Esta es la historia del perfecto sueño americano; una de esas que apetece arrojar contra el muro anti inmigración por el que aboga Donald Trump. Si hace unos días te contábamos en este artículo que más del 10% de la lista Forbes de las 400 personas más ricas de Estados Unidos son inmigrantes – entre ellos nombres tan conocidos como Sergey Brin, cofundador de Google, Jan Koum, de WhatsApp, Elon Musk o George Soros – hoy le toca el turno a uno de los protagonistas de este fenómeno, Do Won Chang. ¿No te suena? Con una patrimonio neto de 2.900 millones de dólares ocupa, de la mano de su mujer Jin Sook Chang, el puesto 222 de la lista de los más pudientes gracias al éxito de la marca de ropa que creó allá por 1984, recién aterrizado en Los Ángeles: Forever 21. Recientemente el milmillonario originario de Corea del Sur concedió a Forbes US una entrevista exclusiva en la que narró una historia que merece la pena contar: su historia.
Cuando Do Won Chang y su mujer Jin Sook abandonaron Corea del Sur en 1981 su país natal vivía tiempos oscuros y caóticos. El pueblo asistía a los últimos coletazos de la Cuarta República, en la que el poder estuvo monopolizado por un partido único que implantó el llamado Sistema Yushin, un régimen dictatorial . Dos años antes el líder había sido asesinado, a lo que había seguido un periodo de tumultos dominado por una ley marcial, un golpe de estado y represiones a todo intento democrático . “En aquel momento era imposible vivir dignamente en Corea del Sur, apenas existían oportunidades”, cuenta Do Won.
Han pasado más de tres décadas . Hoy Do Won y Jin Sook tienen 57 y 60 años respectivamente y más de 43.000 empleados en las 790 tiendas que la marca de ropa que crearon, Forever 21, tiene repartidas en 48 países alrededor del mundo. La facturación de 4.400 millones de dólares del fenómeno que ha puesto patas arriba el mundo de la moda ha elevado al matrimonio al puesto número 222 de la lista Forbes 400 de los más ricos de Estados Unidos, con un patrimonio neto combinado cercano a los 3.000 millones .
“Siempre había soñado con venir a Estados Unidos . Mis padres habían estado y yo siempre les pedía que me trajesen. Aunque sigue pasando, antes existía la percepción que era aquí donde estaban todas las oportunidades: había mucha gente detrás del sueño americano” , cuenta Do Won Chang.
Tardaría diez años en cumplir ese sueño, pero antes de cruzar el Pacífico creyó que lo más conveniente para comenzar una nueva vida en un país desconocido era estar casado . Unos amigos le presentaron a Jin Sook. “Aunque no fue un matrimonio concertado como tal – una tradición aún muy arraigada en Corea del Sur –, lo cierto es que cuando accedimos a conocernos no era para tener una simple cita, sino con el propósito de terminar casándonos” , explica él. Cristianos devotos, ambos acuden cada mañana a rezar a una iglesia cercana a su domicilio.
Pero, ¿qué hay entre ese aterrizaje en Los Ángeles de un matrimonio de inmigrantes surcoreanos y un negocio multimillonario? La respuesta, según Do Won Chang, es simple: diecinueve horas al día de trabajo . Antes de llegar al que sería su nuevo hogar, la pareja hizo una parada técnica en Hawaii para lograr la green card , permiso de residencia permanente en Estados Unidos, para ellos y los padres de él. Llegaron al soleado estado de California, donde ya vivía su hermana, un sábado. Do Won no desaprovechó ni un segundo, y se zambulló en las páginas de ofertas de trabajo de tal modo que el domingo tuvo una entrevista para trabajar en una cafetería y el lunes ya estaba fregando platos y sirviendo cafés por unos tres dólares la hora . “No era suficiente para sobrevivir”, cuenta él. Por eso, consiguió un segundo trabajo, de ocho horas diarias, en una gasolinera . Seguía sin ser suficiente, por lo que para complementar todo ello logró un tercer empleo limpiando una oficina por la noche. Tenía 22 años. Mientras tanto, Jin Sook consiguió un trabajo como peluquera, la profesión que había ejercido en su país natal.
Fue poniendo gasolina cuando percató de que los mejores coches pertenecían a quienes trabajaban en la industria de la moda. “Les preguntaba a sus conductores a qué se dedicaban” . Así encontró la inspiración para comenzar a trabajar en una tienda de ropa , donde se dejó la piel para aprender los entresijos del negocio. “Traté a esa tienda como si fuese mi propio negocio, y a mi jefe le gusté” , explica Do Won.
Tras tres años trabajando en Estados Unidos el matrimonio había logrado ahorrar 11.000 dólares que emplearon para abrir, en 1984, una pequeña tienda que bautizaron como Fashion 21 . Según nuestro protagonista, el dueño de la tienda que había existido en el mismo local había logrado facturar 30.000 dólares al año. En sus primeros doce meses, Fashion 21 alcanzó los 700.000 dólares en ventas gracias a precios muy competitivos que lograban comprando directamente a los fabricantes, sin intermediarios. Les iba tan bien que comenzaron a abrir un nuevo establecimiento cada seis meses.
El resto es historia y se llama Forever 21