Foto/ Nani Gutiérrez
Usted es embajadora de la Fundación Telefónica, ¿qué sería del deporte sin el patrocinio y el mecenazgo de las empresas?
La pregunta viene muy al pelo porque concretamente Telefónica fue la primera patrocinadora del deporte paralímpico español y llevan apoyándolo desde antes de que existiera el Plan Paralímpico. Esta casa ha tenido bastante cultura deportiva, e incluso, una cultura en el mundo paralímpico porque costó mucho abrirse camino. Si otros deportistas lo tenían difícil, imagine nosotros, que ni siquiera se consideraba un deporte de alto nivel.
Es decir, que no se podría desarrollar este deporte sin los apoyos de estas empresas.
Se haría como se hacía antes.
¿Cómo se hacía antes?
Pidiendo favores: se pedía el favor al ayuntamiento de turno para que nos cediera una instalación deportiva, o a una residencia para que nos cediera la estancia. Eso me ha llevado hasta alojarme en un centro de atención a menores en Plasencia, en mi primera concentración, porque el entrenador era de allí, tenía amistad con el alcalde y nos dejaban el centro. Los que íbamos en silla de ruedas como no podíamos subir las escaleras, porque no había ascensor, dormíamos no ya en catres, sino en colchones directamente en el suelo. Te estoy hablando del año 98. Ha llovido mucho desde entonces, ha habido una evolución muy grande sobre todo desde que entraron las grandes empresas en patrocinio. Sí que es cierto que las cosas mejorarían si tuviésemos una Ley de Mecenazgo en condiciones y si hubiese más beneficios para las empresas que apoyan no solo el gran evento deportivo, sino directamente a deportistas.
¿Quiere decir que no les genera ningún beneficio?
No lo tienen, no. Yo tengo un acuerdo con la Fundación Telefónica y ellos tienen lo que yo pueda obtener de mi imagen, pero no obtienen beneficios fiscales por ello y eso no sucede en otros países. Solo hay beneficios de preparación a Juegos, que tiene una desgravación fiscal. Pero no cuando existe un patrocinio directo a un deportista.
O sea que el resto del año hay que buscarse la vida.
Sí, hay empresas que de manera particular te echan un cable, como Quickie, que me dio la silla. Arena desde el primer momento me apoyó también, me llamaron ellos y me ofrecieron bañadores. Pero no reciben nada a cambio.
Si tuviésemos que cuantificar una preparación para unos Juegos Olímpicos, ¿cuánto supone?
Uff, un ejemplo: hasta el año pasado que no tenía el acuerdo con el Ayuntamiento de Zaragoza por la piscina, pues una hora de piscina te salía por 24 euros, multiplica por 4 horas al día. Los desplazamientos en coche, los viajes del campeonato de España me salen por una media de 600 euros, que los pago yo. La alimentación en mi caso, la intento hacer lo más ecológica posible, y no hablo solo de los suplementos, barritas y demás. En alimentación me gasto mucho dinero. También en tecnologías que utilizo en mi preparación, como pulsómetros, que miden las frecuencias y cadencias de brazada, que no miden solo el pulso; si tengo que hacer una grabación por debajo del agua, las cámaras especiales…. Material de natación como paracaídas, gomas para entrenar debajo del agua… Si nos ponemos a sumar, es bastante. Utilizo por ejemplo, un aparato para la hipoxia, que simula la altitud y lo uso una hora al día. Este aparato me costó unos 2.200 euros y lo que he ido reponiendo que hace un total de unos 1.800 euros. Si haces las cuentas sale a mucho dinero por temporada.
¿Desde cuándo lleva preparando los Juegos Olímpicos de Río?
Más intensamente, desde febrero. Entreno entre 7 y 8 horas cada día.
¿Cómo se enfrenta a un entrenamiento tan duro?
Con mucha cabeza. Siempre digo que en realidad es como una empresa: te preparas durante mucho tiempo para sacar el producto al mercado, haces la prospección (yo reviso a mis rivales), aparte de mi logística porque me encargo de todo esto que he ido contando; además está la parte económica, la de ir buscando los patrocinios y luego, para culminar, la puesta en escena. Y no es solo la competición, eso quizás es lo fácil. Lo difícil es todos los días, incluso aquellos que dices ‘qué pereza’, esos pequeños obstáculos de cada día.
Porque hay días que realmente da mucha pereza.
Sí, por frío, porque estás agotada y otros porque es mucho mejor estar con tu niño o estar leyendo tranquila y no estar entrenando. Pero quiero ganar, así que tengo que entrenar.
¿Qué sensaciones tiene para Río?
Buenas, voy con ambición, con ganas, pero también con respeto, no me importa decirlo. Tengo muchas rivales que me muerden los talones. Pero tengo dos ventajas, la experiencia y tener varias medallas ganadas. El hecho de ser madre es la mejor medalla de mi vida, no tengo esa necesidad de ganar, no veo el drama de no hacerlo.
Tener un hijo, ¿la ha cambiado con respecto a esto?
Sí, eso y el haberme movido mucho por el mundo, haber conocido realidades muy diferentes a las mías como por ejemplo estar en sitios donde las mujeres se llevan las manos a la cabeza porque soy mujer, porque conduzco un coche, porque tengo un hijo, porque tengo dinero para ir al mercado a comprar carne. Por todo eso tengo otra perspectiva. Claro que quiero ganar, pero también sé que hay vida más allá de una medalla de oro.
Ya que estamos en ‘Forbes’, ¿hay algún hombre/mujer de negocios al que admire?
A ver, tengo uno, César Alierta. Uno que dices, jolín, no de pueblo, porque Zaragoza no es un pueblo pero no es la capital. Y aún así, viniendo de allí llegó a ser presidente de Telefónica, que creció y creció. Y un hombre que no es el típico empresario engominado, aunque no me gusta tampoco caer en los prejuicios ni estereotipos.