1. Contundencia
La actriz británica comenzó su discurso con un objetivo claro y así lo hizo saber durante sus 10 minutos de exposición. Sus palabras fueron elegidas a medida para que expresaran fuerza. El tono que utilizó, así como la imagen que proyectaba, hicieron todavía más grande el significado de su mensaje. Mantuvo en todo momento la mirada puesta a los asistentes, sin dejarse a ninguno, e hizo hincapié en lo más importante del discurso.
2. Cercanía
Ha sabido aportar ese grado de personalidad para maximizar su repercusión. Contó experiencias que había tenido en el colegio, se declaró feminista e incluso lanzó una pregunta al público aludiendo al personaje que interpretó en Harry Potter. Sus nervios y sus dudas también se hicieron visibles pero, no eclipsaron el momento, le dieron más valor. Esto le hizo conectar con todos los presentes y ofrecer un mensaje distinto que persigue la misma finalidad que muchos otros.
3. Ambición
Lejos de quedarse en la parte superficial de representar lo que muchos piensan, las palabras de Emma Watson reflejaban la lucha y las ganas de acabar con la desigualdad entre ambos sexos. La frase “me dirijo a vosotros porque necesito vuestra ayuda” fue el inicio de lo que continuó siendo un sin fín de mensajes directos que pedían a gritos la movilización de toda la sociedad. Su éxito fue conseguir llegar a todos y no conformarse con las palabras, sino pedir hechos.
4. Documentación
A pesar de que fue un discurso muy personal, Emma Watson se apoyó en datos y estudios para dar una mayor seriedad a sus palabras. Eso sí, no abusó de las cifras que acaban en el olvido. Fueron hechos puntuales que hacen replantearte la situación y que aportan ese grado de sabiduría y control del que muchos líderes carecen. Quedo reflejado que era algo en lo que se había trabajado y que donde se había puesto un gran esfuerzo e ilusión.
5. Interacción
Es importante que cuando se da un discurso se consiga llegar a los presentes y hacerles recapacitar. Esta es la estrategia en la que la actriz se apoyó en varias partes de su discurso. Lanzó varias preguntas como “si no soy yo, ¿quién?” o “si no es ahora, ¿cuándo?” con las que cerró su presentación. Con ellas invitó a reflexionar y a buscar soluciones. Y lo consiguió gracias a su seguridad y la confianza en la reacción que estaba provocando.