hasta conseguir su objetivo. Como emprendedor cuenta que le ha ayudado mucho tener unos buenos zapatos. “Cómprate unos buenos zapatos, emprender es vender y, por lo tanto, hay que salir a la calle y gastar suela”, aconseja a los futuros emprendedores. “Una clave del éxito es la constancia. Puedes tener días buenos o malos, pero nunca, bajo ninguna circunstancia, te puedes parar en el camino”.

Su insistencia y sus ganas de generar un impacto positivo en la sociedad han recibido uno de los mayores reconocimientos de su carrera como emprendedor. El jurado de los European Youth Awards ha concedido recientemente el premio a Adopta un Abuelo en la categoría de activismo social. Por desgracia Bernardo no puede acompañar a Alberto en ninguno de sus viajes para recoger los premios que ha recibido. Eso no evitará que esté al día de la carrera de su nieto. Hoy probablemente sus manos tiemblen de emoción sobre la empuñadura de su bastón cuando vea una foto de su nieto en un periódico. Mañana Alberto irá a la residencia de Bernardo para jugar una partida de cartas con él, contarle las hazañas de sus viajes y demostrar así a la sociedad que sí, “los mayores molan”.